¿estas seguro de que no te duele nada? Cuidado, puedes estar muerto

Salud

Seguramente habrá escuchado aquello de que “Si no te duele nada, estás muerto”, sobre todo por parte de ciertas personas de cierta edad que padecen algún dolor.

Seguramente este dicho popular no es el más indicado. No ayuda. Es casi imposible no sentir algo cuando se escucha, pues para muchos es una justificación para no hacer nada, para quitarse la responsabilidad y quedarse con esa molestia.

Entonces es cuando se puede llegar a la conclusión que si fuera por su edad, toda la gente de cierta edad tendría el mismo dolor, y no es así; hay personas con más de 85 años, como mi tía Marina, quien además de una gran memoria, no sufren dolor alguno y viven una vida activa con alegría y motivación. Gozan de un bienestar y de una calidad de vidaenvidiables.

Además, también, hurgando se descubre que todo lo que termina en “algia” significa dolor, aunque hay muchas dolencias que desconocen, quizá por su nomenclatura académica: lumbalgia (dolor de lumbares), ciatalgia (dolor del ciático), neuralgia (dolor de un nervio o en terminaciones nerviosas), gastralgia (dolor de estómago), y así casi hasta el infinito.

Estas algias generan importantes molestias para las que normalmente la medicina solo nos receta fármacos.

Posiblemente nos quiten el dolor, en el mejor de los casos; en muchos otros, lo aliviará temporalmente; pero podemos volvernos adictos a ellos o dejar de sentir sus efectos en nuestro organismo. En el peor de los casos, no funcionarán o provocarán reacciones adversas.

Algunos dolores crónicos, asociados a enfermedades, son de difícil solución; pero la mayoría de las algias asociadas a huesos, músculos, nervios o articulaciones son tratables a través de la fisioterapia.

Gracias a ella las molestias disminuyen en muchos casos, y podemos dejar de sentir dolor en otros tantos. Y es que el tratamiento del dolor es muy variado dependiendo de la dolencia y del profesional que nos atienda: estiramientos, manipulaciones, masaje, reeducación postural, etc..

Hay muchas técnicas, por eso cada terapia será diferente según el conocimiento, la experiencia y la formación del fisioterapeuta que nos trate. Aunque hay directrices para muchas patologías, no están todas. Es preferible tratar a la persona, no solo sus síntomas según unas directrices predeterminadas, buscando las causas del dolor que merman nuestra salud y bienestar.

Nuestro cuerpos son, o deben ser, organismos inteligente. Cada minuto, cada segundo, está haciendo miles de reacciones químicas para mantenernos vivos sin que nosotros lo sepamos. Cuando da la voz de alarma es por algo. El dolor es un aviso de nuestro sistema nervioso de que algo no funciona bien.

A veces, ese dolor bloquea un determinado movimiento para que no se realice. De hacerlo repetidamente, esa lesión puede aumentar e incluso volverse irreversible.

Por ejemplo, cuando en una lumbalgia no podemos mover la espalda o nos quedamos encorvados: la musculatura se tensa para evitar ese movimiento que es dañino para alguna víscera, un órgano o un nervio.

En estos casos, hay varias recomendaciones: primero bajar la inflamación y después buscar el origen de esas tensiones, que normalmente vendrán de incorrectas posiciones de vertebras/pelvis, o de inflamaciones viscerales. Siempre es recomendable ir antes al médico para que descarte “males mayores”: enfermedades sistémicas, tumoración, infecciones o patologías viscerales.

Una vez descartados estos “males”, la labor del fisioterapeuta experimentado toma gran importancia para buscar las causas y ofrecer la mejor solución posible a través de las numerosas técnicas de las que dispone.

Segundo, debe tratarse el dolor si persiste en el tiempo. Si no lo solucionamos, otra parte del cuerpo se forzará para compensarlo; cuando esta duela, otra diferente hará lo mismo. Así hasta que encontremos otro equilibrio inestable o ya no podamos más y vuelva el dolor anterior u otro diferente.

La vida es muy larga, y puede llegar un momento en que el cuerpo no pueda más, y entonces será mucho más difícil desandar todo el camino que nos ha llevado a ese dolor agudo o crónico que nos aqueja.

La salud se basa en la capacidad de compensación del cuerpo de todo lo que le llega y le ocurre. Si duele mucho un pie o hay un esguince mal curado, la rodilla puede torcerse para quitar este dolor, y ante esta molestia la cadera se rotará para compensarlo. Si esta tendencia continúa en el tiempo, puede que este desequilibrio pase a la columna, al hombro o al cuello y desemboque en dolores de cabeza.

Hay que buscar las causas del dolor más que quedarme en los síntomas. Mucha gente no va al fisioterapeuta porque piensa que curar una molestia duele mucho o tienen esa mala experiencia previa reciente en la memoria.

Para estas personas una buena noticia: en la mayoría de patologías no hace falta que suframos para tratarlas; y si alguna de ellas lo requiere, no rebasará la tolerancia del paciente (por lo menos en mi consulta).

El dolor no se cura con más dolor, salvo contadas excepciones. Es un señal de que algo no funciona bien, una alarma que nos indica que si seguimos por ese camino algo peor puede ocurrir: bien se está produciendo una lesión o agravando la dolencia. Por eso, lo mejor es escuchar al cuerpo y buscar las causas para luego ir recorriéndolas una a una.

Pese a todo, aún así hay gente que se sorprende de que no les duela el tratamiento, y me dicen mirando de reojo: “¿pero no va a hacerme daño?”, “si no duele no cura”… Ambos, dichos populares con los que tampoco estoy muy de acuerdo. No hace falta sentir dolor para estar vivo.