Las oposiciones venezolanas ante el chavismo

Columnistas
Johan López
Universidad Nacional de la Patagonia Austral-Argentina

Ser opositor político en la Venezuela chavista ha sido una tarea ardua en varios sentidos. De hecho, hacer oposición en países donde hay una democracia republicana normal, es ya un desafío. Implica plantear no sólo desacuerdos respecto a la coalición gubernamental, sino la presentación de un programa político-social distinto y, además, que logre convencer a la población para que apoyen con su voto y militancia al movimiento que aspira hacerse con el poder político-gubernamental. Pero con regímenes democráticos iliberales (ver Zakaria, 1997), plantear un proyecto opositor es una tarea harto compleja y, en gran medida, peligrosa. 

La democracia iliberal no implica, de entrada, la clausura de los estamentos democráticos y republicanos más elementales. Implica, eso sí, el alineamiento de todas y cada una de las instituciones del Estado en relación con los fines, principios e intereses de la coalición política gubernamental.

Tomemos como ejemplo la democracia rusa. En ese país, la Asamblea Federal está compuesto por dos cámaras (la Duma estatal y el Consejo de la Federación).

Ambas cámaras responden de forma direccionada a los intereses del Putin. El presidente de la Duma estatal es Viacheslav Volodin (exasistente de Putin). Mientras que Valentina Matvienko es la presidenta del Consejo de la Federación Rusa. Ambos funcionarios son leales a Putin y pertenecen al partido Rusia Unida, coalición gobernante presidida por Dmitri Medvédev, un fiel putinista (aunque Putin es, de hecho, el líder del partido). 

Lo que deseamos poner de relieve es lo siguiente: ser opositor en la Rusia de Putin es una tarea riesgosa, dado que todo el andamiaje estatal está subordinado a los designios de Putin y sus jerarcas más cercanos. Líderes como Vladímir Kará-Murzá, Borís Nemtsov o Alekséi Navalni tuvieron un fatídico final. Nemtsov y Navalni fueron asesinados. Mientras que el más joven de ellos, Kará-Murzá, ha sido condenado a 25 años de prisión por traición a la patria y otros “delitos” como la publicación de supuesta información falsa y la alianza del periodista con ONG consideradas hostiles al Kremlin. 

La pregunta que me surge es simple y básica: ¿Cómo hacer oposición ante regímenes como el de Putin? Esta pregunta debería tener una importante centralidad, principalmente para quienes constantemente creen tener “la varita mágica” para establecer la hoja de ruta opositora en contra de gobiernos con estas características. Todos, viendo el partido de fútbol desde la comodidad de la casa, somos Rinus Michels. Es fácil prescribir estrategias y criticar los pasos de las oposiciones en Venezuela, todo desde la aséptica distancia y el no involucramiento. Ahora bien, la pregunta sigue invicta, pero ahora para nuestro país: ¿Cómo hacer oposición ante un régimen como el chavista? Yo, evidentemente, no tengo la menor respuesta; tampoco pretendo ensayar alguna. Lo anterior no exculpa a quienes, evidentemente, han cometido errores estratégicos al momento de ejercer oposición política al chavismo.

Ha habido errores que no se pueden soslayar. ¿Acaso el error no estaba contemplado en la dinámica opositora, sobre todo si atendemos a las características del hegemón chavista? 

El chavismo ha apostado no sólo por la desunión de la oposición, sino que se ha encargado de “comprar” la consciencia de ciertos opositores a cuenta de billetazos verdes o por medio de la amenaza y la coacción (o ambas: billete y amenaza/coacción). Algo así como: “Mira, Gonzalito, ya sabemos donde viven tus hijos y a que colegios van tus nietos (mandan una instantánea de Whatsapp con la foto de los nietos de Gonzalito saliendo del colegio, de esas que sólo se pueden ver una vez), así que déjate de vainas; tienes que escribir a favor de la Revolución y en contra de los escuálido, principalmente en contra de María Corina. Además, chico, déjate de pendejadas, así te metes unos verdes”. 

Y listo, de la noche a la mañana, Gonzalito (cual Ricardito Sánchez, hoy ministro de educación universitaria del chavismo), el otrora furibundo y público antichavista, deviene en sujeto “analítico” que, de pronto, se dio cuenta que el chavismo no lo hacía tan mal después de todo y que la oposición (la realmente antagónica al chavismo, aclaro) es corrupta, terrorista y antipatriótica; por lo que debe ser proscrita e inhabilitada. Entonces Gonzalito pasa a ser un “opositor” obsecuente —casi militante— del chavismo. Lo invitan a programas en Venezolana de Televisión y, en rótulos muy grandes, el graf dirá: “Gonzalito, líder opositor”. 

Poco tiempo después, Gonzalito querrá hacer su propia “oposición”, por lo que el Tribunal Supremo de Justicia del chavismo interviene un partido como, por ejemplo, AD o COPEI y se lo sirve en bandeja de plata a Gonzalito para que haga las veces de oposición, una que JAMÁS y NUNCA será Gobierno, pero que sí le permite al chavismo crear ciertas “impresiones” de que en el país existen oposiciones como en cualquier nación democrática. 

Con esta operación truculenta, el Gobierno ha pretendido instalar en la opinión pública la idea según la cual en Venezuela hay una democracia vigorosa y sana. Ya sabemos que esas operaciones no calan en el pueblo venezolano ni en la comunidad internacional.

Pero el chavismo insiste en la estratega, de allí proviene la oposición alacránica, los Bernabé Gutiérrez, los “Burro” Martínez, los José Brito, los Claudio Fermín o los Daniel Ceballos.  

Por otro lado, el chavismo y sus propagandistas también intentan instalar la idea según la cual los opositores (insisto: la oposición antagónica al chavismo) van a volver a traicionar al pueblo opositor porque no logran su objetivo y se dedican a engañarlos. Incluso, el chavismo oficial habla de traición para desmotivar la movilización y el apoyo a las facciones opositoras antagónicas. Es otra estrategia que pretende dividir y generar dudas en las grandes mayorías que se oponen Gobierno de Maduro. Esta estrategia no ha logrado calar. Es posible que se instale en ciertos y reducidos sectores opositores. 

Sin embargo, la realidad política, económica, social y cultural sí que logró abrir hondas heridas en la gran mayoría de los venezolanos. Si a ello se suma la diáspora (más de 8 millones de venezolanos que se han visto en la obligación de salir del país), entonces no estamos hablando de una mera disconformidad con el Gobierno que lleva casi 26 años en el poder. Hablamos de iracundia, hastío, dolor, desasosiego, desesperanza… El pueblo, por más estrategia político-propagandística que quiera posicionar el chavismo, está claro que el causante de sus males políticos, económicos y sociales está en Miraflores.   

MCM: la única oposición realmente antagónica en Venezuela    

Hay que destacar que Venezuela es, en este momento, un remedo de país en manos del chavismo. En ese escenario, María Corina Machado (MCM) es el ÚNICO FACTOR OPOSITOR REALMENTE ANTAGÓNICO al chavismo gubernamental. De allí que toda voluntad opositora debe —en esta coyuntura— dirigir sus esfuerzos en la misma dirección de MCM. Cuando digo toda voluntad opositora, hablo de un cuerpo heterogéneo y disperso de sujetos mayoritarios que desean salir del chavismo gubernamental. Es decir, esta lectura que propongo trasciende, por largo, los reductos de los partidos y las ideologías. No hacer lectura de esta coyuntura política y social es, cuando menos, de una miopía e inmadurez políticas inmensas. 

Así que no, amigos desiderativos (de izquierda o de derecha), no tienen oportunidad de armar un movimiento (especie de tercera vía) ANTAGÓNICO al chavismo. Eso ya está determinado.

Luego, más adelante, cuando el país entre en una etapa republicana, se podrá entrar al farragoso terreno de las discusiones político-ideológicas densas y, seguramente, se podrán discutir programas político-sociales y económicos. La coyuntura política venezolana demanda otra lectura; una más sensata y estratégica. El tiempo del país, su reinstitucionalización, no admite esas lecturitas ideológicas infantiles y fútiles que, más temprano que tarde, serían funcionales al chavismo y su perpetuación en el poder político-gubernamental. Seamos serios, pensemos en el país. Abonemos el terreno para salir de ese oscurantismo del siglo XXI.

Más allá de gustar o no la opción de MCM y su propuesta de país, debemos tener en claro que ella es, ahora mismo, la única opción opositora REALMENTE ANTAGÓNICA al chavismo. Las demás, las que sean (vengan por izquierda o por derecha) no le hacen sombra al chavismo; por las razones que sean, no antagonizan con el chavismo. En este momento, la lectura no debe limitarse —y esto hay que entenderlo muy bien— a las mejores opciones y los mejores planes y programas políticos y sociales para el país. Sino que lo más sensato es buscar salir del chavismo con la opción que mejor caló en las preferencias político-electorales. Ya el 28 de julio de 2024 el pueblo venezolano, por amplia mayoría, decidió cambiar de rumbo político. Este es el dato más importante para entender los caminos por venir.

No se trata de un episodio más de la política nacional, sino del inicio formal (y a la luz pública) del desmoronamiento, vía electoral (allí donde más le duele), del hegemón chavista instalado en Miraflores desde hace más de 25 años.  

No es el momento del cálculo político-electoral inmediatista ni de los oportunismos politiqueros, menos cuando la racionalidad y prácticas estatales están alineadas al chavismo gubernamental. Eso estaría bien para un país en el que la lógica democrático-republicana opere de forma normal. En Venezuela —y esto es lo medular—la opción fundamental y principalísima es salir del chavismo. La idea es que el país vuelva a redil republicano y esa es una exigencia que debemos colocar en primer orden al momento del desplazamiento del hegemón chavista. Para lo cual resulta imprescindible una reforma constitucional que se encargue de restablecer la alternabilidad en el poder gubernamental; hablamos de la reforma del 230 constitucional y con ello no admitir esa figura perversa de la reelección continua (eufemismo que implica la reelección indefinida). Es esa una regla de oro de la democracia republicana a la que debemos, sí o sí, volver. 

El chavismo es uno solo e indivisible  

No hay madurismo, hay chavismo. Esto es más o menos fácil de demostrar. De existir un chavismo originario, entonces no sabemos dónde está y cuál es su musculatura político-electoral para ir al «rescate» del país en manos del «traidor» Maduro. ¿Quiénes son esos supuestos legatarios del chavismo originario? ¿Cuál es su propuesta para rescatar al país de las garras del «traidor» bigotón? No, amigos chavistas que intentan lavar caras y, principalmente,  exculpar a Hugo Chávez de la debacle histórica a la que nos condujo. Maduro es el heredero de Chávez.

Pasa que el chavismo realmente existente (el chavismo como movimiento gubernamental) está en su fase más decadente; sin liderazgo carismático, sin petrochqueras, con un panorama geopolítico adverso. 

Lo que vemos son los estertores de un movimiento que animó muchas voluntades y que defraudó a muchas más. Sin plata y sin carisma político, al chavismo se le ven todas las costuras: corrupción infinita, despilfarro, mediocridad, improvisación, represión, clientelismo político-partidista, entre otras. Ya no es «el tío millonario» que, aunque feíto y medio antipático, repartía plata a manos llenas a todos sus sobrinos cada diciembre, por lo que sus chistes (malosos como ninguno) eran celebrados por toda la familia. La plata tiene esa magia y magnetismo, decía mi abuela Regina. 

De tal forma que ciertos nostálgicos del “chavismo original” (¿¡cuáles!?), muchos de ellos ex ministros o exfuncionarios de alto nivel, lo que intentan es demarcarse de ese barranco que significa Maduro. No, señores exculpadores y «lavacaritas», el chavismo no se dividió ni Maduro traicionó el legado del ETERNO-SUPREMO. El chavismo se está matando solito como Chacumbele. Dejen ya esos truquitos retóricos. Los jerarcas del chavismo están allí: Nicolás, Diosdado, Cilia, Bernal, Carreño, Carmen Meléndez, Iris Varela, Amoroso, “El Potro” Álvarez, Padrino López… o sea, los mismos de siempre. 

Rafael Ramírez, Oly Millán, Andrés Izarra o Héctor Navarro, esos que se reclaman “chavistas originales” quieren demarcarse de Maduro.

Pero ese movimiento no es posible porque el chavismo, único en indivisible, es un movimiento político-gubernamental. Es decir, su fuerza motriz viene dada por todos los recursos que maneja provenientes del Gobierno y del Estado que, para efectos prácticos y factuales, son una misma y única estructura (junto al Partido). 

Igualmente, hay que señalar que las izquierdas —las que sean— también quedaron entrampadas en los lodos del chavismo gubernamental. En unos años, cuando el chavismo sea un chiste malo, casi una palabra proscrita del vocabulario de los venezolanos, ¿quién enarbolará expresiones como socialismo o presentará propuestas para crear comuna, consejos comunales o colectivos?

La Revolución también se erosionó simbólica y discursivamente. Esas expresiones fueron vaciadas de sentido; se las asocia con lo ominoso y corrupto. 

En suma, queda poco tiempo para el 10 de enero. Ese día habrá una asunción presidencial. Lo más probable es que Maduro, ¡POR AHORA!, se salga con la suya. Ahora bien, en el momento en que se autoproclame presidente reelecto ante su Asamblea Nacional, a partir de allí comenzará un calvario distinto para el chavismo. Sabe que no cuenta con el favor del pueblo y la comunidad internacional —incluso gobiernos aliados como Colombia, Brasil o México— no está dispuesta a que se burle la voluntad soberana expresada en el voto (artículo 5 de la Constitución).

Sobre el chavismo se cierne un aire de derrota y podredumbre; Maduro tiene consciencia de ello y, de seguro, le costará dormir porque que tarde o temprano, la trampa sale.