El hombre del salto, la mejor novela de Don DeLillo

Espectáculo

La crítica consideró El hombre del salto como la gran novela sobre el 11-S, la mejor de DeLillo, uno de los mayores genios de la narrativa contemporánea.

Esas primeras líneas de la novela acometen la gesta de describir lo indescriptible. 

A golpe de una sintaxis casi puntillista, los pasajes resultantes cincelan el escenario de lo inexpresable: “Esto era el mundo ahora. El humo y la ceniza venían rodando por las calles, doblando las esquinas, sísmicas oleadas de humo, con destellos de papel de oficina, folios normales con el borde cortante, pasando en vuelo rasante, revoloteando, cosas no de este mundo en el fúnebre cobertor de la mañana”. El libro apareció publicado en 2007 y es posible que con esa referencia a las cosas que no son “de este mundo” el narrador nos estuviera anunciando su intento de dar cabida en la novela a todo aquello que quedó fuera de las imágenes que vimos repetidas hasta la saciedad. Todo aquello, en fin, de lo que sólo la literatura puede intentar dar testimonio.

El hombre del salto es una historia acerca de la conmoción que los atentados del 11-S provocaron en las vidas de quienes los sufrieron más de cerca. 

El protagonista, Keith Neudecker, el hombre recién salido de una de las torres que al cabo de unos minutos se desmoronará sobre su base, se va a convertir en el símbolo de un mundo cuyos cimientos también acaban de resquebrajarse. 

En la novela seguiremos el rastro de su proceder errático, la insistencia en un extravío vital que probablemente ya había comenzado antes de aquella mañana. 

Pronto entra en escena su mujer, Lianne, de la que lleva un tiempo separado, y en cuya casa Keith se presenta justo después del atentado, sin que pueda explicar qué es lo que le ha empujado a llamar a su puerta. 

Sobre la conciencia de estos dos personajes, a través de una escritura fragmentada, en ocasiones telegráfica, en la que los pensamientos, las frases y hasta las escenas tienden a quedar en suspenso, se irá desplegando la nueva realidad surgida de un hecho que desborda la capacidad de asimilación de los personajes.

En cuanto al estilo, podemos afirmar que El hombre del salto logra su objetivo plenamente. 

Los personajes, en especial los que han vivido la experiencia directa de los atentados, y el propio narrador, se expresan de un modo peculiar, alusivo (o elusivo en muchas ocasiones), con abundantes repeticiones que parecen no tener otro sentido que ganar tiempo para mejorar la precisión de lo descrito. 

Las metáforas abundan sin ralentizar la acción, las palabras siempre parecen tener varios significados, al igual que los comportamientos no suelen ser lo que parecen, conformando un peculiar tono que atraviesa toda la novela de irrealidad, provisionalidad onírica. 

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