Cinismo, Celebración y democracia

Columnistas

Johan López 

“No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el tiempo”.

E.M. Cioran 

Es bastante llamativo, e interesante, ver cómo algunos sectores de izquierda (hablo fundamentalmente aquellos que se mueven en la órbita del Socialismo del Siglo XXI) celebran las victorias de Arce en Bolivia y Arauz en Ecuador (a espera de balotaje el 11 de abril). Están en todo su derecho de hacerlo, eso es absolutamente válido y esperable. Sin embargo, también resultaría interesante ver a esa misma izquierda reconocer que en países como Nicaragua, Cuba o Venezuela esas posibilidades electorales están cerradas, dado que las “elecciones” en esos países están absolutamente controladas por esos gobiernos. Lo propio se pudiera señalar de Bielorrusia, Corea del Norte, Rusia o China; cada uno con sus especificidades contingentes, aunque los sistemas electorales en esos países están subordinados al Poder Ejecutivo; en eso “están cortados por la misma tijera”. Ahora me interrogo: ¿Será posible que existan voces sensatas dentro de esa izquierda que den cuenta de esta realidad? Hasta ahora no. A Juan Carlos Monedero, en sus análisis semanales en sus redes sociales, no  lo vi valorar que en esos países exista autonomía y separación de poderes de sus organismos electorales (las pruebas saltan a la vista, sólo hace falta ver resultados).

Los procesos electorales en países como Rusia, Cuba o Venezuela forman parte de un simulacro (un como si…), como si la democracia tomara cuerpo, como si las elecciones estuviesen regidas por un mínimo sentido de imparcialidad y transparencia, como si (por citar dos ejemplos más) Kim Jong-un o Aleksandr Lukashenko al participar en una elección (en Corea el Norte y Bielorrusia respectivamente) pudiese existir algún  margen para que, eventualmente, alguno de los dos pierda.  

En los recientes procesos electorales de Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador, así como en el plebiscito en Chile, no aparecieron objeciones ni al proceso en sí mismo ni a los resultados derivados de las dinámicas electorales respectivas. Todos y cada uno de esos procesos estuvieron acompañados por organismos internacionales como la OEA, la ONU, la Unión Europea, entre otros; lo que a la postre brindó un clima de más transparencia y ecuanimidad en todo el desarrollo del proceso comicial. 

Ahora bien, entiendo los amarres e intereses ideológicos de cierta intelectualidad de izquierda (no me refiero, claro está, a las muy interesantes y dignas apreciaciones de Maristella Svampa o Pablo Stefanoni). Lo que no puedo entender es cómo los Juan Carlos Monedero, los Pablo Iglesias, los Alfredo Serrano Mansilla o los Atilio Borón “olvidan” que en Venezuela, Nicaragua o Cuba la posibilidad de organizar procesos electorales como los recientemente realizados en Argentina, Uruguay, Ecuador, Bolivia o Chile, están  negados. En Venezuela, por ejemplo, ya es natural escuchar cosas como  “el Consejo Nacional Electoral de Maduro” o “el Tribunal Supremo de Justicia de Maduro”. Inquiero: ¿Hubo una Cámara Nacional Electoral del ex presidente Mauricio Macri o de la ex presidenta Cristina Fernández? ¿Acaso el Órgano Plurinacional Electoral en Bolivia respondía a los intereses de Jeanine Áñez? ¿En sus 4 años y 9 meses años de gestión, el presidente Lenín Moreno se acomodó los órganos del Estado, como el Consejo Nacional Electoral, para que éste fuese funcional a los intereses de su Gobierno? Las respuestas a todas estas interrogantes es una sola: no. Ahora bien, los organismos electorales en Venezuela, Cuba o Nicaragua, están subordinados a los gobiernos de esos países. 

De tal manera que la celebración y el júbilo que muestran intelectuales como  Monedero o Borón ante las victorias de Arce, Arauz, Fernández o el “APRUEBO” del plebiscito en Chile (más del 78% estuvo de acuerdo con instalación de una Asamblea Constituyente) se dan precisamente porque hay un marco democrático —seguramente imperfecto— donde se respeta la autonomía de los poderes del Estado. Hoy los Monedero, los Serrano Mansilla o los Dussel celebran gracias a que en Bolivia, Ecuador, Chile o Argentina; los gobiernos de esos países, no limitaron ni cooptaron a sus organismos electorales para que respondan a sus intereses y designios. Están de júbilo los Borón o los Boaventura de Sousa Santos porque, afortunadamente, la democracia se expresó a través de votaciones universales, directas y secretas; eso ocurre porque los organismos electorales de esos países no están subordinados a los fines y principios de sus gobiernos. 

Es verdaderamente lamentable que esos procesos electorales no se puedan dar en Venezuela, Nicaragua o Cuba. El gesto celebratorio (legítimo y entendible) de estos intelectuales no escapa de cierto matiz cínico: celebran la victoria de sus candidatos en Bolivia, Perú o Argentina porque hay democracia (imperfecta, insisto), pero hacen un largo, larguísimo silencio ante el sistemático y abierto proceso de erosión de las bases democráticas en países como Venezuela, Cuba o Nicaragua; donde votar libre y democráticamente no es una opción. ¿No se dan cuenta estos intelectuales que, además de las victorias que celebran, están reconociendo el marco democrático sobre el que se establece el triunfo de sus opciones político-partidarias? Es una especie de amnesia selectiva y deliberada. 

En sus análisis, estos intelectuales no señalan, ni por descuido, que en esos países la democracia (imperfecta, recalco) viabiliza la participación a través de elecciones libres y democráticas. Luego se pueden hacer otras críticas, es cierto, pero nadie podrá decir, pongamos por caso, que Carlos Mesa perdió en Bolivia porque el Órgano Plurinacional Electoral estaba comprado por “Lucho” Arce, o que Arauz ganó la primera vuelta con más del 32% de los votos porque el correísmo controla en Consejo Nacional Electoral. 

Las victorias de Arce en Bolivia, Arauz en Ecuador (a espera de la segunda vuelta), López Obrador en México o  Fernández en Argentina, no sólo habla del resurgir de la izquierda en América Latina. Hay que ir “un pasito más allá” en el análisis y reconocer que en esos países, a diferencia de Cuba, Nicaragua o Venezuela, la democracia se expresa sin condicionamientos. Porque en esos países sus organismos electorales no son apéndices del Gobierno de turno, como efectivamente ocurre en el eje del socialismo del siglo XXI: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Es cierto: algunas victorias causan embriaguez. Quienes hoy celebran el triunfo — ¡enhorabuena! — de Arce o Arauz, deberían reconocer, aunque sea como un gesto “al paso”, que ese triunfo se da bajo los marcos de una democracia que no existe en la Venezuela de Maduro, ni en la Cuba de Díaz-Canel o en la Nicaragua de Ortega. Hay silencios que dan pena.   

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *