La caída de Alejandría

Columnistas

Juan Eduardo Fernández “Juanette”

Conseguir una librería que venda sus textos a un precio accesible es sin duda una buena noticia, a menos que la razón de estos descuentos sea su cierre. Y eso es justamente lo que está ocurriendo en la librería Alejandría del Paseo Las Mercedes. 

La semana pasada mientras navegaba por esa red tóxica que es Twitter, pero que de vez en cuando te presenta algún contenido interesante, me topé con un tuit de mi librero Rodnei Casares. En el trino, Rodnei compartió un video donde se veía la librería Alejandría, ese maravilloso lugar donde no solo conocí a Rodnei, sino que me encontré por primera vez con Barrera Tyszka, Guillermo Cabrera Infante (cuando no estaba prohibido en Venezuela), Francisco Suniaga, y muchos otros autores. En el posteo se anunciaba el cierre de otra de las míticas librerías de Caracas. 

La verdad el cierre de Alejandría me pone triste porque no solo termina la librería sino se va parte de mi historia personal ¿Por qué es tan importante La Alejandría para mí? Acá les cuento: 

Corría el año 1997 cuando entré en la librería Alejandría de Paseo Las Mercedes por primera vez. En esa época era atendida por un librero uruguayo (lamentablemente no recuerdo su nombre), y Rodnei si la memoria no me falla, era su ayudante. Pero ya con el paso del tiempo, me convertí en asiduo visitante del lugar, y Casares se convirtió en mi librero.

Durante los 11 años que trabajé en Paseo Las Mercedes, la librería Alejandría siempre formó parte de mi día a día. En aquel lugar compré mis primeros libros de periodismo para la universidad, y creo que los últimos libros que compré fueron algunos cuentos para mis hijos. Conservo anécdotas y recuerdos maravillosos en Alejandría, pero hay dos que merecen la pena contar:

Una tarde de 2008 cuando salía de la oficina pasé por Alejandría a buscar los libros “La otra Isla” de Suniaga y “La Enfermedad” de Alberto Barrera Tyszka, pues debía escribir una reseña de ambos textos para la revista Poder y Negocios. Entré a la librería a las corridas y me tropecé con un señor alto y canoso; y cuando fui a pedirle disculpas me quedé mudo pues se trataba de Mario Vargas Llosa. Años después cuando me tocó entrevistarlo le hablé del incidente y obvio le pedí disculpas por el tropezón. 

Algunos años después viví un episodio que titulé “Caracas era una fiesta” haciendo una alegoría al libro de Ernest Hemingway “París era una fiesta”. En ese entonces yo era redactor y fotógrafo de una revista de sociales llamada AUno. Aquella noche fui hasta la librería Alejandría a cubrir el lanzamiento del libro “No más de una cuartilla” de Manuel Caballero, pero justo ese día era también el Miss Venezuela por lo que AUno fue el único medio presente en el bautizo del libro.

Igual fue genial, porque lo que comenzó siendo el bautizo de un libro, devino en una mesa de tertulias intelectuales y de amigos a la que tuve el honor de ser invitado. En ese encuentro pude compartir con personalidades de la talla de Manuel Monasterio, Patricia Van Dalen, Jaime Ballestas (Otrova Gomas), y por supuesto el mismísimo Caballero. 

Sin duda el cierre de Alejandría es una noticia terrible, no solo porque se trata de ese lugar que fue parte de mi historia, sino porque cuando cierra una librería se cierra una puerta de nuestra historia. 

Afortunadamente, aunque Alejandría cerrará, sus libros continúan vivos no solo en las bibliotecas de Caracas, sino en las de todo el mundo.