Ramon Velasquez Gil
Eulalia Pomarrosa era una mujer muy bonita y desenvuelta; le gustaba ser el centro de atención donde llegaba; siempre bien trajeada y elegante.
Llego a la reunión donde se haría un agasajo a un amigo de un amigo que se iba de viaje a europa.
Ella no conocía a nadie en dicha reunión sino solo al amigo del que se iba quien fue la persona que la invitó al ágape.
Pero eso a ella no le importaba mucho pues estaba segura de que sería el centro de atención de la fiesta.
Al llegar a la reunión, ella entro al salón con la cabeza en alto y mirando sin ver un poco separada de su amigo a fin de ser la atracción de todas las miradas de los presentes.
Lo cierto y cosa que ella no sabia, es que tanto el anfitrión como los asistentes al agasajo se trataba de gente de alcurnia y solera, gente acostumbrada a interactuar con mujeres bonitas, artistas, etc y por ello, su entrada fue totalmente desapercibida y algunos pocos que la miraron, fue tan solo por un segundo, siguiendo en lo suyo sin prestarle atención.
Bueno, a esta mujer se le cayó el mundo; sintió de verdad una patada en su ego y en su malogrado orgullo yendo a sentarse cuán uno mas.
Y es que ¡ego! no es más que el ¡yo! de cada quien.
Es si se quiere, la personalidad o carácter de cada persona.
El problema, como el de Eulalia, esta en cuando se sobreestima la valoración del ego lo cual lleva a la inmodestia y la arrogancia.
Somos humanos, sujetos a errores y aciertos; ademas, ¿a quién no le gusta vestir bien y ponerse un buen par de zapatos?
Creo que a todos, sin distinción, solo que hay que saber llevarlos con la debida sobriedad a fin de que no se vea sobreestimado el ego y no pasar por el soponsio que le dio nuestra amiga Eulalia.
El personaje de Eulalia es solo producto de mi imaginación; pudo haber sido Eulalio pero así me salió.
Saludos