Testosterona y corazón: los nuevos datos que confirman su seguridad

Salud

La terapia hormonal sustitutiva para reponer sus niveles de normalidad es aún mirada de soslayo, en parte por un supuesto aumento del riesgo cardiovascular. Un nuevo ensayo clínico aclara las dudas.

La ciencia avanza a gran velocidad, pero la percepción del gran público y también de los profesionales sanitarios no lo hace tan rápido, debido, por una parte, a la inercia y falta de actualización y, por otra, a la prudencia que es necesaria antes de aceptar y adoptar nuevas terapias y cambios de paradigma.

Lo cierto es que alrededor de la testosterona hay un estigma injustamente ganado debido a los excesos del deporte profesional con los esteroides anabolizantes. Un uso totalmente alejado de lo que en la actualidad las guías terapéuticas para el hombre con hipogonadismo aconsejan.

Los andrógenos son un grupo de hormonas que actúan en multitud de procesos en nuestro organismo, entre otros metabólicos, de composición corporal, función sexual, reproductiva o vascular. 

A partir de los 35 años disminuye la producción de testosterona en el varón entre un 1% y un 3% por año, reduciéndose la cantidad de hormona activa y además la sensibilidad a la misma.

Los datos en la literatura científica son claros: el descenso de los niveles de testosterona con el envejecimiento se asocia a la aparición de síntomas de edad avanzada: falta de vitalidad, pérdida de capacidad física, de deseo y potencia sexual, y bajo estado de ánimo.

La terapia de reemplazo con testosterona ha demostrado que puede mejorar ampliamente la calidad de vida en hombres con hipogonadismo y niveles bajos de esta hormona.

Reservas poco justificadas

Algunos de los motivos por los que se mantenían reservas en cuanto al uso de testosterona, más allá del popularmente conocido mal uso de esteroides anabolizantes, son un posible aumento del riesgo de cáncer de próstata o de enfermedad cardiovascular. 

En relación con el cáncer de próstata, esta es una teoría que ha quedado rechazada y que se basó en estudios de la década de los 40 del siglo pasado. En la actualidad tenemos nuevos datos que demuestran que, incluso en hombres en tratamiento por cáncer de próstata, el uso de testosterona puede ser seguro.

En cuanto al riesgo cardiovascular, los datos hasta la fecha han sido algo contradictorios.

En estudios epidemiológicos se observa que cuanto menor es el nivel de testosterona, mayor es el riesgo de enfermedad cardiovascular y de aterosclerosis.

Los ensayos clínicos no han facilitado respuestas definitivas, puesto que o bien la metodología no era del todo adecuada o las muestras eran de pequeño tamaño. Buena prueba de ello fue el famoso estudio publicado en JAMA en 2013 que levantó una enorme polvareda y que finalmente quedó desacreditado.

A pesar de lo anterior, algunos ensayos ya apuntaban a que podría encontrarse un beneficio en la prevención primaria de la enfermedad cardiovascular en pacientes con aterosclerosis subclínica y ahora tenemos un nuevo estudio que demuestra que la terapia con testosterona no aumenta el riesgo cardiovascular.

Estudio Traverse: nuevos datos

Este ensayo clínico fue puesto en marcha en 2015 por la FDA estadounidense en respuesta a las incertidumbres sobre riesgo cardiovascular y tratamiento con testosterona para hombres con hipogonadismo.

La muestra del estudio incluye 5.198 hombres de entre 45 y 80 años, quienes fueron asignados a un grupo de tratamiento con un gel de testosterona o un placebo durante 22 meses. El nivel de testosterona debía ser inferior a 300 ng/dL para ser incluido en el estudio. 

Los resultados son claros: durante el tiempo de seguimiento (33 meses) no se ha encontrado un aumento del riesgo de fallecimiento por infarto o ictus (182 casos en el grupo tratado con testosterona frente a 190 en el grupo control). Tampoco se observó un aumento del riesgo de cáncer de próstata en los pacientes tratados con el gel de testosterona.

Todo ello, acompañado de mejoras en la función sexual y la prevención de la anemia.

Por otro lado, se encontró un aumento de los casos de fibrilación atrial, daño renal y embolismo pulmonar en el grupo de intervención, si bien las diferencias son relativas, pero bajas en magnitud absoluta (por ejemplo, pasar de 0,5% a 0,9% en el caso del embolismo pulmonar).

En cuanto a la salud metabólica, no se encontraron diferencias en el control glucémico o el riesgo de diabetes.

Un resultado sorprendente fue un aumento del 43% en el riesgo de fractura en el grupo tratado con testosterona (91 casos frente a 64 en el grupo control). Esto va en contra del hecho observado de que la testosterona mejora la densidad de masa ósea en pacientes de edad avanzada.

Los autores no encuentran una explicación clara a este hecho, que habrá que seguir en el tiempo en este y otros estudios, aunque permítanme aportar una posible causa: la mejora de la vitalidad y su relación con actividades de riesgo traumatológico. 

Futuro prometedor

Para los que conocemos de cerca desde el ámbito clínico los beneficios que supone para la calidad de vida de los pacientes la terapia de reemplazo con testosterona, estudios como este son una buena noticia. En primer lugar, porque son muy necesarios para despejar incertidumbres sobre la seguridad de los tratamientos.

En segundo lugar, porque nos permitirán mejorarlos y trabajar para minimizar los potenciales efectos secundarios, de haberlos. Y adicionalmente porque, poco a poco, la profesión médica va incorporando estos nuevos datos a los posicionamientos de las diferentes sociedades científicasen la materia.