El “síndrome Serrano Mancilla”

Columnistas

Johan López

“La bajeza más vergonzosa es la adulación”.
Francis Bacon 

En el capítulo XXIII de El Príncipe, Maquiavelo deja algunas recomendaciones acerca de los aduladores y lo pernicioso que estos pueden ser para el ejercicio gubernamental. Un adulador desarrolla su “arte” a partir de dos posicionamientos. Por un lado, hay aduladores profesionales. Aquellos que, como dijo Borge, teniendo “el talento intacto” no les queda de otra que proyectar sus deseos —dado que son sujetos con profundas carencias afectivas, intelectuales, económicas, espirituales, entre otras— en otro sujeto que no tiene esas carencias y que, por el contrario, sobresale en algún ámbito específico de la vida.

Estos pequeños seres tienen, por lo general, una natural propensión a la mediocridad. Se acomodan a la situación y siempre están dispuestos a celebrar cualquier charada que haga o diga el sujeto al que adulan. Siempre están allí, a la sombra, a un ladito, esperando reír o celebrar lo que diga ese sujeto que sí tiene la gracia, el billete o el talento. No cuesta demasiado advertir su presencia, ver sus métodos, sus formas de congraciarse e intentar caerle bien a todos los que orbitan el universo del adulado. Pero este tipo de aduladores no preocupan mucho, principalmente porque, volvemos a Borges, “tienen el talento intacto”; su mediocridad no les permite sino avanzar parcamente.    

Los hay de otro tipo. Unos que, poseyendo el talento y el intelecto, se venden al mejor postor. Alquilan su consciencia y van por el mundo justificando las tropelías y desafueros de los sujetos adulados. Poco importa la infamia y la desfachatez con la que actúa ese sujeto, el adulador consciente (para diferenciarlo del adulador profesional), sabe que le puede sacar rédito a sus pensamientos, a su talento; a partir de allí mercantiliza su pensar. Por lo general, se valen de su prestancia académica o investigativa y, desde allí, opera su práctica adulatoria. 

Por ejemplo, Marta Harnecker, una confesa marxista y una mujer de militancia, escribió, en los albores de la Revolución Bolivariana (hacia 2003), un libro intitulado: Venezuela, militares junto al pueblo. El libraco de marras se trata de una serie de entrevistas a los militares que participaron en el golpe de Estado fallido del 4 de febrero de 1992 en Venezuela (golpe liderado por Hugo Chávez). El libro se mueve sobre dos vectores fundamentales, a saber: 1.- Señalar el origen humilde y noble de estos militares (se hace un énfasis supremo en la proveniencia popular de estos) y 2.- Indicar que estos militares son distintos a los militares (gorilas) del resto del sur del continente. Es decir, el meta mensaje de Harnecker era uno solo: estos sí son buenos militares porque provienen del pueblo. 

Habrá que recordar que un año antes, en 2002, la prolífica periodista chilena había publicado el libro Hugo Chávez Frías: un hombre, un pueblo. Libro en el que Harnecker justifica a Chávez y su revolución. Reivindica, a más no poder, sus orígenes populares y, sobre todo, su voluntad férrea en la defensa de los pobres.

Con este libro, la autora va dándole cuerpo algunas de las ideas centrales expresadas en el libro Caudillo, ejército, pueblo de Norberto Ceresole. La noción de presidente-pueblo, que el mismo Chávez usaba conscientemente, estaría previamente justificada tanto por Harnecker como por Ceresole. El libro de Ceresole salió en febrero de 1999, a pocos días de haber asumido Chávez el poder de manera constitucional. No obstante, habrá que recordar que la Revolución Bolivariana se decantó por la “potable” Harnecker y “le sacó el cuerpo” al confrontativo y polémico sociólogo argentino.

Ahora bien, tanto Harnecker como Ceresole hacían gala de un discurso laudatorio en favor de los militares venezolanos y su gesta heroica por liberar al pueblo de las ataduras neoliberales. Inicia así un relato oficial según el cual estos militares sí son buenos, patriotas, honrados y nobles. El otro meta mensaje en Ceresole y Harnecker: estos sí son militares buenos, no como los milicos chilenos o argentinos. En suma, la infamia no tiene nacionalidad. 

En este marco, la pregunta que me hago es: ¿Cuál es el límite de un adulador consciente-tarifado? Esos enigmas me interesan, fundamentalmente cuando esa defensa deliberada se realiza, por ejemplo, en favor de regímenes como el cubano o el nicaragüense. Hay quienes después de apoyar a regímenes como el de Hugo Chávez, optaron por un silencio largo. Tal es el caso del economista Alfredo Serrano Mancilla (el “Jesucristo de la economía” como lo llamó Nicolás Maduro en su momento). El caso de Serrano Mancilla es suficientemente llamativo como para no llamar la atención. Escribió un libro denominado El pensamiento económico de Hugo Chávez en 2014. Eso bastó para que, de una vez, Maduro lo incorporara a su equipo económico. Tanto así que Serrano Mancilla impuso un ministro de economía, el breve y gris Luis Salas. 

Serrano Mancilla proviene de las filas de PODEMOS. Ahora mismo dirige el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), conduce un programa de radio titulado Radio Pizarra y vive en Buenos Aires. Recientemente publicó un libro: Evo, Operación Rescate. Una trama geopolítica en 365 días. El libro tiene, seguramente (no creo que lo lea), el mismo sentido laudatorio de El pensamiento económico de Hugo Chávez. En sendos libros se ensalza (reitero: no he leído el que dedica a Evo) la pobreza como elemento unificador y a partir del cual se va configurando el pensamiento político de ambos líderes (Chávez y Evo). Ambos son la síntesis de la lucha de clases. Gente humilde que logró sortear los escollos del capitalismo y sembrarse en el corazón del pueblo.

En El pensamiento económico de Hugo Chávez, en el acápite 1.3. Primeras huellas en el pensamiento económico de Hugo Chávez, se lee: “Por casualidad —o no— el apellido Chávez proviene del vasco etxabe, que quiere decir “casa de abajo”. Precisamente Chávez nació en una casita de abajo, de los de abajo, de las mayorías que no eran parte del Progreso ni del Desarrollo pregonado por el Norte para atraer al capitalismo a los países del Sur (…) El pequeño Hugo creció ajeno a la década dorada del capitalismo caracterizada por una elevada tasa de ganancia para el capital privado y por la concentración de la riqueza sin parangón en los últimos siglos.

La familia Chávez, sin embargo, no pertenecía a ninguna clase privilegiada, ni a aquella elite local extranjerizada, ni al poder económico central del capitalismo, ni a la clase trabajadora de los países centrales”. (P.39).  El mecanismo, como ya lo hiciera Harnecker con sus libros Hugo Chávez Frías: un hombre, un pueblo (2002) y Venezuela, militares junto al pueblo (2003), consiste en señalar los orígenes humildes de este militar y luego inscribirlo en el ideario de la pobreza. A partir de allí se da inicio a la narrativa épica: el viaje del héroe —que viene de abajo— que se abre paso ante la adversidad y logra convertirse en el redentor de las masas populares. 

No deseo extenderme en el mecanismo emotivo-discursivo de integración orgánica entre ese “héroe” y las masas desposeídas —en la construcción del relato— porque no es el centro de lo que intento señalar. Sí me gustaría que el “Jesucristo de la economía”, algún día, se hiciera cargo de eso que denominó como “en pensamiento económico de Hugo Chávez”, sobre todo por dos elementos fundamentales.

El primero es que Venezuela muestra los peores indicadores económicos de toda la región y del mundo (desde hace por lo menos unos 8 años); con una hiperinflación sostenida de más de 5 años. En 8 años, según el economista Manuel Sutherland, la economía ha perdido cerca de un 80% de su PIB (ver artículo de Sutherland en: https://politikaucab.net/2021/11/22/el-gran-aumento-de-la-desigualdad-en-la-venezuela-bodegones-elites-y-micro-salarios/?fbclid=IwAR0El44w-Gpt8KZN9qKiwovHT5rHxrG0CK0cMHQgLyR3R2qcPAvMHWdbY_U) y, además, Venezuela tiene 29 trimestres ininterrumpidos de decrecimiento. ¿Dónde está “el pensamiento económico de Hugo Chávez? A menos que se trate de una serie de recetas para volver puré el sistema económico-productivo de un país.

Desde que Chávez asumió el poder, la producción petrolera venezolana se ha venido a pique sistemáticamente. Ahora mismo, según cifras de la OPEP, Venezuela está produciendo poco más de 400 mil barriles de petróleo por día. En su momento, a fines de los 70, la estatal petrolera PDVSA llegó a ser de las primeras empresas estatales del mundo. 

En segundo lugar, me gustaría preguntarle a Serrano Mancilla de dónde, en qué parte, de qué folletín extrajo “el pensamiento político de Hugo Chávez”. Chávez, al igual que Maduro, no escribía nada. Era un megalómano que se inventaba cosas sobre la marcha. Entiendo que el papel de intelectuales como Serrano Mancilla consiste en construirle relatos y épicas exprés a tipos como Chávez. Pero, siendo sincero, no sé de dónde sacó eso del “pensamiento económico de Hugo Chávez”, la verdad que no lo sé.

De igual forma, habría que ver la efectividad de “ese pensamiento económico”, sobre todo por los nefastos resultados de la economía venezolana. A menos que ese “pensamiento” sea una “traducción libre” de Serrano Mancilla de los pastiches económico-financieros del Gobierno de Chávez para congraciarse (como en efecto lo hizo) con Maduro vía lobby PODEMOS. Un pensamiento se recoge y registra a partir, fundamentalmente, de lo escrito. No es este el caso de Chávez. ¿Qué manifiesto, tratado o cuartilla escribió el ex presidente para que Serrano Mancilla hable de su “pensamiento económico” en más de 500 páginas?

529 años después, el español volvió a cambiarnos espejitos de colores por oro. Ahí está Serrano Mancilla, no dice nada (absolutamente nada) de Venezuela, Cuba o Nicaragua. Es experto en macriología (Mauricio Macri), bolsonarología (Bolsonaro), duqueología (Iván Duque) y de todos los presidentes y gobiernos que no estén alineado al eje Cuba-Nicaragua-Venezuela, por ejemplo, o más específicamente al Grupo de Puebla, que no sabemos bien qué es, pero sí sabemos que sus miembros son algo así como la contracara del Grupo de Lima; a estos países del Grupo de Puebla Serrano Mancilla no los menciona en sus análisis geoeconómicos y políticos, a menos que sea para ensalzarlos.

Ahora está instalado en Buenos Aires, dirige la CELAG, se construyó su propio búnker de pensamiento progre y entre sus amigos están el presidente argentino Alberto Fernández, los ex presidentes Rafael Correa, Dilma Rousseff, Evo Morales, Manuel Zelaya, entre otros. ¿Cómo mantiene a su equipo de colaboradores y expertos? Seguramente no lo hace con su sueldo de profesor (no sé si sigue siendo docente).

De engaños y engañadores  

Hace poco más de un año le hice algunas preguntas por las redes sociales a Serrano Mancilla. Su respuesta fue contundente: me bloqueó. Las preguntas tenían más o menos el mismo tono de las interrogantes que me hago en este texto. Entre tanto, este trabajo bien pudo llamarse “El síndrome Monedero” o “El síndrome Enrique Dussel”, pero preferí tomármela con Serrano Mancilla. Aunque observo en Monedero todos los “méritos” para hacer este tipo de ejercicios más o menos ociosos y exegéticos. 

A Monedero lo conocí en Caracas, en el “Callejón de la Puñalada”. En una oportunidad, en el año 2013, el politólogo español estaba en compañía de Íñigo Errejón y del actor Willy Toledo (recién había visto la película de Alex de la Iglesia Crimen ferpecto, en la que Toledo estuvo, como siempre, magistral). Cuando le pregunté a Íñigo que dónde trabajaba, algo mustio me contestó: “Somos asesores de la consultora GIS XXI”. Como recordarán algunos lectores, esa consultora pertenecía a Jesse Chacón, un ex militar y hombre de confianza de Hugo Chávez, quien ocupó importantes cargos dentro del chavismo, estuvo al frente de cuatro ministerios, a saber: Despacho de la Presidencia, Comunicación e Información, Relaciones Interiores y Ciencia y Tecnología. Actualmente Chacón se desempeña como Jefe de la Misión Permanente de la República Bolivariana de Venezuela en Austria, concurrente en Croacia y Eslovenia; y la Misión Permanente de la República Bolivariana de Venezuela ante la Oficina de las Naciones Unidas en Viena y los Organismos Internacionales con sede en Austria. Un cargo que le permite mirar la miseria del mundo desde el primer mundo. 

Como quiera que sea, los podemistas tienen una larga asociación con el chavismo. Lo sé de primera mano. Monedero y PODEMOS lograron dejar fichas en Venezuela, como al amigo Alejandro Fierro, español que está radicado en Caracas. En todo caso, lo que intento perfilar con este texto son las formas en las cuales una pluma, una consciencia, un intelecto se reditúa si se le sabe sacar provecho. No digo que Serrano Mancilla o Monedero no sean sujetos talentosos, lo son (y mucho). Su talento se pone de lado de quien esté dentro de su órbita ideológica y eso, bien mirado, es perfectamente válido y no puede ser reprochable. Lo que sí se critica es que ese intelecto intente “blanquear” la satrapía y el pillaje. Que rinda culto a las infamias y que sus análisis tengan ese binarismo sin ambages ni medias tintas que tanto daño ocasiona: los buenos (los nosotros como una identidad—aunque heterogénea—) y los malos (los ellos —todo aquello que se oponga al nosotros-indentitario—). Posicionados ideológicamente, sus análisis se vuelven predecibles y aburridos.  

Ya sabemos, por ejemplo, que en el libro Evo, Operación Rescate. Una trama geopolítica en 365 días de Serrano Mancilla, hubo buenos y malos. Evo fue víctima de una conjura imperial coaligada con factores de la derecha boliviana, como Camacho y Añez, que establecieron las bases para un golde de Estado. Un resumen del libro sin necesidad de leerlo. No hace falta ser Nostradamus para advertir por dónde va el libro del “Jesucristo de la economía”. Seguramente, en el libro de Evo también habrá lugar para la épica del indígena que llegó a ser presidente. Borrando cualquier viso negativo que contravenga la figura arquetípica de Evo, epítome de la lucha por la emancipación y la reivindicación de los pueblos indígenas y la pachita mama…

En toda esta historia hay un punto que me resulta fundamental. Me pregunto: ¿Qué pasa con estos sicofantes cuando se someten al escrutinio académico? ¿Cómo se enfrenta un Serrano Mancilla a la pregunta del estudiante acucioso? ¿Desde dónde y cómo les hablan a sus pares académicos? Principalmente porque saben que sus ficciones e intentos de “blanqueamientos” de regímenes autoritarios y despóticos no soportan el análisis y el rigor de la prueba científica e investigativa. ¿Será por eso que Serrano Mancilla hace un largo y estratégico silencio sobre el caso Venezuela? No lo sabremos nunca. 

Lo que sí está claro es que el “Jesucristo de la economía” maneja unos recursos importantes y que los usa para, precisamente, justificar gobiernos autoritarios y, por otro lado, denostar de aquellos gobiernos que no son parte de su ideario político-ideológico. Esto último no tiene nada de malo. Pasa que esa potencia analítica y radical tiene una sola dirección, es monocorde y en todo predecible. No existen giros de ningún tipo, es como las historias de vaqueros: buenos contra malos. Buenos sin matices, malos igualmente tratados. Como si las realidades políticas sólo se circunscribieran a un patrón ideológico estático o, tanto peor, monolítico. En suma, está claro que Monedero y serrano Mancilla son apologistas seguramente tarifados. Eso no se puede probar, claro está. Aunque con Monedero, el asunto tiene otro cariz, dado que en España se están abriendo expedientes para ver cómo fueron esas contrataciones del Gobierno venezolano por las jugosas “asesorías” que brindaba el politólogo español al chavismo.

Por lo pronto, espero que algún día Monedero, Dussel, Atilio Borón, Serrano Mancilla, Luis Britto García, entre otros, hagan uso de sus filosas plumas y denuncien las condiciones inhumanas en las que trabajan los docentes universitarios en la Venezuela chavista, donde un profesor titular gana 11 dólares al mes. Sabemos que no lo harán. Y no lo harán porque hay una tarifa de por medio o, cuando menos, el financiamiento alguna fundación o el otorgamiento de un premio de 150 mil dólares por ser apologistas ideológicos (Borón). Ojalá estos colegas (todos profesores universitarios) fuesen a trabajar en esas condiciones allá a Venezuela. Que fuesen a la Universidad de Oriente—núcleo Sucre—y vean cómo la barbarie quemó su biblioteca central y su auditorio principal y que además de ello, cobren 11 dólares al mes. Pero no, los sicofantes y aduladores conscientes toman el camino más fácil: ser apologistas de algún sátrapa tiranuelo y desde allí construyen sus fundaciones, centros de estudios, ganan uno que otro premio, van de gira por los países predicando un “evangelio ideológico” donde sólo hay buenos y malos

Ahí están los Serrano Mancilla y los Monedero hablando de pobreza y compromiso social mientras construyen sus fundaciones y centros de estudios con el dinero del pueblo al que dicen representar. Pero ni una línea escriben sobre la diáspora forzada de millones de venezolanos que van por el mundo jugándosela para ganarse unas monedas para enviar a un país devastado por la tiranía que ellos defienden es sus trincheras de mármol de carrara.  

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