Breves reflexiones sobre viejos y nuevos temas en relación a la lectura y escritura en la universidad

Columnistas
(PARTE I)

Profesor Johan López 
Universidad Nacional de la Patagonia Austral
Unidad Académica Caleta Olivia

Leer y escribir en la universidad supone una disposición anímica distinta respecto a las etapas pre universitarias. En términos generales, se tiende a pensar que el estudiante que llega a la universidad está, por así decirlo, pertrechado, que ya tiene incorporado a su estructura cognitiva y a sus prácticas académicas unos saberes lecto-escriturales.

Por las razones que sean, no sucede así. Por el contrario —y esto es un dato empírico— los docentes nos encontramos con importantes fallas a nivel lecto-escritural y de comprensión lectora. Las razones son varias y este texto no intenta ahondar, de momento, en ellas. 

Ahora bien, lo que sí es importante señalar es lo siguiente: la lectura y la escritura en el marco universitario trascienden —largamente— los aspectos académico-institucionales. 

La universidad, según estimo, no es el lugar para, stricto sensu, enseñar a leer y escribir. Es el lugar donde la lectura y la escritura están a disposición de una búsqueda incesante por y para el conocimiento; lo cual implica que los estudiantes ya deben tener las destrezas y habilidades básicas en materia de lectura y escritura. 

Lo anterior coloca a los estudiantes universitarios frente a un primer desafío: no tener incorporados esos saberes lecto-escriturales. Si eso es así, entonces hay que tomar cartas en el asunto. Comenzar un proceso reflexivo acerca de la relación que han tenido, a lo largo de su vida, con la lectura y la escritura.Habrá que echar la vista atrás y evaluar, en serio, cuál ha sido su actitud y su vinculación con las palabras. Este es un primer ejercicio útil para ubicar dónde se encuentra en relación con los asuntos de la lectura y la escritura. Este proceso reflexivo—pudiéramos decir: reflexioterapia lecto-escritural—  es un primer paso para entender (y atender) las dimensiones de la cuestión lecto-escritural.

En esa dirección, el estudiante tendrá que interrogarse: ¿Dónde está ubicado en materia lecto-escritural? ¿Y qué importancia tiene la lectura y la escritura en su decurso universitario?

Las dos preguntas anteriores son fundamentales dado que permiten evaluar con un sentido crítico y trascendente la propia experiencia en materia de lectura y escritura. Es decir, podrán dar una vuelta al pasado y dimensionar críticamente su biografía lecto-escritural. Esta reflexión tendrá, seguramente, algo de constricción y de culpa. Es posible que en ese acto reflexivo y sin contemplación, puedan rastrear algunos asuntos relacionados con los problemas de cognición, comprensión del universo sensible, problemas de comunicación, entre otros. En un primer momento de esta reflexioterapia terminarán por admitir que leer y escribir no son sólo materia estudio dentro de los currículos escolares. 

Ambas instancias (lectura y escritura) son la puerta privilegiada a procesos cognitivos más complejos. Al leer y escribir estamos entrenando, por así decirlo, nuestras formas cognitivas y, consecuentemente, nuestras formas de nombrar el mundo desde una perspectiva más compleja y dinámica. Leer y escribir, entonces, nos permiten ver más allá de lo rutinario, más allá de los lugares comunes y los clichés. Es la puerta a la autonomía más vital y, seguramente, más hermosa: pensar. 

De allí la importancia de esta reflexión: ¿Cómo ha sido su biografía lecto-escritural? Si la respuesta a esta cuestión es satisfactoria, posiblemente sus procesos dentro de la universidad van a ser más llevaderos. Podrá enfrentar los desafíos cognitivos con mayor agilidad y, principalmente, con mejor disposición intelectual. Si la respuesta a la cuestión es negativa, entonces habrá que hacer algo… y es urgente. 

¿Qué es, en este caso puntual, hacer algo?

Primero: Hacer las reflexiones de rigor (sin contemplaciones ni exculpaciones). Llegar al punto de la constricción y la culpa. Decirse a sí mismos: “Estoy en la universidad, ¡carajo!, esto requiere mayores compromisos cognitivos e intelectuales”.

Segundo: Comenzar a leer y escribir más allá de los enfoques mecánico-operativos tradicionales. Iniciar una nueva biografía lecto-escritural. Suelte la pluma, escriba porque sí, porque le da la gana. Lea, lea mucho y lea lo que sea. Piense que alguien se tomó el tiempo de escribir algo y, de seguro, siempre existe algún cachito de luz hasta en los textos más predecibles y desabridos. Practique en todo momento, ¡¡¡lea bien!!!, la promiscuidad textual. Lea lo que sea, lo que le dé la gana, lo que caiga en sus manos. Parta de la premisa de que un libro —cualquier libro— es siempre una promesa de sentido. No atienda a manuales, ni a recetas de “¡¡¡último momento!!!”. Entréguese por entero a la aventura de leer sin más. 

Eso sí: leer es una parte del proceso. La otra parte de ese proceso de lectura es la escritura. Por lo general, la lectura y la escritura se enseñan, en las etapas escolares, como dos actos diferenciados y no es así. Por lo menos no desde la perspectiva que intentamos desarrollar acá. Escribir es una forma de lectura; es poner en el papel (o en el monitor) unas ideas, unas emociones, unas alegrías, algunos sinsabores, entre otros. Lo escrito no parte de tierra ignota. Parte, precisamente, de los equipamientos cognitivos. En este punto, la lectura como gimnasia de la cognición juega un papel fundamental en la escritura.

Se escribe acerca de lo leído y lo leído ensancha los horizontes lexicales. De tal manera que la relación entre lectura y escritura se establece bajo un marco de interdependencia y, en buena medida, adquiere la forma de una tautología. No son, por tanto, actos diferenciados. Forma parte de un continuum. 

¿A qué nos conduce todo esto, según sea el caso?A un reseteo de nuestras biografías lecto-escriturales. A tomar consciencia de nuestro lugar en las palabras. Entender que las palabras son inmanentes a lo humano, aquello que nos verifica como tales. Sé que pueden sonar excesivamente hiperbólicas estas afirmaciones, pero no. La idea es que estas reflexiones toquen el hueso duro de lo que ha sido su historia con las palabras. Que puedan decir, piel adentro: “¡Pucha, es verdad, nunca le di bolas a estas cosas!”. Si eso se plantea así, a ese nivel de constricción y culpa, entonces no quedará de otra que accionar y poner en marcha la nueva biografía lecto-escritural. 

Si llegan a ese borde de la reflexión, de seguro, cuando estén frente a las cuestiones complejas que presenta la universidad, entonces podrán decir con las palabras propias, las que se han ido macerando con el tiempo, curtiéndose de la mejor manera, a razón de un cierto regustillo por el buen decir que es, definitivamente, parte del buen pensar. Si todo ello acontece en usted, si las palabras logran tocarlo de forma definitiva, entonces más nunca se quedará “mudo” ante nada ni ante nadie. Podrá acceder a lugares inexplorados dentro de la memoria. Como Diógenes, podrá alumbrar los escondrijos más recónditos de su mundo interior. De ahora en más, tendrá sobre sí el peso faustiano de estar condenado a la belleza del conocimiento. 

P.D.:
Nota- “trampa”: 

De forma deliberada he utilizado expresiones y palabras poco comunes. La idea, en esta nueva biografía lecto-escritural, es que las busquen y las pongan en uso. Hacerlo así implica, como hemos insistido, entrenar la cognición.