Baile para todos los cuerpos y sin prejuicios para sobrellevar el confinamiento

Espectáculo

En el amplísimo universo del mundo del baile, son muchas las academias que ofrecen capacitación para convertir a potenciales bailarines en artistas de renombre. Sin embargo, este sector está plagado de prejuicios y presiones para quienes se salen de los estándares físicos.

Esto, es precisamente lo que el estudio Curves With Moves, con sede en Nueva York, quiere cambiar para dar oportunidad a todas las personas sin importar el tipo de cuerpo o nivel de habilidades para el baile.

No es la típica clase de baile, su fundadora, Jessie Diaz-Herrera, se asegura de que el ambiente sea libre de juicios, incorporando conversaciones corporales positivas y afirmaciones durante las sesiones para que sus alumnos se sientan cómodos en cualquier nivel de baile. Su misión no es solo enseñar danza, sino capacitar a sus estudiantes para que aprendan a amar sus cuerpos a través de la danza.

“Hacer ejercicio es una práctica de autocuidado”, dijo Díaz-Herrera, de 33 años, a The Post.

Durante sus entrenamientos de una hora, la nativa de Nueva York promueve el «movimiento para la alegría» y pisotea los estigmas que conlleva el sobrepeso. 

“Nunca miraríamos a un atleta olímpico ni a un apoyador de la NFL y pensaríamos en ellos como poco saludables, aunque tenga sobrepeso”, dijo Díaz-Herrera.

Curves With Moves lleva esta idea al siguiente nivel. Sus clases de baile coreografiado están aderezadas con todo un sentimiento body positive, algo que pone en práctica ofreciendo sesiones aptas para todo tipo de cuerpos y niveles de danza, en un ambiente libre de juicios y, quizá lo más importante, incorporando afirmaciones positivas a lo largo de las clases para motivar todavía más a sus alumnas y hacer que se sientan empoderadas.

¿Dónde se puede practicar? Sus clases presenciales tienen lugar en su estudio de Nueva York, pero tiene un canal de YouTube con algunas rutinas y ofrece nuevos entrenamientos semanales online a través de una suscripción.

“Tomé clases de ballet, tap y jazz en una academia de baile en Brooklyn. Los fines de semana aprendí a bailar salsa y merengue con mi familia. A diferencia de los deportes, que requerían pensar, eran más competitivos e involucraban a un equipo, el baile era una experiencia individual, única para mí, que tenía el poder de transportarme a otro mundo. Y cuando se combina con música, es como el doble de estimulación. Actué en recitales, me encantaba estar en el escenario y tenía un don para la coreografía (yo era la que les enseñaba a todas las primas de la familia la coreografía de las canciones de grupos de chicas pop)”.

Pero todo se detuvo a los 12 años, cuando llegó la pubertad. “Estaba entrenando para una audición para el programa para adolescentes en la Academia de Ballet de Nueva York, y mi maestra comentó: ‘Si realmente quieres estar en el programa, es posible que quieras considerar lo que estás comiendo, ahora que tu cuerpo está creciendo’. En otras palabras, me estaba diciendo que bajara de peso. Tenía 12 años, entonces, ¿qué haces a los 12? Te saltas las comidas, no comes bien y llegué a un punto en el que me desmayé”, cuenta Díaz-Herrera acerca de su traumática experiencia adolescente, que casi la aleja de su pasión. 

“No fue hasta el primer año de la universidad, en Babson en Boston, cuando encontré de nuevo mi amor por la danza. En un evento de círculo de baile durante la primera semana, un estudiante de tercer año me dijo que debería unirme al equipo de baile de la escuela, algo que no sabía que existía fuera de las películas. Me salté el segundo día de pruebas de softbol para unirme al Babson Dance Ensemble y, a partir de ahí, terminé convirtiéndome en coreógrafa. Cuando me gradué, era vicepresidente”, dijo.

Es una historia que se repite en muchas personas y que, de alguna manera, Curves With Moves quiere ayudar a cambiar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *