El “efecto” Iglesias

Columnistas

Johan Manuel López Mujica 

«Cuando uno no es útil tiene que saber retirarse«.
Pablo Iglesias, 04 de mayo de 2021

A Pablo Iglesias y a su partido lo vapulearon en las elecciones de la Comunidad de Madrid. Su respuesta, a menos que se trate de un artilugio -especie de repliegue estratégico-, resulta sensata. Un tipo joven renuncia a la política de forma abrupta; no soportó la derrota. Un tipo de «cuero débil». 

Su auge duró poco. Él mismo selló su destino. Ahora dice que se retira de la política, veremos. Eso de “inteligencia política» es lo que más resalta de su breve alocución. Entendió que su figura subió mucho en poco tiempo; empero, en poco tiempo también se dio su caída. Ahora veremos qué dirán algunas de las «las viudas» de Iglesias como Alfredo Serrano Mansilla o Jun Carlos Monedero. ¿Qué maromas harán para explicar esta derrota en una plaza electoral tan importante como Madrid? 

Los discursos y las prácticas políticas también se desgastan. Cuando el discurso de la promesa (demagogia de por medio) es lo que sostiene buena parte de la acción política, suceden, por lo general, dos cosas. En primer lugar, es posible que ese tipo de estrategias se posicionen en grandes conglomerados humanos, sobre todo si la demagogia va acompañada de una clientelización del campo político-partidario. Eso ha pasado muchas veces a lo largo de la historia (va de derecha a izquierda). Pero, en segundo lugar, ese discurso tiene límites.

La promesa incumplida, la práctica que niega el discurso («Ser rico es malo», decía a todo gañote Hugo Chávez, mientras su ministro estrella Rafael Ramírez señaló recientementeque en su gestión al frente de la estatal petrolera “se perdieron más 700 mil millones de dólares” —ver entrevista concedida por el ex ministro chavista a la DW alemana—) también tiene fecha de caducidad. 

Iglesias animó a muchas voluntades, sobre todo a partir de mayo de 2011 (con la protesta de los indignados del 15-M). PODEMOS surgió como aire fresco en la política española. Ahora su líder más emblemático tira la toalla porque siente que es un lastre para el propio partido que fundó: “No contribuyo a sumar”, dijo cabizbajo. ¡Un lastre en tan corto tiempo! No sé en qué otros escenarios políticos se han dado tales debuts y despedidas de forma tan abrupta. PODEMOS se fundó en 2014; su gran auge fue, como dije, el 15 M-2011. Con su renuncia a la política partidaria y de gestión, Iglesias cierra una época que pudo marcar el destino de España por muchos años, pero no, no sucedió. Uno de sus ejes principales: el discurso populista (con Laclau como principal teórico de cabecera) fracasó, no logró animar más voluntades. Hay que recordar que PODEMOS ya venía perdiendo empuje electoral. Esta elección madrileña le da una cornada de frente al mustio y descolorido partido: “esa flor ya no retoña”, decía una canción en voz del magnífico Pedro Infante.  

Programa de tertulia política para Hispan TV presentado por Iglesias.

El discurso deliberadamente antagónico —de grieta— terminó por no calar. Fracasó “la construcción de un sujeto pueblo” a partir de una serie de enunciados animosos y anti statu quo. También perdió Laclau y sus estrategias populistas. Iglesias muestra su pena y pesar en la escena mediática, esa que tan bien conoce desde sus tiempos en La Tuerka y Fort Apache. La escena mediática y la contundencia de la declaración dan cuenta del fracaso de una política fundada en la división ex profesa de la sociedad; no se entendió que el juego democrático liberal (ahí nos seguimos moviendo) tiene que ver (so pena del malestar de Laclau y epígonos) con articulaciones, negociaciones, vaivenes, consensos, acuerdos, idas, vueltas, flujos, reflujos, contraflujos, deliberaciones, entre otras;  y no con la supresión de los otros diferentes. La construcción discursiva laclauniana de un “adentro” (los nosotros-pueblo) y un “afuera” (los ellos-casta) es incompatible con la democracia liberal. Es allí, seguramente, donde Iglesias “falló el pedal”: creyó que se podía construir un marco democrático radical a partir de la polaridad (binaria) radical populista (el antagonismo radical expresado en la fórmula discursiva-grieta nosotros-ellos). Justo allí, en la negación de la heterogeneidad democrática (imperfecta, se sabe) le dieron la estocada. Justo allí, frente a las cámaras, Pablo Iglesias renuncia a la política.

Pierde él y su partido, pero también pierde Laclau y sus ficciones teóricas barrocas y desiderativas. El triunfo de Isabel Díaz Ayuso, más allá de su filiación política e ideológica, tiene que ver con la democracia. La Comunidad de Madrid votó por el Partido Popular. Más allá de gustarnos o no el resultado, éste fue expresión del voto como mecanismo democrático-liberal de participación. Es ese, y no otro, el mecanismo por excelencia para escoger a los representantes políticos. No hay otro, nos guste o no; ello sería parte otra discusión. De hecho, fue ese mecanismo democrático el que llevó a PODEMOS a estar en la palestra pública. Ganaron varios escaños en el parlamento español y en comunidades autónomas. 

El propio Pablo Iglesias, al desligarse del Gobierno español para participar en las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid, lo que estaba reconociendo es el marco democrático español. Aceptó participar en esas elecciones y, como pasa siempre en toda elección democrática, pierdes o ganas. Al líder de PODEMOS le tocó perder frente a un adversario directo (PP) con el que antagonizó desde sus inicios en la carrera político-partidista. 

Díaz Ayuso redobló la apuesta y señaló, un par de semanas antes de la elección en Madrid que: “Los madrileños van a tener que decidir entre socialismo o libertad”. En este punto, habría que establecer que sería de un reduccionismo chirle señalar que la frase de marras inoculó un veneno anti comunista en los votantes de la capital española. Desde luego que no es así. El comunismo y el socialismo (cada uno por su lado) han “hecho méritos” propios para tener el rechazo político-partidista. Ni una sola experiencia gubernamental de este tipo ha tenido algún margen de éxito probado. ¿Acaso países como Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Bielorrusia o cualquiera de las ex repúblicas de Europa del Este fueron ejemplos para ser emulados? 

Algunos amigos comunistas se irritan mucho cuando se señalan estas cosas. Otros dicen —haciendo gala del ejercicio más pobre y lamentable de excusáticaque pueda existir que “eso nunca fue comunismo y/o socialismo”. Ante lo cual no queda sino repreguntar: ¿Entonces qué países han sido socialistas y/o comunistas? Hasta ahí llega el debate. Esa galera de magos ya no da conejos. Más aún, se le pregunta a los camaradas, algo irritados: ¿Por qué no ha habido, entonces, países con gobiernos socialistas y/o comunistas? En el fondo, no mucho por cierto, lo que sucede es que esas expresiones político-partidistas e ideológicas no compatibilizan con la democracia; para lo cual bastará con citar dos frases de dos de los referentes más importantes del comunismo de todos los tiempos y ver cómo se expresa esa incompatibilidad: 

“Los comunistas no se cuidan de disimular sus opiniones y sus proyectos. Proclaman abiertamente que sus propósitos no pueden ser alcanzados sino por el derrumbamiento violento de todo el orden social tradicional.  ¡Que las clases directoras tiemblen ante la idea de una revolución comunista! Los proletarios no pueden perder más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo por ganar”. (Marx y Engels,Manifiesto comunista).

“El concepto de “oposición” corresponde a la lucha pacífica y exclusivamente parlamentaria, es decir, corresponde a una situación no revolucionaria, en ausencia de revolución. En una situación revolucionaria nos encontramos con enemigos, en guerra civil; ninguna jeremiada reaccionaria de pequeño burgués hará cambiar ese hecho”. (Vladimir Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky).

Filósofo político argentino cuyas ideas sobre la «democracia radical» y el populismo influyeron en los políticos de la nueva izquierda latinoamericana, así como en activistas de todo el mundo

¿Hará falta explicitar cuán incompatible son ambas citas con la democracia de consenso? Tengo la impresión de que Díaz Ayuso no es la que coloca en “descrédito” al comunismo (en oposición a la democracia como epítome político de la libertad). Pero el asunto no se “reduce” a un par de frases de sendos emblemas del comunismo (frases como esas abundan en toda la estructura gnoseológica, filosófica y práctica del socialismo y/o comunismo —no es de mi interés, ahora mismo, hacer las distinciones del caso entre uno y otro—). La propia historia nos ofrece un panorama más que revelador. Desde 1948, Corea quedó dividida por el Paralelo 38: el norte bajo la tutela directa de la entonces Unión Soviética y el sur bajo la égida de EEUU y aliados. Veamos cómo le va a un país y otro en la actualidad. Seguramente las relaciones concretas de trabajo, educación, participación política, economía, recreación, salud, cultura, tecnología… entre ambas Coreas debe dar pistas para sacar algunas conclusiones más allá de la manida frase izquierdosa (en alusión a régimen político inaugurado por Kim Il-sung) “Eso nunca fue comunismo/socialismo”. 

Cualquier denuesto anti comunista de Díaz Ayuso se queda corto —pongamos por caso— ante la ruinosa y vil realidad de países como Corea del Norte o Cuba. De tal forma que el anti comunismo no inicia ni termina con las declaraciones de Díaz Ayuso; sólo hay que detenerse a constatar cómo es el día a día de la gente en Corea del Norte o Cuba. El país asiático está gobernado, desde hace más de 72 años, por una misma dinastía. Mientras que el castrismo ha dominado la isla por más de 61 años. Ninguna conservadora como Díaz Ayuso, Cayetana Álvarez de Toledo o Pablo Casado tiene que señalar tales obviedades.

Ahora bien, en la rara alquimia discursiva de los camaradas (todo lo responden desde el dogma, esa verdad pétrea y unilineal), escasean las respuestas ante esta interrogación: ¿Cómo desligar a Cuba y a Corea del Norte del comunismo? En todo caso, el modelo político de Occidente es el democrático; ha cristalizado como “habla social” y como práctica gubernamental. Se puede decir lo que sea de la democracia, se la puede cuestionar desde muchos flancos, es cierto. Sin embargo, las “alternativas” al modelo democrático liberal no muestran una mejor cara; de hecho, en la mayoría de los casos, lo que ponen en evidencia es el autoritarismo, la arbitrariedad, el irrespeto a las libertades más elementales. 

Veamos los ejemplos de Lukashenko, Putin o el chavismo en Venezuela. Es cierto, en esos países hay democracia, pero ésta está atravesadas por el espíritu autoritario y la arbitrariedad de todo tipo y orden. Estos gobernantes, luego de llegar al poder gubernamental a través del voto liberal, inician un proceso sistemático que consiste en “acomodarse” (como traje a la medida) toda la institucionalidad democrática para que opere en una sola dirección: la de ellos y su prolongación en el Gobierno. 

Esos regímenes se sostienen a partir de una mecánica gobernativa que emplea algunos (mínimos) rasgos democráticos (sólo los que les son funcionales) combinados con la más bestial política de garrote. Así tenemos que, por ejemplo, Lukashenko tiene más de 25 años al frente del Gobierno, Putin 20 y el chavismo 22; con la posibilidad de mantenerse más tiempo en el poder gubernamental, dado que hicieron “ajustes” al sistema democrático para que fuese funcional a sus proyectos. La pregunta que surge es: ¿Qué otro régimen de Gobierno democrático se ha mantenido en el poder por más de 15 años? Ninguno… O sí: Merkel en Alemania. Pero, estemos claros, Alemania no es Rusia, ni Bielorrusia y mucho menos Venezuela. La propia Merkel está bastante lejos de ser una sátrapa confesa como sí lo son Lukashenko, Putin o Maduro. 

En definitiva, para volver al peludo Iglesias y su renuncia a la política partidaria y de gestión, debemos señalar que Díaz Ayuso lo que hizo fue poner en el mercado de los discursos electorales un aserto, una constatación: el comunismo no ha dejado buenos recuerdos a su paso por algunos países. La mala fama comunista no sólo se construyó sobre la base de la propaganda anti comunista, principalmente en tiempos de macartismo. Seguramente ese esfuerzo propagandístico caló en buena parte de los sectores populares y medios de la sociedad de la postguerra. Pero los mejores propagandistas del anti comunismoy/o socialismo son los propios camaradas como Fidel Castro, Hugo Chávez o Kim Il-sung. Díaz Ayuso no colocó ninguna lápida sobre estos regímenes, sólo activó el dispositivo lingüístico, una “alarma” de lo que representa para la política española un muchacho animoso como Pablo Iglesias. Imagínense la fuerza del avieso comentario de Díaz Ayuso, que un lightcomo Iglesias y sus propuestas corridas a la izquierda, fueron directamente rechazadas por la plaza electoral más importante de España. 

Isabel Diaz Ayuso, Presidente de la Comunidad de Madrid

¿Qué hubiese pasado si en el discurso electoralIglesias se presenta con propuestas como la nacionalización de la banca, la expropiación de las empresas privadas para dárselas a sus empleados y obreros, la no cancelación de compromisos de deuda externa por parte de un eventual Gobierno de PODEMOS, entre otras proclamas y propuestas tributarias del marco programático comunista? Todo ello lo hubiese convertido en el Nicolás del Caño de la política española, quien en la última elección presidencial argentina apenas si superó el 2% en la votación. 

Es decir, que a pesar del potable Iglesias y sus propuestas gradualistas, conciliadoras y reformistas (para usar el lenguaje de la nomenklatura comunista), éste no pudo conectar con el electorado y perdió, este es un dato no menor, con el Partido Popular, un adversario al que los podemistas tildan directamente como “la casta” (los “ellos”), antítesis del pueblo español (síntesis del “nosotros”). Lo que no advirtieronIglesias y los podemistas es que la dicotomización del campo político pueda que tenga efectos en algunos periodos específicos y puntuales, pero que esa división polar no se prolonga por siempre bajo el esquema unilineal de la fórmula schmittiana del amigo/enemigo, menos en el marco de la democracia liberal. Al final, no sólo perdió Iglesias y PODEMOS en Madrid, perdió la propuesta teórico-desiderativa de Laclau.    

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