Expolicía Eric Adams promete poner orden en la ciudad de Nueva York

Política

A Eric Adams le gusta recordar sus orígenes modestos. Cuarto de los seis hijos de un matrimonio formado por un carnicero y una limpiadora, creció en barrios obreros de Brooklyn y Queens, dos de los cinco distritos de la ciudad, y tuvo un encontronazo con la policía de adolescente, cuando él y uno de sus hermanos sufrieron los porrazos de los agentes en un incidente que él relaciona con el color de su piel; con el hecho de ser negro y, por tanto, sospechoso habitual ante cualquier representante de las fuerzas del orden.

Pero Adams revirtió la situación, estudió leyes mientras trabajaba en un sinfín de empleos para costear la carrera y se hizo policía -a la postre, capitán del departamento- y más tarde político. En noviembre, será elegido con toda probabilidad el segundo alcalde negro de la ciudad con más millonarios por metro cuadrado del mundo, nada menos que un millón. No es mal broche para la trayectoria vital del chico de barrio sin expectativas acabar como regidor de una ciudad con tanto poderío.

A Adams le han dado el triunfo en las primarias demócratas a la alcaldía sus antiguos vecinos, los habitantes de los barrios obreros de Brooklyn y Queens, también los latinos y los afroamericanos del Bronx, además del apoyo firme de los sindicatos que representan a los trabajadores de cuello azul, los de las fábricas y talleres y, hoy, de servicios arrasados por la pandemia, como la hostelería. Manhattan, la Gran Manzana, el epicentro de las finanzas y los excesos -también de una desigualdad sangrante-, no es su feudo, pues votó en masa a su rival Kathryn Garcia, la tecnócrata sin tirón favorita del establishment, que quedó segunda en la carrera, a solo 8.000 votos de distancia. “Una coalición histórica, diversa, de los cinco distritos liderada por los neoyorquinos de clase trabajadora nos ha llevado a la victoria”, recordó Adams.

El segundo alcalde negro tras David N. Dinkins (1990-1993) dispondrá de un presupuesto récord recién aprobado, 99.000 millones de dólares (unos 83.400 millones de euros) -incluidos 14.000 millones en ayuda federal-, para apuntalar la recuperación económica tras la pandemia y afrontar desafíos enquistados, como el desigual acceso a la vivienda en un mercado de precios imposibles. 

Parecen objetivos primordiales, y lo son, pero en el caso de Adams se supeditan a otro prioritario: restablecer la ley y el orden ante el preocupante incremento de tiroteos y homicidios en las calles, con una incidencia desproporcionada en los vecindarios negros y latinos. “Crecí pobre en Brooklyn y Queens. Vestí un chaleco antibalas [como policía] para proporcionar seguridad a mis vecinos”, recordó esta semana en Twitter. Tras entregar el arma reglamentaria, conserva la licencia y admite que dispone de una.

Durante la campaña, Adams prometió mejorar la provisión de servicios sociales, como por ejemplo la calidad de los menús escolares que se ofrecen a los estudiantes sin recursos, o reforzar las redes de asistencia para impedir que los jóvenes acaben enrolándose en alguna de las muchas bandas a las que las autoridades atribuyen el aumento de la violencia armada, un fenómeno tan preocupante que ha merecido la declaración de emergencia por parte del gobernador del Estado. Pero, al contrario que otros correligionarios que defienden desviar fondos del presupuesto policial a programas sociales, Adams no se plantea menoscabar sus recursos y sí recuperar unidades especiales para combatir el crimen organizado. Más que regidor, muchos le ven, y le han votado, como un policía en jefe para una ciudad que aún no ha olvidado las décadas de violencia de finales del pasado siglo.

Tras 22 años en el departamento de policía de Nueva York, durante los cuales desarrolló un activismo en pro de la inclusión y la diversidad racial en sus filas, Adams dio el salto a la política. Fue elegido senador por el Estado de Nueva York en 2006 y presidente del distrito de Brooklyn, donde vive, en 2014. 

De todos los candidatos que concurrieron a las primarias demócratas, es el de perfil más moderado, algo de lo que ofrece una lectura en clave nacional: “Si el Partido Demócrata no reconoce lo que hemos hecho en Nueva York, va a tener problemas en las elecciones de medio mandato [noviembre de 2022], y en las presidenciales [de 2024]”, dijo el día de la votación, el 22 de junio.

El resultado de Nueva York puede ser extrapolable pero con matices, ya que es una ciudad tradicionalmente demócrata, con un porcentaje de seis a uno en contra de los republicanos. No obstante, de los 3,7 millones de votantes demócratas registrados en la ciudad, solo votó el 26%, cuatro puntos más que en 2013. En las primarias también fueron elegidos el futuro contralor de la ciudad -un representante de la facción más progresista, que tendrá la llave del presupuesto- y un Consejo Municipal con un número récord de concejalas.

En un vídeo publicado esta semana tras declararse vencedor de las primarias, un institucional Adams se presenta también como el futuro del partido: “Lo he dicho ya, y seguiré diciéndolo: soy el rostro del Partido Demócrata”. Los experimentos progresistas parecen haber pinchado en hueso en Nueva York, por ahora. 

Adams ha triunfado como representante de los “neoyorquinos afroamericanos, asiáticos, caribeños, latinos, que solo quieren vivir en una ciudad segura donde criar a sus hijos”. El símbolo del mosaico que es Nueva York: la diversidad como fuerza motora, y una cierta promesa de armonía racial en una ciudad que también experimenta un repunte de los delitos de odio.

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