El Inicio de Una Familia

Columnistas
Ramón Velásquez Gil

Mi Padre, oriundo del pueblo de Valle Guanape, Estado Anzoátegui, Venezuela, desde muy joven se dedicó a un negocio bastante duro e increíble. Para quienes no conocimos el cómo eran las cosas en aquellos tiempos de la década de mil novecientos treinta.

Su negocio consistía en conducir a caballo, junto con otros tres socios y compañeros en el negocio, desde su pueblo natal, Valle Guanape, hasta la ciudad de Caracas, arreos o manadas de ganado vacuno destinados a surtir de carne a dicha ciudad.

Es así como en su trayecto tenían que pasar por innumerables eventos y peripecias que les ocurrían en esa aventura a caracas.

En su camino, de unos cuatrocientos kilómetros aproximadamente, debían de cruzar ríos a nado y a lomos de los caballos, capturar a lazo algún novillo que se escapaba y dormir bajo pequeñas lonas que llevaban para el caso, en el viaje de seis días que duraba el trayecto.

A veces, también habían de sufrir alguna pérdida sin poder hacer nada, como fue el caso en que estando en descanso por la noche, un tigre les mató un toro y se comió parte del mismo.  Y otro caso en que cruzando un río crecido  el torrente arrastró un novillo, el cual se perdió río abajo.

En su travesía, debían atravesar, entre otros, el pueblito de Charallave, un pueblo pequeño y rural cuya calle principal era la carretera nacional que iba hacia los llanos del sur del país.

Al llegar a Caracas con el atajo de ganado, el cual casi siempre era de unas cincuenta reses, lo entregaban en el matadero que estaba ubicado en el sector Las Mayas, a la entrada de la ciudad. Recibían el dinero producto de la venta del ganado, pasaban unos tres días en la ciudad y regresaban entonces por la misma vía, a lomo de caballo pero ya disfrutando del viaje y con mucho dinero en el bolsillo.

Mi padre y los otros tres compañeros de travesía compraban el ganado en las fincas de la zona circundante a Valle Guanape, a buen precio y entonces ellos mismos lo conducían hasta la ciudad de Caracas donde lo vendían al matadero con una buena ganancia. Era un buen negocio.

Por eso, mi padre tenía el proyecto de que en dos viajes más, compraría un camión gandola, de la época, para trasladar ganado, ya en carro por la carretera de la costa la cual quedaba a solo cuarenta kilómetros de Valle Guanape, con lo que tardaría solo un día de camino hasta la ciudad de Caracas.

Entonces, al llegar de regreso a su pueblo, ellos contaban a sus familias sobre lo grande y muy bonita que era la ciudad de Caracas, donde había muchas calles y avenidas, muchos carros y muchos trabajos. 

Es por ello que, una hermana de mi padre, llamada Inés y con unos diecisiete años de edad, le implora a este que, para el próximo viaje la lleve con él, pues tenía la seguridad. de que en Caracas conseguiría buen empleo y mejor forma de vida.

Bueno, entonces y dada la insistencia de su hermana, mi papá, ya para el próximo viaje compro una mula bastante dócil y la aperó con una buena montura y riendas.

Ya cercano el próximo viaje que siempre era de uno al mes aproximadamente y habiendo ya comprado el ganado que iban a “julepear” hasta caracas, mi padre puso al tanto a su hermana sobre todo el sacrificio y trabajo, que significaba ese viaje. No obstante, ella era una persona bastante joven y se pensaba que aguantaría el viaje a caballo.

Llegado el día, mi padre, sus otros tres socios y mi tía, partieron al amanecer, con un atajo de sesenta reses y todo marchó bien los primeros tres días.

Después de estos primeros tres días de camino y de bregar con el ganado, su hermana Inés comenzó a dar muestras de flaqueza; ya para entonces el tanto andar a caballo sobre la mula durante varios días, empezó a tener consecuencias en su salud, produciendo problemas internos en su organismo que empeoraban cada vez más y que los obligaba a detener la marcha a cada tanto.

Así las cosas, cuando cruzaron el río Tuy, muy caudaloso en esa época, a la altura del pueblo de Cua, ya mi tía no podía más. Entonces mi papá tomó la imperiosa decisión, de dejarla en la población de Charallave, a la cual ya estaban cerca de llegar, donde una señora que él conocía para que allí descansara y le administraran las medicinas necesarias, siguiendo él con el ganado hasta Caracas para, una vez entregado el mismo, de regreso pararía en Charallave para cancelar todos los gastos a la señora y enviar a Caracas a su hermana, a donde un familiar que tenían y él continuaría con sus socios, hacia Valle Guanape.

Sin embargo, al llegar de nuevo a Charallave, se encontró con la mala noticia de que mi tía Inés seguía mal y en cama. Hubo que traerle al médico quien le prescribió un tratamiento bastante serio y un riguroso reposo.

Es por esta razón que mi papá decide quedarse en Charallave al cuido de su hermana, hasta que esta mejorase y pudiese trasladarse a caracas.

Entonces habló con sus socios que pacientemente lo esperaban y les dijo que regresaran sin él pues debería quedarse en Charallave hasta que mejorara la salud de su hermana.

A Dios gracias mi padre en ese momento tenía suficiente dinero en el bolsillo, producto de la venta del ganado y podía mantenerse él y mi tía, el tiempo necesario para su curación. No obstante, esta tuvo una recuperación buena pero lenta y el dinero comenzaba a agotarse. Esto hizo que mi papá tuviese que buscarse un empleo.

Fue entonces que consiguió un trabajo en una carpintería de un señor que fabricaba muebles de todo tipo. Trabajando allí, todos los días pasaba por el frente de la carpintería la cual quedaba en la calle principal, una hermosa joven de piel muy blanca, camino a su trabajo.

Mi padre quedó flechado desde la primera vez que la vio. Y cómo es natural, a ninguna mujer se le pasa por alto cuando un hombre está interesado en ella.

El señor dueño de la carpintería, le informo a mi padre que esa hermosa muchacha era soltera y se llamaba Modesta. Lo demás es historia .

Mi padre no regresó a su pueblo Valle Guanape y así nació una nueva familia en Charallave de apellido Velásquez.

Saludos.