Música de escaparate busca revivir el espíritu neoyorquino

Espectáculo

Desde el pasado marzo hay silencio en la ciudad de los rascacielos a pesar de su fama musical. Más allá del ruido cotidiano de una ciudad, también aminorado por la caída de actividad, esta es una mala época para escuchar una melodía. Ni teatros, ni salas de concierto, ni clubs de jazz. El vacío absoluto.

La música en directo se ha convertido en algo testimonial. Hay artistas que se van con los instrumentos a los parques o a las terrazas de los bares, pero el crudo invierno desanima. El llamado “camión” de la New York Philarmonic llevó su arte a varios lugares de la ciudad el pasado verano.

En este inicio de 2021, el Kaufman Music Center, ubicado en el Upper West Side de Manhattan desde 1952, ha puesto en marcha una iniciativa para llevar la música en directo por el barrio que le acoge. La han titulado “nueva serie de escaparates musicales en invierno” y consiste precisamente en eso.

En tiendas vacías, territorio ya afectado por la epidemia de la codicia hace unos años y que se ha incrementado con la covid-19, actúan músicos que se han visto privados de escenarios por la crisis sanitaria.

Es lo que se denomina un “pop up”, un visto y no visto, pero que da una alegría al espíritu y rompe la monotonía. En estos conciertos, que arrancaron esta semana, intervendrán un total de más de un centenar de artistas de la Gran Manzana, incluidos músicos de cámara, de jazz, solistas clásicos o estrellas de Broadway de obras tan reconocidas como “Hamilton” o “Tootsie”.

Lo que se denomina “música en los escaparates” provee de trabajo a artistas que se han sufrido de forma severa el impacto de la cancelación de los espectáculos en vivo. Las expectativas no consideran la reapertura de locales hasta el verano. El gobernador del estado de Nueva York ha dado algunas esperanzas en poder recuperar aforos limitados con una audiencia que previamente sea sometida a un test rápido.

En los conciertos promovidos por el Kaufman, complejo artístico de la escena neoyorquina, se remarca que el formato puesto en práctica aplica todas las prevenciones necesarias para proteger la salud de los artistas y del público. Los artistas actúan dentro, encerrados en la tienda, y su sonido se amplifica en el exterior, lo que garantiza la distancia social con los espectadores, cosa que también se procura en las aceras entre los asistentes.

Precisamente para evitar aglomeraciones, las actuaciones se hacen sin previo aviso, con la idea de tomar por sorpresa a los peatones y aminorar la posibilidad de una asistencia masiva. Los shows siempre se producen en el entorno de Columbus Circle (cruce de la calle 59 y la avenida Broadway) y hacía el norte por el lado oeste de Manhattan.

La iniciativa, que se prolongará hasta finales de marzo, arrancó con el violinista Sean Lee, un habitual en los entarimados neoyorquinos y nacionales. Sorprendió a los ciudadanos con su interpretación de un programa de “los caprichos” de Paganini. “Me siento como en casa de nuevo, es como estar en un escenario y comunicar otra vez con el público”, señaló Lee. “Es formidable ver gente que están ansiosa por la música y con suerte les alegramos un poco el día”, añadió.

Otra que ya ha pasado por uno de estos escenarios es Chrystal Williams, mezzo soprano frecuente en el Metropolitan Opera House. Dijo que es una experiencia algo incorpórea cantar detrás de un cristal para los neoyorquinos mientras éstos se hallan inmersos en su jornada cotidiana. Pero remarcó que la iniciativa encaja porque Nueva York es una ciudad que guarda mucha relación con mirar escaparates.

En la lista de actuaciones programadas figuran JACK Quartet, Orli Shaham, Caroline Shaw, Attacca Quartet, Timo Andres, Adam Tendler, Gabrielle Stravelli, Rubén Rengel, Conrad Tao o Lisa Bielawa, entre otros.

La idea de este despliegue no se la atribuye el Kaufman, sino que conceden el mérito a Jay Deweck, ex ejecutivo de los bancos Goldman Sachs y Morgan Stanley y violinista aficionado. Deweck, miembro de la junta de Alphadyne Foundation, que colabora con estos conciertos, se inspiró al recorrer Manhattan y tomar consciencia de la cantidad de establecimientos que hay cerrados. Pensó que llenarlos con músicos aportaría algo de aliento a una ciudad más que necesitada de estímulos y ofrecería un concierto pagado en un momento en que las oportunidades están muy limitadas.

“La continua cancelación de música en directo, danza y show teatrales –subrayó- ha tenido un efecto devastador en las artes escenificas, en muchos casos reduciendo los ingresos en un 90%”.

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