Drapeados
El drapeado siempre ha sido sinónimo de grandeza, pero en 2025 ya no es el vestido de las diosas del Olimpo, sino de las mujeres que se visten para ganar.
Aquí no hay caídas delicadas ni pliegues románticos. Hay estructuras imponentes que parecen moldeadas por un escultor obsesionado con la anatomía.
Las mangas desaparecen para que los hombros se conviertan en protagonistas, la tela juega con la gravedad en formas imposibles y los colores abandonan el blanco inmaculado para explorar terrenos más oscuros: gris tormenta, bronce antiguo, un azul que parece sacado de una obra de Caravaggio.
Encaje sin reglas
El vestido de encaje ha sido muchas cosas: un símbolo de inocencia en el siglo XIX, un arma de seducción en los 80 y un recurso predecible en las bodas de cualquier década.
Pero en 2025, el encaje se deshace de sus ataduras y se convierte en un experimento de texturas y capas que juega entre lo revelador y lo estructurado.
Este año, las transparencias no están ahí solo para insinuar, sino para desafiar. El encaje se combina con cortes irregulares, aplicaciones metálicas y detalles que parecen sacados de una película de ciencia ficción. Negro absoluto o marfil roto.
Slip dress 2.0
El slip dress ha tenido muchas vidas. En los 90, se convirtió en el uniforme de la cool girl, esa que parecía no esforzarse por verse impecable y, sin embargo, siempre lo lograba. Kate Moss lo llevó con una irreverencia calculada, transformándolo en el epítome del minimalismo sensual.
Pero en 2025, el slip dress deja atrás la fragilidad de la seda y se reinventa en versiones metálicas, con un brillo que parece sacado de una película de ciencia ficción.
El satén se vuelve líquido, los reflejos juegan con la luz y los cortes estratégicos elevan la silueta con un descaro calculado. Ya no es un vestido etéreo ni una prenda nostálgica, es una armadura moderna, diseñada para quienes saben que la sofisticación y la audacia no son opuestos, sino aliados.