Casos de la buena fe

Columnistas

Ramón Velásquez Gil

Ciertamente, tuve la regencia y administración de un centro comercial durante dieciocho años, en mi ciudad natal Charallave, lo cual formaba parte de mis labores como abogado en aquel entonces.

Dentro de mis funciones estaba el de reglamentar el uso de los locales arrendados, elaborar los contratos, etc.

Una de las normas más importantes, era la prohibición a los arrendatarios de pernoctar o quedarse a dormir en los locales ya que el horario de funcionamiento del centro comercial era hasta las diez de la noche, hora esta en que se cerraban todas las puertas de acceso al mismo.

Ahora bien, es el caso que, entre los arrendatarios había un señor muy correcto que tenía un local arrendado en el tercer piso.

Este señor era un botánico de origen colombiano que atendía a la gente y pasaba consultas para recetar curas con plantas..y hierbas.  Dicho señor tenía un hermano que lo ayudaba en su trabajo de auscultar y atender a su clientela de gente que buscaba sus servicios de salud.

Yo, por diversas razones, empecé a sospechar de que el hermano del señor botánico se estaba quedando a dormir en el local; además de que ya también me llegaban chismes de los otros arrendatarios, sobre este hecho.

Entonces comencé a pensar y darle vueltas al asunto pero llegue a la conclusión que, primero que nada, estos eran gente muy decente y buenos inquilinos que pagaban muy correctamente el alquiler.

Sopese además el hecho de que se trataba de una familia de inmigrantes que habían llegado a nuestro país en busca de una mejor calidad de vida. Nunca me pasó por la mente en ese entonces que, algún día, yo también sería un inmigrante.

Bueno, tomé la decisión de hacerme el loco con respecto a esta situación; nunca les llame la atención por este hecho y cuando me traían algún chisme a este respecto, yo me hacia el paisa y le daba largas al asunto. No iba yo a echar a ese señor a dormir en la calle. Le daría tiempo al tiempo.

Una noche estaba yo en mi casa durmiendo, serían como las dos de la madrugada cuando sonó mi teléfono celular. 

En ese entonces, dejaba yo mi teléfono celular encendido pues no era extraño que alguien me llamara solicitando mis servicios a esas horas, por algún problema legal sobrevenido a esa hora o por alguna detención policial.

Bueno, el caso es que quien llamaba en ese momento era el hermano del sr. Botánico que se quedaba a dormir en el edificio. Se identificó y me dijo un poco nervioso que, ”él tuvo” que quedarse a dormir esa noche en el consultorio y que estaba notando algo raro; que había mucho humo y que la pared que daba con el local de al lado, estaba muy caliente.

Esa información me hizo despertar completamente y di un salto de la cama. Le dije que saliera y viera por la ventana a ver si veía candela, mientras yo me vestía y salía para allá. A los tres minutos me volvió a llamar y me dijo que efectivamente se veía fuego dentro del local de al lado.

Ya en el camino mientras conducía hacia el centro comercial, llamé a los bomberos y les di la dirección del edificio.

Cuando llegué al mismo, no había nadie afuera.  Inmediatamente abrí la puerta principal, la dejé de par en par y me lancé escaleras arriba subiendo los escalones de dos en dos.

Cuando llegué al lugar, solo se encontraba el hermano del botánico y bien nervioso no hallaba que hacer. Adentro del local se podían ver las llamas y el acre olor a humo era insoportable.

Yo traté de romper la puerta pero no pude.  A Dios gracias, en ese momento se escuchó la sirena de los bomberos abajo en la calle y en unos segundos llegaron estos al piso tres.

Los bomberos pudieron romper la puerta, entraron con todos sus equipos y en un rato, pudieron apagar el fuego que consumió todo el mobiliario y mercancías de ese local.

Se pudo detectar que el fuego se inició por un ventilador que habían dejado encendido y se recalentó. Para ese momento..ya había llegado también la policía y en virtud de que ya los bomberos se retiraban previo haberles dado yo las gracias y la promesa de pasar por su cuartel para una buena colaboración, le pedí a la policía que se quedara a acompañarme hasta el amanecer pues estaba solo y el edificio quedaría abierto.

No obstante, cuando bajé a la calle me di cuenta de que no estaba tan solo; parecía que media ciudad se había levantado con el alboroto y estaban allí, curioseando y viendo el acontecimiento que, gracias a la buena fe de mi parte y el tener en cuenta la solidaridad humana y no desalojarlo, este señor se encontraba allí durmiendo y salvo al edificio de una total y segura catástrofe.

Así se los hice saber a todos los arrendatarios que venían siempre con el chisme y el casquillo. Al final, ese humilde señor les salvo sus negocios.

Así es la vida.

Saludos