Para combatir el calor y las altas temperaturas se recurre a un aliado en todos los hogares de este país: el aire acondicionado. Pero hay algunas preocupaciones por el excesivo.
Revisando datos de los últimos 50 años, han llegado a la conclusión de que las olas de calor se han adelantado y extendido en el tiempo para convertirse en algo no tan poco común en este mes.
Antes de apretar el botón del ventilador, poner en marcha el aire acondicionado o darnos aire con un abanico para poder refrescarnos, nuestro cuerpo ya se ha puesto en marcha para evitar los peligros del calor extremo.
La capacidad que tiene nuestro organismo para mantener constantes los niveles de distintos parámetros se denomina homeostasis y dentro de ella, la termorregulación (nuestra temperatura corporal normal oscila entre 36,5-37 ⁰C) es la que se ve más comprometida ante episodios de calor extremo, superior a 40 ⁰C.
Así, nuestro cuerpo se ve obligado a trabajar más para evitar un incremento de calor que comprometa las funciones vitales.
¿Qué ocurre en nuestro cuerpo?
Ante el estrés causado por excesivo calor, el cuerpo humano debe enfriarse. Lo intenta mediante dos mecanismos:
- Primero, redistribuye el flujo de sangre para incrementarlo en la piel mediante una vasodilatación que mejora la transferencia de calor de los músculos a la piel y de la piel, al exterior.
- A continuación, suda, porque el sudor al evaporarse elimina el calor interno.Nuestros artículos son accesibles gratuitamente y sin publicidad.Done aquí
Estas respuestas fisiológicas son necesarias para limitar el incremento de la temperatura interior, pero pueden afectar a las personas de manera diferente según la edad.
Para colmo, se agravan en caso de padecer otras enfermedades o de tomar determinados medicamentos, con los consiguientes efectos negativos en el cuerpo.


¡Ay, corazón!
La redistribución y el aumento del flujo sanguíneo a la piel, debido a la vasodilatación, aumentan la demanda cardíaca y disminuyen la presión de llenado del corazón.
Esto implica que nuestro corazón debe bombear más fuerte y más rápido, y para ello se requiere más oxígeno en el tejido coronario.
En las personas con afecciones cardíacas preexistentes, esta demanda extra podría conducir a isquemia cardíaca (disminución de aporte sanguíneo), infarto y, en última instancia, colapso cardiovascular.