La magia de un buen anunció

Columnistas

Ramón Velásquez Gil

Ciertamente, lo singular y gracioso de algunos anuncios, hacen la magia de vender muy bien los productos que ofrecen. A veces, detrás del nombre o logo del anuncio existe una pequeña historia.

Por ejemplo, en mi pueblo había una venta de chicharrones y afines, cuyos exquisitos platos tenían mucha fama por lo sabroso de los mismos. Este negoció se especializaba en chicharrones, morcilla, chorizos, tere tere, cochino frito y paticas de cochino (puerco) guisadas.

Este bistró-taguara. se denominaba “Chicharronera El Colesterol”.

Dicho negoció siempre estaba full de gente, quizá por lo jocoso del nombre, quién sabe pero las arepas de chicharrón eran demasiado buenas.

Otro negoció muy exitoso por su nombre muy emblemático, era una licorería que estaba situada en un barrio de Caracas, la cual se denominaba ‘Licoreria de Mi Suegra”.

Según cuentan, fue la suegra del dueño quien le prestó el dinero para montar el negocio, pero a su vez lo obligó a ponerle ese nombre hasta que le regresara su plata.

También en Caracas, concretamente en el sector Catia, existió un negocio muy peculiar y especializado en bebidas espirituosas, o mejor dicho, mezcla de licores.

Se cuenta que el dueño, era especialista en preparar más de cien tipos de bebidas diferentes.

Esta singular farmacia-bar se denominaba: “El Médico Asesino”.

Ya se imaginarán lo espirituoso de sus bebidas, pero tenía mucha fama y clientela en aquellos años sesenta y setenta.

Otro anuncio que hizo historia y muy famoso por su nombre muy obvio, estaba ubicado en el oriente de Venezuela y se refería a un negocio denominado: “Bar El Bar”.

 Según cuentan al dueño se le ocurrió ponerle ese nombre, porque, según él, a los borrachitos les da flojera o pereza decir donde agarraron la curda al llegar a su casa y entonces se las puso fácil para echar el cuento a la mujer.

Ramón, ¿dónde estabas?

¿Quién yo? este te te te…taba..en….el bar.

Por otra parte, ya cruzando el océano, en la ciudad de Miami, concretamente en el Doral, existe un negocio con singular nombre: “Pa Que Tiby”, cuya dueña es una amiga mía llamada Tibisay.

Es este un negocio especializado en sabrosas Empanaditas que por lo pequeñitas, su precio es un dólar. Son muy famosas en el Doral en virtud de su tamaño pero muy exquisitas. Las colas para comprar allí los sábados y domingos son larguísimas.

Eso sí, el casi único idioma que se escucha en las colas y en las mesitas, es el idioma maracucho, y es que mi amiga Tibisay es maracucha.

Me hice amigo de Tibisay de la siguiente manera:

Ella trabajaba en el primer y único negocio del Doral donde vendían empanaditas de a dólar en aquel entonces. Ubicado en la 79 ave.

Ella siempre estaba en la parte donde se hacía la cola para hacer los pedidos.  Un domingo, estaba yo haciendo la cola para pedir mis cuatro empanadas y delante de mi iba una escultural muchacha. Venezolanapor supuesto. Cuando llegamos a donde estaba Tiby tomando los pedidos, está me pregunta señalando a la muchacha: ¿Andan juntos?

Tiby hizo la pregunta inocentemente para tomar un solo pedido. Mi respuesta fue: “Humm, Desearía yo”.

Bueno, esta simple respuesta le causó tanta gracia a Tibisay, que se rió mucho y desde ese momento nos hicimos amigos. El asunto fue que después de un tiempo, y ya con la experiencia ganada, Tibisay decidió retirarse y montar su propio negocio.

Siguiendo en Venezuela, una vez estando yo de vacaciones con mi familia, Carlos y Daniela estaban pequeños en ese entonces, bajando desde Merida a La Puerta, nos encontramos con una taguarita de esas de carretera, que vendía verdurasy que estaba full de verduras frescas. Yo no me iba a parar, hasta que entonces vi el anuncio: “las Verduras de Ramón”. Me paré y compré todo tipo de verduras para llevar, obviamente.

¿Para qué? no lo sé. Pero al llegar a Charallave, como cuatro días después, ya casi todas estaban dañadas.

Por último, no recuerdo el nombre del negocio pero no obstante, espero que mis amigos Luis Guillermo, Pablito o Vicencio, quienes seguramente leerán este artículo, lo recuerden.

Cuando éramos jóvenes e íbamos de playa a Río chico, aquella señora que tenía una venta de arepas frente al negocio donde íbamos a jugar al 5 y 6.

Uno pedía una arepa, se la comía pero si pedias otra, la señora regañaba a uno y le decía: “No señor, usted ya se comió su arepa”.

Y para que te vendiera otra arepa, tenía uno que disfrazarse.

Pobrecita, ahora pienso, ya en la distancia del tiempo, que el asunto era que la volvíamos loca pidiendo arepas.

Dame una Reina Pepia, para mí una pelúa, dame una con domino, una con baranda y otra con chicharrón, etc etc.

Saludos