Ramon Velasquez Gil.
Nada que ver con los tropiezos espirituales o de trabajo o económicos de la vida, que ocurren en el cotidiano vivir de cada quien.
Más bien se refiere a esos tropiezos tangibles y físicos que le suceden a las personas al caminar por una acera, por una calle, por un sendero, etc.
A mí me pasó esta semana y fue tan cómica la cosa, que decidí escribir esto.
Conozco personas que son expertas en eso de tropezar con la primera raíz que se encuentre en la acera o con el primer escalón que se atraviese en su camino. Y es que eso tiene mucho que ver con la forma de caminar de cada quien. Hay quienes no levantan o muy poco levantan los pies al caminar y obviamente, al primer milimétrico desnivel que consigan le darán tremendo «chute» con la punta del del dedo gordo del pie.
Y entonces, lo que se escuchará a continuación será más o menos lo mismo que se escucha cuando un martillo y una uña en ruta de colisión se encuentran (#¿€%#&€¿*#).
Eso le ocurre mucho a la gente que camina como un León. Si observan como camina un león, podrán ver como «arrastra» las patas al caminar. Y si el tropiezo que se da es de cierta magnitud, podríamos utilizar entonces el elemento intensificador (on) y llamarlo «tropezón».
En el andar por la calle puede uno ver toda clase de tropezones y escuchar cualquier cantidad de disparates que surgen del tropezante; Casi todos terminan en “..madre”.
La otra vez iba yo por la acera y delante mío caminaba una señora..de esas que se cuidan mucho del covid 19; llevaba puesto un tapabocas y sobre este llevaba también puesto un parabrisas, de esos que parecen una careta de soldador (face shield)
Aparte, iba trajeada con un sobretodo de plástico y guantes ignifugados.
Bueno. Toda esta parafernalia que llevaba puesta le impidió ver un hidrante de bomberos colocado en la acera El Tropezón fue duro.
El parabrisas voló lejos; el tapabocas se desplazó hacia la oreja izquierda. Pero ella no se cayó enseguida; cayó como a los cinco metros del lugar de impacto.
Si, después del primer impacto yo creí que estaba viendo a la campeona venezolana de salto triple Yulimar Rojas; la señora dio tres largos saltos hasta que cayó de bruces en la acera.
Ah caramba. Pensé, corriendo a ayudarla, pero al llegar al lugar de aterrizaje y tenderle una mano, me miró con ojos malignos y las oraciones y juramentos que soltó,no puedo repetirlas aquí pues me deportarían de inmediato.
A mi me ha pasado también y si uno logra no caerse, lo primero que hace es mirar de reojo a todas partes a ver si nadie lo vio dar los consabidos saltos triples obligatorios de cada tropezón y si no hay nadie cerca, uno trata de pasar el dolor con bellas palabras..
Da pena, de verdad.
Saludos