Johan López
Quienes estamos en el extranjero no podíamos votar el 28 de julio en las elecciones presidenciales de mi país. El Consejo Nacional Electoral (CNE) colocó toda clase de trabas para conculcar nuestro legítimo derecho al voto. Apenas 69 mil venezolanos podían hacerlo, menos del 1% de los que estaríamos habilitados para ejercer nuestro derecho (aproximadamente 4 millones 700 mil personas).
Aun así, desde fuera, pusimos de nuestra parte ayudando a quienes estaban allá dando la batalla democrática.
Escribo este texto con la convicción algo desdibujada. Pensé que los venezolanos estaban haciendo lo correcto, lo que debían: expresarse democráticamente a través del voto. Pensé, igualmente, que la participación masiva de mis connacionales iba a lograr que gobiernos como el de Brasil, Colombia y México se sensibilizarían con los vientos de cambio que demanda la mayoría de los venezolanos, mayoría que se expresó masivamente en la elección presidencial del 28 de julio pasado. Pero la democracia, los votos, la participación masiva del pueblo no fue suficiente.
Un golpe fulminante directo al hígado de la esperanza. ¿No es acaso el voto el mecanismo más importante y seguro para dirimir los conflictos en democracia? Pensábamos que sí, pero eso no ocurre en la Venezuela del chavismo, donde la democracia no resulta ser suficiente; allí las balas mataron a los votos.
Al momento de escribir este texto —jueves 01 de agosto a las 03:10 am (hora argentina) — el CNE sigue sin mostrar las actas ni los números oficiales que avalen la reelección de Nicolás Maduro. Los 5.150.092 de votos que Elvis Amoroso, presidente del ente comicial, le otorgó a Maduro no pueden ser contrastados en la página web del organismo electoral.
¿Por qué los venezolanos, dentro y fuera del país, no podemos ver ningún resultado en la página oficial del organismo? La respuesta que da el Gobierno es risible y absurda a la vez: desde Macedonia del Norte—dice el Gobierno—hubo un ataque de tecno-terroristas que hackearon el sistema. Listo. La respuesta del poder no se cuestiona, a pesar de que autoridades de Macedonia del Norte desmintieron tal ataque.
No importa lo absurdo y lo desproporcionado del desaguisado, el poder es así de simple y, a veces, mortal: balas matan votos.
En una misma línea de acción infame y absurda a la de los hacker macedonios, el politólogo español Juan Carlos Monedero publicó en su cuenta personal de X, hora antes de la cifra dada por el CNE, una exit poll que le otorgaba a Nicolás Maduro un margen de 21% por encima de Edmundo González Urrutia.
La misma exit poll que publicó el politólogo español fue replicada por los expresidentes Rafael Correa y Evo Morales en sus cuentas de X. Sin embargo, la “encuestadora” Lewis and Thompson. Analytics Data usada tanto por Monedero como por Correa y Morales es falsa. De hecho, en la página web de Lewis and Thompson. Analytics Data se presentan como una empresa con más de 25 años de experiencia, pero el dominio de su página web fue creado el 10 de julio, apenas 18 días antes de la elección presidencial.
De igual forma, su cuenta en X fue creada 9 días antes de la elección presidencial, específicamente el 19 de julio de 2024. Tenía, al momento de la elección sólo 222 seguidores.
Aun así, los dos expresidentes y el intelectual español siguieron adelante con la publicación de una encuesta falsa.
Asimismo, Juan Carlos Monedero publica el en su cuenta X (29 de julio aproximadamente a las 3:00 pm) lo siguiente: “El Consejo Nacional Electoral va publicar en breve los resultados”. Esas dos palabras —“en breve”— no sé qué significan para Monedero; pero a la fecha de publicación de este artículo, la página del CNE sigue “caída” y los venezolanos no sabemos por qué Maduro fue reelecto, dado que no tenemos datos oficiales. Monedero debería explicarnos en su “raro” español si “en breve” significa FRAUDE o estafa a la voluntad popular.
En el mismo orden de lo anterior, debo indicar que actores políticos afectos al Gobierno de Maduro como la analista Indira Urbaneja y el periodista Roi López Rivas saludaron con beneplácito la participación del Centro Carter en las elecciones presidenciales de Venezuela. En esa dirección, Urbaneja indicó en su cuenta de X: “Celebro la llegada del Centro Carter a Venezuela, una organización amiga de la paz, la negociación y nuestro país. Esperamos que su estadía genere frutos positivos”. Mientras que López dijo: “El Centro Carter ha avalado todas las elecciones”.
Por su parte, el Centro Carter, ya fuera del país, y con una estadía de un mes en Venezuela (desde el 29 de junio al 29 de julio) indicó en un informe preliminar de dos páginas, entre otras cosas, lo siguiente: “La elección presidencial de Venezuela no se adecuó a parámetros y estándares internacionales de integridad electoral y no puede ser considerada como democrática”.
Estimo que Urbaneja y López deben estar pensando que en Centro Carter forma parte de una conjura transnacional para derrocar a Maduro. Eso lo piensan luego de ver un informe que no sostiene sus apologías y glosas al chavismo.
Pero más allá de toda esta relatoría y de las infamias que evidencia, hay un solo hecho incontrovertible: el Consejo Nacional Electoral no tiene cómo demostrar y sostener esa cifra según la cual Maduro fue reelegido.
Su página tiene más de cuatro días “caída”, por lo que NADIE podrá saber por qué ganó Maduro, más allá de la cifra “a secas” que dio Amoroso el domingo 28, casi a la media noche.
Entre tanto, María Corina Machado (MCM), líder de la oposición venezolana, pudo recabar, a la fecha, más del 81% de las actas oficiales que despiden las máquinas de votación del propio CNE al finalizar cada escrutinio. Estas pequeñas papeletas tienen una serie de códigos y precintos de seguridad digitales, entre ellos: código alfanumérico, firma digital del acta, código QR, firma de los testigos de mesa, entre otras. Pero en un proceso de auditoría, deben hacer coincidir las actas de verificación ciudadana con las actas de escrutinio, entre otra serie de pasos igualmente engorrosos.
Además, todas estas actas de votación deberían coincidir con el número de votos otorgado a Maduro (5.150.092) y a González Urrutia (4.445.978). Ambas cifras no pueden auditarse.
MCM abrió una página en la que se pueden verificar, con esas actas oficiales, todos y cada uno de los que votaron; incluso, quienes no hayan votado puede colocar su documento de identidad (si están debidamente inscritos en el CNE) y acceder al centro de votación donde históricamente ha votado y ver los resultados de su mesa electoral.
En esta cruzada por el voto, Machado logró establecer un número absolutamente distinto al presentado por el presidente de CNE, Elvis Amoroso.
La nueva cifra que presenta el equipo de MCM (con el 81,21% de las actas oficiales del CNE) da como ganador a Edmundo González Urrutia con una votación de 7.119.768 votos, mientras que Maduro obtendría 3.225.819. El diferencial de votos es de 3.893.889.
Como se aprecia, las discrepancias entre los número presentados por el CNE y Machado no son menores. En un país con instituciones independientes y firmes, SERÍA (leer el condicional) el CNE quien dirima esta discrepancia. Pero el CNE hace silencio, no publican ni una sola acta ni dato que valide lo que dijo la noche del 28 de julio. Su página sigue “caída”. Ah, por otra parte, el CNE es un organismo que responde, punto a punto, a los designios del Gobierno.
Estas cifras no vienen “a secas”. Están cargadas de dolor y sangre. Hay una angustia democrática y sin clases que está golpeando a la mayoría venezolana que deseamos un cambio de Gobierno.
Por más que cierto progresismo quiera indicar que se trata de un asunto político-ideológico no es así. Está muy lejos de reducirse a eso.
En democracia ningún Gobierno debe aferrarse al poder “como sea” (como tantas veces pregonó Maduro). Tampoco es democrático decir que “si no ganamos nosotros correrá un baño de sangre” (Maduro). Allí el propio Lula se escandalizó y se vio impelido a criticar a Maduro y su prédica anti republicana. Lula dijo: “el que pierde se lleva un baño de votos”. Y fue exactamente lo que pasó. El olvido selectivo de Lula es así.
Lula, Petro y AMLO se negaron a condenar al mismo Gobierno que aplica leyes de odio contra quienes disientan; un Gobierno que no permite que las elecciones se hagan bajo condiciones mínimamente democráticas y auditables.
Lula, Petro y AMLO decidieron darle la espalda a la voluntad de cambio que claman las voces distintas de mi país, sobre todo los sectores más populares, esos que bajan de sus cerros (villas) a poner el pecho por la democracia.
Lula, Petro y AMLO prefirieron el cálculo ideológico chiquito, muy parecido a la complicidad entre matones; mientras que hay un pueblo que decidió votar en contra de un Gobierno autoritario que se aferra al poder “como sea”. No, esto dista mucho de ser ideológico. Tiene que ver con la democracia y sus mecanismos de participación, mecanismos que fueron disminuidos. Lo más lamentable de todo esto es que nadie puede levantar la voz ni reclamar por su voto (ese que no puede verificarse en la página del CNE), hacerlo es delito.
Tampoco ningún grupo político puede hacer denuncias de fraude y, menos aún—¡¡¡OH, LA IRA DE LOS DIOSES!!!— presentar una sola prueba que, en efecto, dé cuenta del fraude. Presentar pruebas que evidencien el fraude electoral sería concebido por el Gobierno de Maduro como un acto de terrorismo.