¿Murió el periodismo?

Columnistas

Juan Eduardo Fernández “Juanette”

Quienes me conocen saben que desde hace unos años me alejé del periodismo. No solo por la migración sino también por la decepción, de hecho, me refugié en la comedia porque creo que es uno de los géneros más genuinos y al servicio de la sociedad que cualquier otra profesión o disciplina, y es porque “jodiendito” (bromeando) podemos marcarle al poder sus errores, aunque eso tenga como consecuencia boicot, multas, demandas y a veces hasta prisión. 

Pero ¿Por qué me divorcié del periodismo? Sin duda fue por mi culpa, por comenzar a ejercerlo desde la adolescencia en el diario del liceo y no parar, es decir, ejercí el periodismo más de la mitad de mi vida. Hacerlo por tanto tiempo me llevó al detrás de escena, a descubrir que, sea que escribas para un diario del gobierno o de la oposición, eres solo un peón que defiende los intereses de alguien, pero no del pueblo o del oprimido, sino de alguien poderoso. 

Sin embargo, esta semana recibí dos señales que me hicieron ver que el periodismo idealista, ese por el que decidí ejercer la carrera no ha muerto. La primera de ellas fue el martes, cuando mi amigo comediante argentino, Nico, decidió entrevistarme para un examen final “por mi carrera periodística”. Créanme que traté de convencerlo de que buscará a otra persona, pero mi amigo es terco. 

Durante la conversación Nico me hizo viajar a las redacciones que pisé, a la gente que entrevisté, a los profesionales con los que trabajé y a los sueños que cumplí gracias al periodismo. En este ofició conocí cineastas, deportistas, ministros, políticos (de esto no me siento orgulloso) y hasta un premio Nobel de literatura. Pero lo más importante es que pude hablar con el obrero que vivía a cuatro horas de su trabajo y tenía que levantarse temprano para ganar una miseria, a la madre soltera que debía tener dos empleos para mantener a sus hijos, y a mujeres que, por mucho que lo intentaron, no lograron sacar a sus hijos de la delincuencia y tuvieron que llorarlos. 

En fin, gracias a Nico redescubrí (porque en algún momento lo había olvidado), que existen varias caras del periodismo: La más terrible es esa que pone a “la profesión más bonita del mundo” al servicio de los poderosos, ya sean de izquierda o derecha; y el otro periodismo, ese que visibiliza los problemas que no vemos o no queremos ver. 

Y afortunadamente de esos periodistas todavía quedan muchos, y me siento agradecido porque me crucé con alguno de ellos como Norma Rivas, Gisela Rodríguez, Yudeima Sotillo, Gabi Rojas, Olga Maribel Navas, Hugo Vílchez, y muchos otros; que en un país donde la política, el manejo de las influencias, y cosas de ese tipo como Venezuela, lucharon y siguen luchando para reseñar los problemas de las comunidades más golpeadas.

Pero no solo en la fuente comunidad existen buenos periodistas, y de hecho me crucé con muchos en las áreas de Cultura, la radio, el deporte y los sucesos. Todo joven periodista (porque yo una vez lo fui) tuvo buenos y grandes maestros, en mi caso fueron: Humberto Márquez “el bueno”, Enrique Rondón y Jaime Barres. Aprovecho este espacio para enviarles un abrazo. 

La segunda señal me llegó ayer, cuando, buscando que ver me topé con el documental de HBO “Breslin and Hamill Deadline artist”. En esta maravillosa pieza de los directores Jonathan Alter, John Blocky y Steve McCarthy, se cuenta la historia de los columnistas de la ciudad de Nueva York Jimmy Breslin y Pete Hamill, quienes marcaron un estilo distinto de periodismo, dando fueron la voz al desvalido, luchando contra la corriente y ganando, en los años duros que se vivieron en EEUU. Es un viaje por el periodismo desde mediados del siglo pasado y hasta las torres gemelas. 

En fin, el periodismo no murió, solo estábamos peleados, pero me tomé unos vinos con él y ya somos amigos de nuevo. 

Hasta la próxima semana, 

¡Seguiremos informando! 

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