(PARTE III)
Johan López
A estas alturas, y a pocos días de la elección presidencial, la gente no anda comiendo cuentos, menos de un candidato-presidente que intenta reavivar mitologías y épicas, sin entender que ya esos trucos retórico-emotivos y proselitistas no calan en los sectores populares.
Ni siquiera hay un mínimo de respeto por su (en apariencia) sujeto histórico, por los sectores populares; se los sigue tratando como minusválidos mentales a los que hay que meterles cuentos y así lograr el apoyo de cara a la elección del 28 de julio; como si el “renovado” ahora sí lo vamos a hacer bien, lo prometemos; de pronto sí será verdad; el problema es que ese relato ya es materia conocida y no genera un reavivamiento de las bases populares.
Todas esas promesas y proclamas ya no hacen tilín, perdieron sentido, son significantes vacíos que—tanto peor— llegaron al exceso y la saturación: son mentiras sin atenuantes. A estas alturas, insistimos, no nos pueden ver la cara de tontos.
La materialidad de la existencia, precaria como está, se desbordó y se llevó consigo a la fase simbólico-emotiva, fase que se hundió como el Titanic al que hacía referencia Luis Britto García en su artículo de 2016.
Hay, en efecto, un pueblo hastiado de tanta proclama vacía, de tanto blablablá buscavotos. La gente optará por otra opción político partidaria. Pero no cualquiera, sino una que, también en el plano de lo simbólico, representa una contracara al chavismo gubernamental. María Corina Machado (MCM) es, por irónico que parezca—y guardando todas las distancias del caso— el “Chávez” de 1998. Ella simboliza, en efecto, la salida del chavismo del poder gubernamental; así como el Chávez se erigió como el factor que terminó de enterrar el modelo bipartidista. MCM es, ahora mismo, la única opción REALENTE antagónica al chavismo gubernamental. Ella logró aglutinar toda la justificada iracundia de un pueblo cansado de tanta corruptela, desinstitucionalización, precarización laboral, servicios públicos ineficientes, autoritarismo, migración forzada, entre otros; ese pueblo tiene la convicción de cambiar, de quebrar el curso de la historia reciente del país.
Todas las encuestas de larga data y trayectoria en el país dan como favorito a la opción de Edmundo González Urrutia. Maduro está en su hora menguada.
El más reciente trabajo del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno (CEPYG) de la Universidad Católica Andrés Bello y la encuestadora Delphos (publicado el 17 de julio de 2024), señala que Edmundo González Urrutia (candidato por consenso de la Plataforma Unitaria Democrática) cuenta con una intención de voto de 59,1%, mientras que Nicolás Maduro tiene una intención de votos del 24,6%. Remontar esta brecha luce bastante improbable para el chavismo.
Ante tal descalabro, el chavismo debe tomar decisiones coyunturales y estratégicas. A mi modo de ver, tiene tres opciones, a saber:
- 1.- Dejar que los cauces democráticos sigan su rumbo; que la gente exprese su voluntad de cambio mayoritaria y que permita una elección democrática, sin triquiñuelas y ventajismos (ventajismo que, como se sabe, ya está ocurriendo)-
- 2.- Darle una patada a la mesa y desconocer la voluntad popular expresada en votos; es decir, que el 29 de julio, en la madrugada, Elvis Amoroso, colocado por Maduro en el Consejo Nacional Electoral (y compadre de Cilia Flores), le otorgue a su jefe una victoria cundida de dudas.
El escenario 1 es el menos riesgoso para el chavismo, por irónico que parezca. De hecho, puede verse e interpretarse como un acto de magnanimidad política y le garantizaría a esa coalición político-partidaria poder seguir con “vida política” en un eventual poschavismo. Maduro sería el líder de ese movimiento opositor; sería una salida justa y elegante. El escenario 2, el de “ganar como sea” (trampas y atropellos de todo tipo y orden) es bastante más peligroso y, mirándolo bien, contraproducente.
Si Maduro es hoy un paria acá mismo en la región, no me imagino cómo quedaría ante la comunidad internacional si comete una trampa semejante a la luz del día, con la comunidad internacional expectante a las elecciones de 28 de julio.
Asimismo, habría que ver qué papel jugarán aliados gobierno del como Brasil y Colombia, países que tendrían que pronunciarse, sí o sí, ante el quiebre y eventual desconocimiento de la voluntad popular de 28 de julio. ¿Qué dirían Lula y Petro del incómodo camarada Maduro y su arrebato de autoritarismo al desconocer, eventualmente, la voluntad de cambio mayoritaria expresada en las urnas electorales? Digo más: ¿Qué tienen qué decir Lula, Petro o la recientemente electa Claudia Sheinbaum de un Maduro que amenaza, en vivo y directo, que si él no gana: “correrá la sangre en Venezuela”?
El escenario 3 es igualmente complejo para el chavismo. Supongamos que, en efecto, al chavismo gubernamental se le da aquello de ser magnánimo y decide que se abran las alamedas del voto democrático y que, en efecto, Edmundo González quede electo presidente de Venezuela. Quedarían por delante poco más de seis meses para que se haga efectivo el cambio de Gobierno.
En ese escenario, el chavismo podrá, por una parte, dedicar esos seis meses a torpedear el proceso de transición. En estas condiciones, Maduro podría optar por atrincherarse y jugar a la fortaleza asediada (“de acá no me saca nadie”).
En este escenario, la respuesta popular podría ser bastante contundente. Luego de votar mayoritariamente por Edmundo González, los electores no dejarían que le arrebaten su victoria. Viéndose perdido, el chavismo apelaría al garrote, con lo cual sus problemas no disminuirían. La comunidad internacional y, sobre todo, un adversario declarado como Donald Trump (si gana en EEUU) se verían en la necesidad de presionar de variadas formas. El tercer escenario nos llevaría a las puertas de un conflicto que puede escalar hasta estadios más violentos.
Creo conveniente recordar que el chavismo es un movimiento político-gubernamental. Esto no es una mera nominación. El chavismo se ha confeccionado un tipo de democracia. En este escenario democrático, los poderes públicos responden, uno a uno, a las directrices del Partido-Gobierno-Estado.
El chavismo se aferra al poder gubernamental por una razón de subsistencia básica: fuera del Gobierno, su margen de maniobra es muy limitado.
Surgen, a la sazón de lo que planteo, un par de preguntas: ¿Luego de salir del Gobierno, podrá el chavismo tener el mismo margen logístico y operativo para mantener un nivel clientelar y propagandístico como el que ha sostenido a lo largo de estos 25 años? Como se sabe, el chavismo ha logrado ese nivel clientelismo político-partidario y de propagandización de la sociedad venezolana a costa del erario público; es decir, del dinero de todos los venezolanos.
La otra gran pregunta, en relación con lo anterior, es la siguiente: ¿Usarán los altos jerarcas del chavismo el dinero que amasaron producto de la corrupción para re encantar a las alicaídas bases populares?
Me adelanto a dar una respuesta: no, definitivamente. Si ahora mismo el chavismo no es capaz de levantar pasiones, encontrar nuevos correligionarios; fuera de la “teta” del Estado, difícilmente va a poner de su plata, la que amasó durante años de corrupción, para tratar de salvar al movimiento. Tan tontos no son.
Entre tanto, debo señalar que al chavismo también le calza la definición de democracia electoral que plantea Andreas Schedler (ver Elecciones sin democracia. El menú de la manipulación electoral del año 2004). Si bien hay una democracia formal en Venezuela: hay elecciones, órganos del poder público (a los tres poderes tradicionales republicanos como el poder Ejecutivo, el poder Legislativo y el poder Judicial se suman dos más: el poder Ciudadano y el poder Electoral tal como se expresa en la Constitución de 1999), alternabilidad en el ejercicio de los cargos electivos, medios de comunicación públicos y privados, separación y autonomía de los poderes públicos, entre otros; la actual democracia venezolana se sostiene sobre la base de las “apariencias políticas” (Schedler, 2004).
En el caso venezolano, las “apariencias políticas” son las que copan la escena político-social. Los cinco poderes mencionados anteriormente (Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Ciudadano y Electoral) responden directamente al Ejecutivo nacional (bajo la fórmula hegemónica que hemos indicado: Partido-Gobierno-Estado). De esta manera, se puede señalar que, desde la exterioridad (la “apariencia política”) todo opera según el modelo democrático republicano. Nada más lejos de la realidad.
De hecho, las elecciones del 28 julio se realizarán bajo lo que hemos denominado mínimos democráticos que afectan directamente a la oposición REALMENTE antagónica (la que se concentra en la Mesa de la Unidad Democrática, María Corina Machado y Edmundo González): persecución política, represión, hostigamiento a la líder opositora María Corina Machado y al candidato presidencial Edmundo González, inhabilitaciones políticas, ventajismo electoral, uso de todos los recursos del Estado para la campaña política en favor del Gobierno (incluyendo a todo el aparato mediático público y privado), entre otros. Aun así, la gente está dispuesta a votar; cree que es el mejor mecanismo para dirimir los grandes conflictos sociales.
En suma, no sería descabellado que el chavismo gubernamental decida “comerse la luz” y avanzar en la trampa; o, de plano, decida no entregar el poder gubernamental. Son escenarios que no debemos descartar. En todo caso, el costo de quedarse “como sea” sería extremadamente alto—con trampas electorales o negándose a salir del Gobierno (escenarios 2 y 3) —. La voluntad mayoritaria de cambio ya se desató y echó a andar. Esa voluntad de cambio también tiene, en alguna medida, un carácter “como sea”, pero con una distinción sustantiva: se trata de un “como sea” expresado en votos, bajo prácticas institucionales y democráticas.
Si el Gobierno insistiría en quedarse bajo su esquema “como sea” (trampas y atropellos de todo tipo), entonces el pueblo reclamará en voz alta, sin miramientos; la voluntad de cambio no es la misma de 2018; ahora se acumularon fuerzas estratégicas y escenarios adversos para chavismo gubernamental. Si a ello se suma la declaración del presidente Lula ante corresponsales de la prensa extranjera en Brasil: “Me asusté con esa declaración”, dijo Lula en una entrevista con corresponsales extranjeros, en la que reveló que conversó dos veces con Maduro para advertirle que “si quiere contribuir a resolver el problema de crecimiento de Venezuela y la vuelta de los que se fueron, tiene que respetar el proceso democrático” (22/07/2024); el panorama no luce nada fácil para el Partido-Gobierno-Estado.
Finalmente, en estas horas de tanta incertidumbre en mi cabeza no deja de rebotar una pregunta que, a mi modo de ver, nos debe a poner a reflexionar ante el país político hoy: ¿Qué elementos objetivos y subjetivos motivan a un venezolano a ser chavista (CON TODO EL DERECHO DE SERLO, aclaro) en esta compleja realidad socio-política, cultural y económica? No voy a ensayar ninguna respuesta al respecto. En lo que a mí respecta, las RAZONES para ser chavistas son cada vez menos. Pero cada cabeza (y cada emoción) es un mundo. Concluyo esta serie de tres artículos con un “mensaje a García”, la frase estuvo en boga en la Italia fascista: “Hay tres cosas incompatibles entre sí: inteligencia, honradez y fascismo. Quien es inteligente y fascista, no es honrado. Quien es honrado y fascista, no es inteligente; y quien es inteligente y honrado, no es fascista”.