Puñales Con liguitas

Columnistas
Ramón Velásquez Gil

Ciertamente, hay gente que no mide lo que dice ni las consecuencias de hablar pendejadas o hablar por hablar. Decir lo obvio es como no decir nada y si vas a hablar algo que no aporta nada, mejor quédate callado. Estas son normas sencillas para una buena conversación.

En los buenos tiempos de nuestra querida patria, Venezuela, tenía yo una secretaria ya un poco entrada en años; muy buena en su trabajo pero un poco exagerada en sus apreciaciones.

En una oportunidad en que estaba de vacaciones laborales, ella realizó un viaje a España, país donde tenía familiares pues era de ascendencia española.

En ese viaje, ella se consiguió un novio español, ya que era soltera.

A su regreso, me comentó sobre su nuevo novio y también sobre el hecho de que en unos meses él vendría a visitarla y posiblemente a casarse con ella. Entonces la felicité y le desee lo mejor.

Pasaron algunos meses y un día me comentó que había llegado su novio. De nuevo la felicité por eso..

Más o menos un mes después, estando en la oficina, la vi un poco compungida y entonces le pregunté qué le ocurría. Me miró, se acomodó en su silla de escritorio y comenzó a contarme:

Ella cuando estuvo en España, entre otras cosas, le comentó a su novio que en Venezuela había muchos malandros y que había que andar con cuidado; que había robos por montones y que además, tiraban los puñales con liguitas (venezolanísmo para señalar un lugar peligroso). También le comentó que no se podía andar en la calle por las noches, bla, bla, blá

Bueno, tal parece el hombre era un tipo pragmático y muy correcto.

Después de tres semanas en el país y haber visitado varias playas, restaurantes por las noches, barrios y varias ciudades, un día le preguntó:

– Oye Camila, ¿cómo es eso que tu tanto me contabas sobre robos, atracos, malandros y puñaladas con liguitas? Hasta ahora no he visto nada de eso en ninguno de los lugares a donde hemos ido. Ni siquiera en los barrios que por curiosidad, he querido visitar, dijo.

– Es que no has pasado mucho tiempo aquí, respondió ella. Ya verás cuando pases más tiempo, concluyó.

– Bueno, respondió él – si tengo que pasar un año para ver un robo, un atraco o un apuñalado con liguita, entonces es lo mismo que ocurre en todas las ciudades del mundo, y, continuó, eso de que roban a uno al bajarse del avión, tampoco lo he visto.

– Creo que exageraste, concluyó.

– Ahhh, me estás llamando exagerada, respondió ella.

– Bueno, en cierta forma si, porque nada de lo que me comentaste ha sucedido en tres semanas que llevo aquí, refutó él.

– Me estás ofendiendo, recalcó ella.

-¿Ves? Otra vez estas exagerando, pues no te estoy ofendiendo. Solo digo que no me

– Ya cállate, lo interrumpió ella.

Hubo entonces un pesado silencio y fue este el comienzo del fin. Eusebio, que así se llamaba el novio, se levantó de la mesa y se fue del lugar, dejándola sola.

Ella, que andaba en su carro, lo llamó por el teléfono celular y este no le contesto.

Él se quedó esa noche en un hotel y al día siguiente fue a recoger su ropa para regresar a España. Ella trató de congraciarse con él, pero nada. Solo le respondió:

– Es tu manera de ser y no te critico, solo que cada persona es como es.

A continuación, le dio un beso de despedida y se fue al aeropuerto previa llamada a la agencia de viajes.

La moraleja de esto es que, se debe medir siempre las consecuencias de lo que se dice. La gente nunca es conforme con nadaVy aún cuando éramos una “Venezuela saudita”, había muchas camilas que despotricaban del país. En su momento, sentí pena por ella pero creo que aprendió la lección.

A Dios gracias, tiempo después consiguió otro novio con quien formó una familia, sin hablar mucho.

Saludos