Alessandro Michele lo ha vuelto a hacer, al profanar las reglas de la industria de la moda acapara la atención mediática e inaugura un camino paralelo, que no pocos terminan siguiendo.
Sucedió hace un año cuando anunció que su trabajo para Gucci no seguiría la tradicional división por temporadas, y ocurría de nuevo al incorporar a su colección varias piezas de Demna Gvasalia, director creativo de Balenciaga y otro de los grandes transgresores de la industria del lujo contemporáneo.
Así, dos de las marcas más deseadas del momento confluían en un mismo producto.
Algo inédito en el sector y que abre la veda de nuevos e inesperados modelos de negocio.
Porque, al menos en teoría, esta parece la jugada comercial perfecta, teniendo en cuenta que ambas firmas pertenecen al conglomerado de empresas Kering y, por lo tanto, todo queda en casa.
Pero el equipo de prensa de Gucci señala que esto no debe denominarse «colaboración», sino que es parte de la visión de Alessandro Michele de un «laboratorio de piratería» donde experimenta y » hackea «una selección de los diseños de Balenciaga de Demna Gvasalia para la colección Aria.
Los logotipos de Gucci y Balenciaga aparecen en la ropa de abrigo con monograma y en trajes de cintura de avispa y hombros marcados.
El bolso ‘Hour Glass’ de la casa francesa se decora con el mítico estampado ‘Flora’ de Gucci.
Y los trajes de chaqueta típicos de Gvasalia en Balenciaga se estampan con el monograma de la casa italiana.
Cascos de montar y látigos de strass remontaron a los orígenes de Gucci como fabricante de monturas.
Las piezas de la colección de alta joyería de Gucci, llamada Hortus Deliciarum, se mostraron en la pasarela, incluidos corazones cubiertos de cristal y broches adornados con oro.
El sublime traje de terciopelo rojo sobre la pasarela fue todo un símbolo de los 100 años de la marca de lujo.
