La mujer ofrecía una gran fortaleza, rodeada de policías, ante la mirada atónita de los transeúntes. A medida que pasaban los minutos iba alterándose cada vez más y al tiempo que forcejeaba con los agentes «¡No puedo ponerme la mascarilla, no puedo respirar!», «¡No soy una delincuente!», exclamaba mientras miraba a las cámaras de los móviles que estaban grabando los hechos.
Entre tanto, el ambiente se iba caldeando entre los peatones quienes voceaban: «¡Libertad, libertad!» finalmente la mujer no fue detenida. Los hechos sucedieron en España.