Johan López
Universidad Nacional de la Patagonia Austral-Argentina
El 10 de enero de 2025 podría ser punto de inflexión en la política venezolana. Hay quienes nos han indicado, de forma cómplice o inocente (me inclino a pensar más en lo primero), que “hay que pasar la página y trabajar por el país”.
Como si se tratase de un detallito al paso, las oposiciones alacránicas quieren hacerle creer a los venezolanos que lo del 28 de julio de 2024 fue un pequeño desliz dentro del orden democrático y que eso de presentar los resultados de la elección presidencial no es importante, que el país puede seguir adelante así, sin más, con un Gobierno que, de autoproclamar su reelección, estaría entrando de forma abierta y directa al monumento de la infamia dictatorial venezolana.
Hay que insistir, las veces que sea, en lo obvio: la elección presidencial es el acto electoral más importante del país. Han transcurrido casi 150 días de ese proceso electoral y, a la fecha, los venezolanos no tenemos resultados oficiales que avalen la “victoria” de Maduro, tal y como lo expresó la madrugada del 29 de julio Elvis Amoroso, rector principal del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Lo que sucede es que el chavismo no se cuida ni siquiera en las formas de montar la trampa. El Tribunal Supremo de Justicia (su Sala Electoral) del chavismo emitió el 22 de agosto de este año la sentencia número 31. En el edicto, hay dos numerales que llaman la atención, a saber:
4. “(…) que los boletines emitidos por el Consejo Nacional Electoral respecto a la Elección Presidencial 2024, están respaldados por las actas de escrutinios emitidas por cada una de las máquinas de votación… (y)… mantienen plena coincidencia con los registros de las bases de datos de los Centros Nacionales de Totalización”.
6. “La Sala Electoral exhorta” al CNE a publicar “los resultados definitivos del proceso electoral… en la Gaceta Electoral… según lo previsto en el Artículo 155 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales”.
Lo que no se entiende bien es cómo la “transparencia” que se señala en el numeral 4 (producto del peritaje de expertos electorales — ¡vaya a saber de dónde los sacaron!— que se encargaron de “validar” el proceso electoral), no sea consistente con el numeral 6 de la misma sentencia en la que se el Tribunal Supremo de Justicia exhorta al ente comicial de forma clara y directa a publicar la Gaceta Electoral como lo establece el artículo 155 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales. ¿Cuándo el CNE va a publicar la Gaceta Electoral tal y como se establece en el artículo 155 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales? Nunca. No lo hará porque el chavismo avanza con el mazo dando, sin ruego y sin Dios.
La cuestión adquiere un matiz tan gorila y tan básico que puede resumirse en una frase hamponil: “en esta verg4 mando yo y se hace lo que a mí me da la put4 gana; si no te gusta, te la calas o te sale operación tun-tun”.
Por los derroteros del chavismo, ser venezolano y pensar es, de suyo, ser un criminal mental (ver la novel 1984). Todos los que cumplan esa condición, están a un tris de un tuntunazo.
Pero la infamia no llega hasta allí. El chavismo ha demostrado con creces no sólo su versátil ineptitud, mediocridad y capacidad de latrocinio; sino que se ha encargado de crear a su alrededor un tipo de oposición igual de infame e impúdica. La infamia se demuestra sola. El pueblo no es tonto. ¿Por qué “El Burro” Martínez, Claudio, “Er Conde”, Ceballos, Ecarri o Brito no están reclamando cuál fue la cantidad de votos que sacaron en la contienda electoral del 28 de julio pasado? Lo mínimo que uno espera luego de una elección presidencial es saber cuántos votos sacó.
Pero no, al parecer a estos candidatos ese dato (el dato definitorio de la elección) no les importa. Ellos nos invitan, unos menos sutiles que otros, “a pasar la página”. O sea, los venezolanos debemos quedarnos quietitos mientras la camarilla delincuencial que nos gobierna desde hace casi veintiséis años se atornilla al poder así, porque les da la put4 gana. Ajá, ¿pero y los resultados electorales de la elección del 28 de julio? No importa. “Hay que pasar la página. Lo importante es construir la Revolución bonita”. Los alacranes siguen una especie de guion dictado por Pedro Carreño o Mario Silva. En suma, Claudio, “Er Conde”, Ecarri y los demás prefieren tirarle piedras a la luna.
Por su parte, en un programa televisivo en vivo (agosto de 2024), el perínclito Hermann Escarrá soltó la siguiente perla a la periodista Margarita Oropeza: “Lo que sí es verdad es que el pueblo de Venezuela tiene que ver las actas… tienen que presentarse inexorablemente las actas para la credibilidad y la seguridad del voto legal y democrático“. Si somos consecuentes con lo que dice el abogado constitucionalista, entonces debemos entender que “la credibilidad y la seguridad del voto legal y democrático” están, cuando menos, profundamente cuestionadas y esos “resultados” leídos por Amoroso la madrugada del 29 de julio no son más que cifras sin sentidos y, principalmente, un atropello a las normas republicanas más elementales.
Es decir, el voto como mecanismo de la democracia fue violado de forma flagrante e impune (nada parece indicar lo contrario).
Por su parte, el elástico Escarrá, desde luego, hará silencio largo y cómplice. No es nueva esa actitud en él. Ya en agosto de 2018 el cambiante Escarrá dijo que la nueva Carta Magna estaba en un 80% redactada. Ya sabemos qué pasó con esa Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de Maduro: nunca vio la luz, pero sí le limpió el camino al chavismo hacia su írrita e ilegal reelección en 2018 (la ANC se arrogó funciones que no le competían, como la de adelantar la elección presidencial, competencia exclusiva del CNE).
Evidentemente, no tenemos la menor idea de lo que pasará el 10 de enero de 2025. Lo más probable es que Maduro se autoproclame como presidente reelecto.
Eso sí, 3 segundos después de la autoproclamación, Maduro se transforma oficialmente en un dictador a la luz pública. El problema viene después. Hoy Venezuela tiene un riesgo país superior a los 22 mil puntos. Su salario mínimo es menor a los 3 dólares mensuales. Si a ello sumamos que más del 80% del “resurgimiento” de la producción petrolera viene de la mano de las inversiones de Chevron y otras compañías, podemos vislumbrar un panorama poco alentador para los venezolanos si Maduro y sus secuaces continúan por la senda dictatorial. Al parecer, el chavismo está dispuesto a “quemar las naves” con ellos adentro.
Evidentemente, este nuevo zarpazo a la democracia va a traer consecuencias bastante negativas para la alicaída economía venezolana, lo que va a repercutir de forma decisiva en la vida de los venezolanos, principalmente en la vida de los más pobres.
Pero Maduro tendría otras opciones. Como por ejemplo, pudiera, en un acto de inusitada magnanimidad y cordura republicana, declinar en su ambición de volverse dictador. Pudiera, ciertamente, tener una salida más, digamos, “elegante”; investirse (aunque sea un poquito) de sujeto republicano y respetar la decisión soberana del pueblo el 28 de julio. Si así lo hiciese, algo de ese naufragio chavista podría quedar en pie.