La odisea de un viaje que casi termina en tragedia

Columnistas

Ramon Velasquez Gil

Esto ocurrió hace ya unos quince años. Aproximadamente, en un viaje de pesca y cacería. 

Ya habíamos navegado más de dos horas río abajo, hasta llegar a la desembocadura del río Guariquito Blanco en el río Guariquito; entonces remontamos el Guariquito blanco, aguas arriba hasta llegar al ¡Pozo la ollita!, Un lugar muy ancho y profundo del rio, con muchos cocodrilos donde según la leyenda, El rubio, legendario personaje, dueño del Hato la Rubiera, lanzaba la gente que mataba para que se los comieran los caimanes.

Páramos un rato en una playa del pozo y comimos algunos sánduches que llevábamos e ingerimos algunas cervezas y refrescos. Embarcamos de nuevo y regresamos río abajo, pues según nuestros cálculos, solo quedaba gasolina para el regreso río arriba por el río Guariquito, lo que lógicamente consume un veinte por ciento más de gasolina al navegar contra la corriente.  Era el mes de octubre ..época esta en que los ríos llaneros crecen hasta salirse a la sabana abierta; por esta razón, tanto el río Guariquito como el río Guariquito blanco, se encontraban crecidos de monte a monte hasta salirse a la sabana. Navegábamos tres lanchas en caravana; adelante iba Zoilo, con el iban Elvo Malabe (Q.E.P.D), Pancho y el indio vaquiano de nosotros; más atrás navegaba el Dr. Rafael Arturo Carreño (Q.E.P.D) acompañado del Dr. Mardonio Jimenez y Paco Meza, el cazador y por último,  navegávamos Wilfredo Azuaje, Anibal Bernal (Q.E.P.D) y mi persona, quien a petición de Wilfredo, dueño de la lancha, pilotaba la misma es esos momentos.

Así navegábamos cuando al llegar a una curva del rio, vimos una lancha orillada y amarrada a unas raíces sobresalientes, con cinco personas a bordo los cuales nos hacían señales con los remos, lo que significa: solicitud de ayuda.  Las lanchas que navegaban delante de nosotros, pasaron de largo pero cuando nos tocó a nosotros pasar frente a ellos, pudimos observar que se trataba quizás de turistas extranjeros pues casi todos eran rubios. Pero lo que más nos alertó, fue que se podía ver a un niño de unos ocho años, herido en una mano.  Mi primera reacción fue pensar en detenerme, pero en virtud de que la lancha no era mía, volteé a ver a Wilfredo para decirle que pararíamos, pero cuando le vi la cara, ya Wilfredo, hombre de principios había pensado lo mismo que yo y me iba a decir que me regresará ayudar a esa gente.

Entonces, giré en uno ocho cero (180°) con la lancha y regrese a donde estaban amarrados los de la lancha averiada.

Efectivamente, se trataba de turistas alemanes que por inexperiencia en esas lides se habían quedado sin gasolina, no obstante que llevaban un vaquiano llanero.

Sumado a esto, estaba ciertamente un niño herido en una mano, al ser mordido por una piraña que había pescado; al tratar de sacarla del anzuelo.  Era una herida profunda, por la cual se le hinchaba la mano rápidamente.

De manera inmediata, decidimos que a esta gente había que sacarla de allí.  Así que atamos la cuerda de su lancha a la popa de la nuestra para remolcarlos.

En esta operación de remolque, cometimos un grave error que más adelante comentaré.  Mientras, las otras lanchas que navegaban delante de nosotros, al ver que paramos, también se regresaron hasta la lancha accidentada.

Comenzamos la operación de remolque. Primero río abajo hasta la confluencia del río Guariquito blanco con el Guariquito sucio; en donde doblaríamos a la izquierda aguas arriba hasta nuestro campamento.

A todas estas, a los turistas alemanes los dejamos a bordo de su lancha averiada, sin darnos cuenta que arrastrar ese peso contra la corriente, nos consumiría el triple de gasolina.  Así íbamos navegando cuando al cabo de una hora, más o menos, el motor de la lancha que yo pilotaba comenzó a sacudirse y a fallar hasta que se apagó.

Evidentemente se había quedado sin gasolina, faltando todavía una hora y media más o menos, para llegar al campamento donde Ramón Hernández en el paso del caballo. Nos orillamos las cuatro lancha que navegábamos en caravana pues ahora yo iba de primero con la lancha que llevaba a remolque.

Alli decidimos sacar un poquito de gasolina a cada lancha y suministrarsela a la que yo conducía.

Hecho esto, continuamos la navegación mientras caía la tarde ya casi desapareciendo el sol, mientras el río bajaba cada vez más caudaloso arrastrando troncos de todos los tamaños.

No habíamos navegado mucho desde la última parada, calculo que unos treinta minutos.. cuando de nuevo comenzó a «toser» el motor de la lancha..hasta que se apago.

Nos orillamos de nuevo y en seguida llegaron las otras dos lanchas con malas noticias también: sus tanques estaban en la reserva, lo cual indicaba que ninguna lancha tenía gasolina para llegar al campamento del ¡paso del caballo!.

..Ya prácticamente estaba oscuro y debíamos alumbraron con las linternas, que gracias a Dios, a ningún cazador o pescador jamás se le queda en el campamento..cuando sale al monte.

Amarramos las cuatro lanchas una al lado de la otra..en plena oscuridad mientras el niño lloraba,  quizá por el dolor o tal vez por el miedo al escuchar el bramido del río crecido que bajaba con troncos y madera de todo tipo.

Dada las circunstancias y el lío en que estábamos metidos, comenzamos a intercambiar ideas sobre cómo salir del atolladero.

Se escucharon varias ideas pero la única que pareció factible, fue la del indio «vaquiano» que andaba con nosotros, quien expuso que el conocía a los dueños de una finca que estaba a la orilla del rio y que acabábamos de pasar..unos veinte minutos río abajo..y que estaba seguro de que ellos tenían gasolina.

A todo el mundo le pareció buena la idea y zoilo propuso que en su lancha que era a la que más gasolina le quedaba pero que la pilotará otro; el no iría pues se sentía muy cansado.

Dicho esto, y después de unos angustiosos segundos, todo el mundo dirigió la mirada hacia mi. Bueno,  no dejaron de elogiarme y endulzarme: que yo era un buen piloto, que yo las tenía bien puestas, etc, etc.

Con o sin elogios, no me podía negar y realmente me sentía capacitado para cumplir esa misión pero nunca para lo que sucedería después.

Entonces suministramos un poco más de gasolina de la poco que quedaba, al motor de la lancha que llevaríamos; nos equipamos el vaquiano y yo con las mejores linternas y emprendimos la navegación río abajo.

Esta lancha era con comando atrás en el motor, por lo que el vaquiano iba en la proa, alumbrandome y guiándome para esquivar los troncos que eran arrastrados por el rio..a menor velocidad. Yo, iba atento, empleando todos los sentidos  sorteando curvas y obstáculos del río para llegar al lugar donde estaba la finca. Al rato de navegar y al pasar una curva, pudimos observar..la tenue luz de un bombillo a la orilla, habíamos llegado.

Orille la lancha, la amarramos a una rama..y el vaquiano subió a la casa de la finca., con el bidón donde traeriamos la gasolina.

Yo me quedé esperándolo en la lancha y paso un buen rato; más del que debiera haberse tardado, hasta que por fin regresó y con gasolina,..solo que con malas noticias para mi.

Mire camarita, «aquis ta» la gasolina.. pero yo no vuelvo «poray»..me dijo.

¿Que?como es eso amigo, usted no se puede quedar aqui..pues yo solo..y río arriba..no puedo navegar en esta oscuridad.

Lo siento mucho camarita pero yo aquí me quedo, me respondió dando media vuelta y regresando a la casa de la finca. Aparentemente, su tardanza fue hablando y quizás oyendo a los de la finca..sobre que no corriera ese riesgo río arriba..pues era mucho más peligroso. Me quede pensando..pero no mucho,..no había mucho que pensar… pues varias personas..y entre ellos un niño, dependían de mi.

Armando me de valor encendí el motor, no sin antes y como pude, echarle un poco más de gasolina al tanque…ya que de ese bidón que llevaba, dependía el que pudiéramos llegar al campamento esa noche.

Ya para entonces..en el momento que inicié el regreso,..eran más o menos las nueve de la noche.

Arranque pilotando parado en la lancha, en una mano la linterna y con la otra el timón y el bigote acelerador, alumbrando hacia adelante, solo que la luz de la linterna apenas sobrepasaba la punta de la lancha.

A Dios gracias, pronto la vista se acostumbró a la oscuridad y medio podía ver la silueta de los troncos grandes que venían bajando en dirección contraria, los cuales podía esquivar mientras que otros rozaban el casco de la lancha..produciendo un crujido.

El choque frontal con uno de esos troncos hubiese sido el final.

No lograba ver ninguna de las dos orillas del rio, guiandome solo por la espuma blanca del agua corriente…que sorprendentemente brillaba y..parecía guiarme como la ralla blanca de una autopista.

En la medida que voy escribiendo esto..me van surgiendo los recuerdos..de esos momentos..en que ya no pensaba tanto en los que me esperaban..si no en salvar la vida.

Curva tras curva ya la linterna prácticamente no alumbraba pero cada obstáculo, cada tronco o rama lograba verla en un ultimo instante..y lograba esquivarlos.

Me solía el brazo del timon,..me dolían los ojos de tanto sobreexigirles, los pies mojados no los sentía por el frio pero me decía a mi mismo que de esta saldria vivo.

Según mis cálculos ya me faltaba poco por llegar y asi, al salir de una curva y comenzar una recta del río, pude entrever a lo lejos una mancha blanca. era el aluminio de una de las lanchas..que se reflejaba con las estrellas.

En ese momento no pensé en mi solamente, en ese momento pensé: estamos salvados.

Fui recibido con alegría y aplausos.. pero cuando se dieron cuenta..de que venía solo, no lo creían; pensaban que el vaquiano estaba escondido en la lancha por joder.

Cuando se dieron cuenta de que de verdad venia solo,..no se imaginaban como yo solo,..con una linterna cuya luz solo llegaba ya.. a un metro de distancia como máximo,pude hacer ese recorrido.

Ya pasada la alegría de mi llegada con la gasolina..y en vista de que la realidad era ..que solo había conseguido gasolina para un tanque, se formó otro intercambio de ideas…sobre a quien se le suministraba esa gasolina.

Entonces y en vista de que había un niño herido y de que el vaquiano de los turistas alemanes era experto conocedor del rio, se tomo la decisión de poner la gasolina a la lancha de ellos; enviar al niño con su padre; al vaquiano de ellos quien conduciría la lancha y uno de nuestro grupo que traería, de regreso con el vaquiano, suficiente gasolina de nuestro campamento..para todas las lanchas.

Así se hizo, enviando por parte de nosotros a Paco Meza, el cazador, quien se encargaría de recoger la gasolina en nuestro campamento. El grupo partió y los demás nos quedamos,..sentados inmóviles en las lanchas pues no había tierra seca donde bajarse.

Calculamosque dicha misión tardaría en regresar unas dos horas, así que nos aprestamos a esperar pacientemente, no había otra opción.

Fueron unas dos horas aproximadamente, interminables bajo una noche oscurísima, por lo que podíamos ver un cielo «cundido» de estrellas algo a lo que normalmente uno no le para mucho pero con frío, hambre, cansancio y sin ganas de hablar, no había más que hacer.

Sentados y entumecidos,..oyendo y sintiendo el bramido del rio..con el pantanoso olor a aguas crecidas…

Llevábamos ya bastante rato..desde que partio la lancha con el niño herido,..cuando una pequeña brisa trajo..como un lejano y sutil sonido de motor..pero en seguida se dejo de escuchar. 

Sin embargo,..todos quedamos atentos,..con las orejas paradas..a ver si lo volvíamos a escuchar.

Al ratico y con otro golpe de brisa,..escuchamos de nuevo el inconfundible..y para nosotros gratisimo sonido de un motor.

Ahora..lo escuchábamos con mayor claridad..y sin dejar de oírlo,..se fue acercando cada vez mas…hasta que al salir de la curva..pudimos ver el pequeño punto de luz de una linterna.. pero que para nosotros,..era como la luz al final del tunel.

Efectivamente eran.. «los muchachos»..Paco y el vaquiano;..,ninguno de los dos bajaba de 60 años de edad…pero en ese momento para nosotros eran los muchachos..que nos traían la preciada gasolina..con que podriamos llegar al campamento.

Para bien de nuestros magullados cuerpos ..en esos momentos,..al siempre buen compañero de cacería..Paco Meza..no se le olvidó montar también en la lancha.. una cava de cervezas bien frias,..un tolete de mortadela Giacomello..y una bolsa de pan.

Volvimos a la vida…a esa hora,..eran las Dos y Cuarenta de la madrugada.

Llenamos los tanques de gasolina de cada lancha..y pusimos proa al campamento.

Por el camino..tomamos algunas cervezas..y comimos pan con mortadela..mientras navegavamos en la oscuridad,..pero ahora nos sentíamos los Reyes del río.

Llegamos al campamento..más o menos a las tres y media de la madrugada, desembarcamos y nos despedimos del vaquiano y de los dos alemanes que todavia quedaban con nosotros, cuyo campamento estaba un poco mas arriba que el nuestro.

Estos señores, tendrían toda una vida para contar a sus hijos y nietos..en su lejana Alemania, la aventura que acababan de pasar en los ríos Guariquito y Guariquito Blanco, ubicados en el Parque Nacional Aguaro-Guariquito, entre los estados Guarico y Apure..de nuestra Venezuela.

Al día siguiente nos enteramos que el niño herido..había sido llevado a una clínica en la ciudad de Calabozo, Estado Guarico..y que una ves hechas las curas médicas estaba bien.

Así termina esta historia cuya narración esta ajustada a la verdad de todo lo ocurrido..en un cien por ciento, salvo algunas omisiones que se me escapan por la distancia.

En memoria de tres amigos..que estuvieron con nosotros en esa aventura y que ya partieron a la eternidad:

Elvo Malave Miranda

Aníbal Bernal

Dr. Rafael Arturo Carreño.

Saludos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *