El trébol de la suerte

Columnistas

Juan Eduardo Fernández «Juanete»

Había pasado los últimos días algo triste pues se me presentó la oportunidad de ir a un festival de cine en Ushuaia, para representar a La Uruguaya, la película que produje con Orsai. Pero la suerte me jugó en contra y no pude lograrlo.

Igual, con lo que me pasó el fin de semana después de aquel sorteo, creo que voy a comenzar a creer aquello de “Dios escribe derecho en renglones torcidos”.  ¿Les gustaría saber qué pasó? Bueno aquí les cuento:

Luego del traspié del sorteo para asistir al festival, visité varios cafés y restaurante con mi libreta; para ver si se me caía una idea y poder terminar un guión que estaba escribiendo para un corto que se filmará en Nueva York a fin de año. 

La noche del 21 de abril, justo el día en que el avión que me llevaría a Ushuaia (de haber ganado) despegaba, yo caminaba por la Av. Corrientes, y mis pasos me llevaron a la Pizzería “El Trébol”. Entré busqué una mesa cerca de la puerta y junto a un gran ventanal de vidrio que me mostraba la noche porteña, tal como si se tratará de una película. 

Me senté, llamé al mesero y me pedí un café americano. Guardé la libreta y saqué el libro “Pasaje al futuro” del periodista Santiago Bilinkis. Transcurrieron tal vez 5 minutos, cuando el sonido de la campana de la puerta me sacó de la lectura, levanté la mirada y quedé mudo. 

Había entrado al local una chica alta, de rizos entre castaños y colorados, que escondía unos lindos ojos azules detrás de unos lentes de pasta. Quedé mundo y mi mirada quedó fija en ella; la chica al notarlo sonrió, y yo traté de disimular, pero ya era tarde. 

-Disculpa ¿Nos conocemos? Me dijo

Mi respuesta fue un acto reflejo que por lo visto salió bien:

-No lo creo porque te recordaría, pero podemos conocernos. 

La chica sonrío y se sentó a dos mesas de distancia. Debo confesar que me sentí un tonto ¿Cómo me iba a tirar ese lance? Debe creer que soy un idiota pensé. Así que enterré mi cara en las páginas del libro de Bilinkis.

Después de varios minutos sonó un celular, era el de la chica. Ella contestó y por lo que escuché, la amiga con la que se iba a encontrar tuvo un percance y le canceló.  Agarré la taza de café, tomé un sorbo y aproveché para dirigir la mirada hacia la mesa donde estaba la chica. Ella consultaba el menú, y en un momento nuestras miradas coincidieron. Entonces me volvió a hablar: 

  • ¿Ya leíste lo de las hormigas? Me preguntó la chica 
  • ¿Cuáles hormigas? Contesté yo
  • Bilinkis, tiene una columna muy interesante donde habla de la inteligencia emergente y toma como ejemplo a las colonias de hormigas ¿De qué planeta sos? ¿No conocés basta de todo? Porque si lees a Bilinkis deberías saberlo…
  • A mira, no conocía ese de las hormigas. No soy de aquí, bueno ahora un poco si (contesté nervioso). Nací en Caracas, pero llevo años viviendo en Argentina.
  • Perdón, que desubicada. 
  • No pasa nada –Le dije- y agregué: Por lo que escuché tu amiga no viene ¿Qué tal si nos sentamos juntos? 
  • Sos rechusma por lo que veo (chismoso)
  • No, soy periodista, le contesté.
  • Entonces tenés licencia para ser chusma Jajaja. Bueno vení vos, sos el interesado.  

No había ella terminado de decir la frase cuando agarré la taza de café, el libro y me moví a su mesa. Charlamos de todo, desde teatro, historia del cine, Caracas, Buenos Aires, del ChatGPT, los libros y podcast de Bilinkis y hasta de Tango.  La pasamos tan bien, que no nos dimos cuenta de la hora y prácticamente nos echaron del restaurante porque tenían que cerrar. 

Evidentemente queríamos seguir la gira, por eso la invité al Boliche de Roberto, una peña tanguera fundada en 1893 que queda en Bulnes, frente a la Plaza Almagro. En el lugar escuchamos a un taxista que imitaba muy bien a Gardel, y a un grupo de jóvenes entre los 20 y 25 años, que tocaron en el bandoneón y la guitarra algunos temas de Piazzolla. 

Ya al cerrar la noche la acompañé hasta el pórtico de su edificio, nos dimos un beso y quedamos en vernos otra vez. 

Mientras regresaba a mi casa me pregunté ¿Será que perder el sorteo para ir a Ushuaia no fue tan malo? Porque de haber ido al festival de cine, no hubiese coincidido con la chica de rizos entre castaños y rojizos…  Quién sabe, tal vez El Trébol me trajo buena suerte después de todo…

Veremos qué pasa.