Alfredo Coronil Hartmann: Comunicado a la Sociedad Civil Venezolana

Columnistas

He hecho política durante casi sesenta años, no como quien va a cumplir un itinerario prefijado por terceros,sino aguijoneado por una necesidad de acción social y reivindicatoria para los menos favorecidos. Siempre me he preguntado una y otra vez sobre nuestro presente, haciendo un análisis lo más honesto posible del pasado y añorando ese grandioso destino que parecía aguardarnos como país y que nunca termina deconfigurarse. La encrucijada en la cual nos hallamos es trágica y amenaza con determinar para muy mal las próximas décadas de nuestra existencia como nación.

Venezuela ha sido, y no puede seguir siendo, un juego de ensayo y error. Una panoplia de habilidades o de Juegos malabares de ocasión. Y la vida de un país no trata de eso. A este país tenemos que darle una respuesta concreta, posible y realizable. Entre las muchas cosas que he hecho, como parte de mi formación política, estuvo el estudio de la publicidad y lo hice en un país que puede pecar de cualquier cosa, menos de poco serio, Suiza. La publicidad es necesaria para llevar mensajes, ideas, políticas. Sucumbir a la magia y a la presentación del mensaje, a expensas de lo que debe ser su verdadero contenido, es peligroso y falaz. En las elecciones que llevaron al poder a mi amigo personal Jaime Lusinchi –por ejemplo- vendimos una idea necesaria y útil: un nuevo pacto social. Recuerdo con prístina claridad la picardía, con la cual muchos dirigentes, indicaban en privado que debíamos vender eso “sin detallarlo mucho”.

Esa mala praxis política ha terminado por devaluar las instituciones y las ideas. De las muy pocas instituciones que han preservado y afianzado su credibilidad y proyectado su contenido y vocación popular, está en un primer lugar la Iglesia Católica, que ha sido muy enfática, especialmente en los últimos meses sobre la necesidad de definir cuanto antes una solución política, económica, social y MORAL a la crisis que nos aqueja. No es para menos, se quiera o no admitir, el desastre absoluto se ha materializado ante nuestros ojos, no es fatalismo fútil decirlo.La anarquía se ha hecho ley, la corrupción desborda a nuestra sociedad en todoslos órdenes imaginables. Y más que borrar el pasado lo grave es la hipoteca que le estamos haciendo a nuestro futuro a cambio de algunos minutos de fama y unos bolsillos llenos. Es inaceptable.

Debemos admitir que todas las estrategias han fallado, sin importar las declaraciones rimbombantes de la comunidad internacional, ni de los enardecidos discursos que oposición y gobierno enarbolan, la realidad es muy concreta y este país nuestro está siendo azotado por la peor de todas sus crisis. Lejos parecieran quedar los estragos de la guerra de Independencia y de la Guerra Federal frente a lo que estamos padeciendo. Lejos, pero muy lejos, de las redes sociales, de las instituciones paralelas, de la disputa por el poder, del propio crimen organizado que por tanto sostiene la crisis, hay un pueblo desmantelado, viviendo un lacerante día a día, sin la opción de un mañana prospero, sin alternativas, sin paz, sin justicia. Este enfrentamiento fratricida y el empeño anacrónico de odiarnos nos ha secuestrado al país.

«Venezuela ha sido, y no puede seguir siendo, un juego de ensayo y error. Una panoplia de habilidades o de Juegos malabares de ocasión…A este país tenemos que darle una respuesta concreta, posible y realizable.»

Hoy estamos en un marco excepcional que ha paralizado aún más a nuestro país, superando con creces pronósticos y análisis. Esta paralización por causa de la pandemia del COVID-19 no ha venido sino a mostrarnos el infierno: un país desmantelado, padeciendo una indescriptible crisis humanitaria. Y quedarnos de brazos cruzados frente a eso no puede seguir siendo la opción.

Mucho se me ha preguntado sobre las venideras elecciones parlamentarias. Una y otra vez en todos los escenarios he advertido que no existen condiciones políticas para su realización, pero también he señalado que las puertas para que se den esas condiciones están cerradas y que el mapa político no es menos alarmante que la crisis social y económica. Una vez acabado el tiempo, es momento que el Gobierno dé señales claras de su posición y ofrezca las condiciones para que los venezolanos puedan participar en condiciones de equidad y transparencia. La configuración de un nuevo mapa político, fundamentalmente, es responsabilidad colectiva y un asunto inaplazable. Y si se concretan de forma real y tangible las condiciones, estoy seguro de que estas elecciones parlamentarias de diciembre configurarán ese nuevo mapa político y podremos sentar las bases de un auténtico pacto social y por eso he decidido que, en ese marco, y sólo en él, participaré y apoyaré dicho proceso. Y lo hago teniendo muy en paz mi conciencia.  

El respaldo internacional a la lucha por la democracia en Venezuela ha sido boicoteado por parte de la propia dirigencia y solo se enquistaron grupos que por razones y motivos que no me toca juzgar, solo han operado en su propio beneficio. El “ensayo y error” desde enero de 2019 hasta hoy no parece sino haber sido fiel discípulo del viejo lema romano: “pan y circo”. Venezuela y su historia son mucho más que esas obras de teatro callejero que gran parte de la dirigencia está haciendo.

Estoy convencido plenamente que Venezuela debe enrumbarse hacia un pacto social, sobre la base, ante todo, dela justicia, de la libertad y del progreso. Tenemos que echar a andar a este país porque es nuestro y nos lo merecemos.

Todos los actores políticos deben reflexionar a fondo sobre el papel que están jugando y la fatalidad de sus acciones.Tenemos que ponernos de acuerdo, aunque nos exaspere tanto pensar siquiera en el diálogo y temamos el enfrentar la realidad con total desnudez. El fracaso que estamos teniendo como país parte en mucho de nuestra incapacidad de tolerar y de oírnos. Tenemos como sea que darle una salida viable a esta crisis. Y por ello todos los sectores del país tienen que concurrir a un esfuerzo histórico que siente las bases del ya carcomido futuro.

Respaldar toda iniciativa que en este momento nos permita avizorar una salida al desastre es un compromiso ético,ante todo. Y la principal de esas iniciativas es llamar a reflexión a quienes de forma obtusa niegan la crisis y a quienes con su mengua política y afán de protagonismo la sostienen. Escucharnos y reconocernos, no como enemigos, sino como miembros de la misma sociedad por el bien común.

Caracas 28 de julio de 2020

Alfredo Coronil Hartmann-viso

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