Las Mentiras Necesarias

Columnistas

Ramon Velasquez Gil

Pedrito,un joven soltero, estaba feliz ese día pues se iba a encontrar con Peonia,  una chica que había conocido por internet.

Una vez elegido el lugar y hora para reunirse, él, muy precavido, se fue con suficiente tiempo a fin de llegar antes y no hacerla esperar.  A la hora convenida, ya Pedrito estaba en ascuas; no veía el momento en que apareciera su hermosa amiga (según foto) por la puerta del restaurant que había elegido.

Pero, no veía a ninguna hermosa chica entrar. Solo apareció por la puerta una mujer entrada en carnes (gorda) que era la señora que hacia la limpieza, penso él.

Pero no. Esta señora al entrar dirigió la mirada a todos lados y al ver a Pedrito, dibujó una enorme sonrisa en su rostro, dejando ver el hueco de un diente faltante.

Sin mas, se dirigió directamente a la mesa de Pedrito quien al verla venir pensó: No, no ,no puede ser que sea Peonia.

Pedrito eres tú, cariño. Soy Peonia. Te reconocí al verte, le dijo, estampándole un beso en el cachete.

Este, todavía sin asimilar el impacto, no hallaba que contestar pues para nada, era la bella joven de la foto que le envió Peonia.  Evidentemente, la foto era de unos cuanto años atrás que para las mujeres, eso es nada pues siempre creen mantenerse bellas.

Pedrito, recobrando un poco la lucidez y haciendo un esfuerzo sobrehumano, le respondió: ..

– Peonia, gusto en verte. “Que Linda estas”-  lo cual le salió entre dientes y pensando en la mentira más piadosa del mundo.

– Sii, es que siempre trato de conservarme bien-  respondió ella muy risueña.

– Así es querida. Eres muy atractiva y femenina – continuo él.

– Tu también estas muy bien, Pedrito. Podemos unir las dos «P», Pedrito y Peonia – expresó ella,  soltando una risita placentera.

A Pedrito le subió la frecuencia cardiaca (susto) al escuchar aquello, pensando cómo hacer para marcar la retirada estratégica.   Se arrepintió de haber llegado primero y no aplicar la táctica de «pre observacion» en este tipo de encuentros.  Entonces se decidió por terminar rápido aquella reunión.

-¿Qué deseas comer Peonia? – preguntó, haciendo un seña al mesonero para que se acercara.

– ¡Ay! pero quiero tomarme algo primero, cariño – Respondió ella. – Una cerveza estaría bien.

-Yo no quiero tomar nada, cariño. Tengo es mucha hambre, dijo. Pensando en salir rápido de aquel atolladero.

El mesero llegó con el menú y Pedrito, descortezmente pidió de primero. Lo primero que leyó en la carta, tratando de apurar a Peonia.

Esta se tomó su tiempo para decidirse hasta que al fin pidió una pasta a la carbonara, algo que tarda su tiempo para preparar.

Por fin Pedrito pudo llamar al mesero para pedir la comida.  Este al llegar a la mesa, le dirigió una ¡triste sonrisa! a Pedrito, como sabiendo lo que pasaba.

La comida transcurrio medio en silencio; solo de vez en cuando interrumpida por Peonia, quien no escatimaba elogios a Pedrito. Solo entonces este le respondía también con algo así como «que linda eres», pensando en lo hipócrita de sus palabras, pero bueno, debía ser cortes hasta el final.

Terminada la comida, la cual termino Pedrito por lo menos cinco minutos antes que Peonia, a este se le ocurrió una idea.  Le anuncio a Peonia que iba al baño y buscó a ver dónde estaba el mesero.  Al verlo, fue disimuladamente hasta él y muy discretamente, sin que Peonia se diera cuenta, le dio una tarjeta de presentación a este, junto con un billete de diez dólares y le pidió que le hiciera una llamada al teléfono celular, solo que repicara.

El mesero asintió con la cabeza, se guardó el billete y rápidamente salió a cumplir el encargo.

Pedrito volvió a la mesa y casi enseguida repicó su teléfono celular.

Aloo, hola..¿Queeé? Respondió poniendo cara de preocupación, le volvió a dar el ataque de asma a mi mama, ya voy para allá.

Entonces, le dijo a Peonia lo del ataque de asma a su mama, llamo al mesero quien llego rápidamente pues ya había adivinado todo que hasta traía la cuenta en la mano.

Pedrito pagó rápidamente. y sin siquiera esperar el vuelto, salió disparado con una breve despedida a Peonia.

Una tarde cargada de mentiras piadosas, pensó mientras recibía el aire fresco de la calle y ponía pies en polvorosa.

Saludos.

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