Xi Jinping advierte a Biden de que respaldar a Taiwán es «jugar con fuego»

Mundo

Es la tercera vez que los presidentes de Estados Unidos y China hablan este año, pero la primera con un formato más amplio y profundo de cumbre, aunque virtual por la pandemia. Desde que el coronavirus estalló en Wuhan en enero del año pasado, Xi Jinping lleva sin salir del país para evitar riesgos. A tono con el blindaje de sus fronteras y las medidas draconianas para atajar los brotes de Covid-19, este exceso de precaución le ha hecho perderse las recientes cumbres del G-20 y del cambio climático. Paliando tan notables ausencias, que no han pasado desapercibidas para muchos chinos preocupados por el creciente aislamiento de su país, Xi se resarce con esta conversación con Joe Biden tras erigirse en el último Pleno del Partido Comunista como el dirigente más poderoso desde Mao Zedong y Deng Xiaoping.

En medio de las cada vez mayores tensiones con la Casa Blanca, que van desde la guerra comercial y tecnológica hasta las amenazas sobre Taiwán pasando por la represión en Xinjiang, Hong Kong y el Tíbet, Xi Jinping ha querido dejar clara su posición de fuerza o, al menos, de igualdad. El objetivo: reconducir sus deterioradas relaciones, que tocaron fondo durante el mandato de Trump. «China y EE.UU. deben respetarse mutuamente, coexistir en paz y buscar el beneficio compartido», le ha emplazado Xi a Biden en los primeros minutos de la cumbre, celebrada ya en la mañana del martes en Pekín.

A pesar de sus numerosas diferencias, Xi Jinping ha recordado que «las dos economías más importantes el mundo y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, China y EE.UU., necesitan fortalecer la comunicación y la cooperación, abordar bien sus respectivos asuntos domésticos y asumir sus responsabilidades internacionales, trabajando juntos para promover la noble causa de la paz y el desarrollo de la humanidad». A tenor de una transcripción de sus declaraciones iniciales difundida por el Ministerio de Exteriores de China, se ha mostrado «preparado para trabajar» con Biden «con el fin de construir el consenso y dar pasos decididos para que las relaciones bilaterales avancen en una dirección positiva».

Una rivalidad en aumento

No será fácil porque la rivalidad entre ambas superpotencias es cada vez mayor y la pandemia no ha hecho más que agrandar la división entre el autoritario régimen de Pekín y las democracias occidentales. A las sospechas sobre el coronavirus y las trabas de China para investigar su origen se suma su postura cada vez más agresiva en la escena internacional.

Consciente de auge frente al declive de Occidente, dramáticamente representado por la desastrosa retirada estadounidense de Afganistán, Pekín ha redoblado sus amenazas y provocaciones sobre la isla de Taiwán, cuya soberanía reclama, y ha endurecido su represión interna. Sin importarle las críticas de la comunidad internacional, cuyo silencio compra con el anzuelo de su gigantesco mercado, así se ve en el Tíbet y en la región musulmana de Xinjiang, donde se calcula que un millón de uigures han sido encerrados en campos de reeducación. También en Hong Kong, donde ha desmontado las libertades que tenía como antigua colonia británica y ha criminalizado cualquier tipo de oposición política con la draconiana Ley de Seguridad Nacional.

Xi advertió a Biden de que respaldar a Taiwán «para lograr la independencia» o utilizar la isla para controlar a China es «jugar con fuego, y los que juegan con fuego se queman».

En medio de un inquietante refuerzo militar, el régimen mantiene disputas territoriales con Japón y la India y sigue su expansión por el mar del Sur de China. Una zona geoestratégica por la que pasa la mayor parte del comercio mundial y que se convierte en el próximo tablero de ajedrez con la reciente alianza militar entre EE.UU., Australia y el Reino Unido (Aukus).

Al menos, todas estas discrepancias no impiden su colaboración en asuntos clave para el planeta como la lucha contra el calentamiento global, como se vio en la cumbre de Glasgow con su promesa conjunta de reducir sus emisiones contaminantes. Aunque no se esperan grandes resultados en esta primera cumbre entre Biden y Xi, que hablen ya es un avance en un clima cada vez cada vez más enrarecido, no solo en lo ecológico sino también en lo político.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *