La Breve Historia de Maria

Columnistas
Ramón Velásquez Gil.

Ciertamente, corría el año mil novecientos setenta y cuatro o setenta y cinco, si mal no recuerdo y era un sábado por la noche en mi pueblo natal, Charallave, Venezuela. Esa noche salí un poco tarde y digo tarde, para el sistema de vida de esa época en que “ni se imaginaba uno” que pudieren existir teléfonos de bolsillo y que algún día se convertirían en el objeto más preciado de cada quien.

Existían si, los teléfonos caseros (CANTV) pero, no en todas las casas los había. Así que, los panas y amigos de parranda, teníamos un lugar y hora especificó de reunión que, en nuestro caso, era la Plaza Bolívar.

Esa tarde del sábado, me entretuve viendo en tv, la serie “Los Ángeles de Charlie”, la cual terminó a las siete de la noche y, a esa hora, fue que salí de mi casa.

Encendí mi Toyota Land Cruiser: el primer carro que tuve..y arranque hacia la plaza Bolívar. Bueno, llegue a la plaza y no había ninguno de mis compinches. Alguien me informó que los había visto por allí pero tal parece ya se habían ido, quizás con Cesar o con Carlos, quienes también tenían carro.

Imaginen, como uno saber para dónde se habrían ido, era bastante difícil.

Decidí entonces darme una vuelta por el pueblo, a ver si de repente estaban en el Club Canario, o El Demócrata, en El Tuyero o en la “Chicharronera El Colesterol”, donde el amigo Pedro. Pero nada que los encontré.

Fue entonces que, cuando voy a la altura del Club Canario, veo parado en la esquina, a la luz de un poste, una persona vestida con corbata y palto al hombro.

Cuando estuve más cerca, pude ver que se trataba de Enrique (QEPD), un muchacho de una familia muy conocida, el cual era bastante joven aún.

Me detuve y le pregunté:

– Epa Enrique, ¿qué haces ahí encorbatado?

Yo lo conocía bien, pues su mamá y la mía, eran comadres.

– Epa Ramon – me contesto – aquí esperando el autobús o una cola. Voy a una fiesta de mi graduación en Ocumare del Tuy.
– Y tú, ¿para dónde vas? – me preguntó él a su vez.
– Estoy buscando a los muchachos. No están en la plaza. ¿Tú no los has visto?
– Coño, no Ramon. Por aquí no han pasado – me respondió.
– Vámonos para mi fiesta en  Ocumare – continuó.

Me quedé pensando un poco, sopesando si me regresaba a mi casa a ver Sábado Sensacional, con Amador Bendayan, pues esa noche presentaban a la cantante sudafricana Mirian Makeba, cantando el “Pata Pata” y a Trino Mora, cantando “Libera tu Mente”, o aceptaba la invitación.

Bueno, pudo más la energía de mis veintidós años que tenía en ese entonces.

– Vamos a darle, Enrique, súbete y me vas contando cómo es la fiesta.

Por el camino, ya vía Ocumare, me explicó Enrique que esta era una reunión post-graduación de bachilleres de su curso. Algo así como una despedida, pues ya habían terminado el bachillerato y cada quien agarraría su rumbo, en lo adelante.

Le comenté que ciertamente, es duro y triste cuando ya no se verán mas, como en los días de clases durante cinco años.

También comenté  que, aunque yo tenía solo veintidós años en ese entonces, esa fiesta era de chamos de dieciséis y diecisiete, por lo cual yo no encajaría allí.

– No le pares, Ramon, yo te presento a mis compañeras, te tomas un traguito y bailas con alguna – trataba de animarme Enrique, no vaya a ser que yo me devolviera. No obstante, eran muy chamitas para mi, pensé.

Llegamos al lugar de la fiesta, una casa de familia de una de las muchachas graduándose. Entramos y Enrique me presentó como primo suyo, esmerándose en que yo me ambientara pero, tal como pensé, eran casi una niñas aún y bueno, Enrique me dejó solo y salió a bailar.

La verdad verdadera es que yo también era un chamito, pero en esa etapa de la vida, con veintidós años uno se cree ya un tren.

Bueno, ya estaba allí y me propuse entonces sentarme afuera, escuchar la música y saborear mi trago hasta que llegase la hora de irnos, no iba a dejar botado a Enrique.

Fue en el momento cuando me disponía a cruzar la sala donde bailaban, para salir al jardín del frente, nque pude ver de reojo, parada en una esquina de la sala y viendo el baile, a una muchacha que, inmediatamente, por instinto, me di cuenta de que era más o menos de mi edad.

En seguida se encendieron mis “alertas tempranas” y continué hacia afuera, ya solo para preparar mi estrategia pues estaba seguro de que la muchacha, muy bonita por cierto, estaba en la misma situación que yo. Incluso..me puse un poco nervioso pues era imperativo para mí abordarla y sobre todo, no fastidiarla.

Ya mentalizado, entré de nuevo hecho el pendejo, mirando sin ver a los que bailaban. Sonaba en ese momento a canción: “Bajando por el Río”, del grupo “Crosby, Stills Nash y Young” que estaba de moda y decidí entonces que, cuando sonara el solo de guitarra de Neil Young, el cual era como un himno en ese entonces, me inspiraría y le “caería” a la muchacha.

Busqué una buena estrategia para caerle pero al final, no recordé dicha estrategia y entonces la abordé con un simple: –  “Hola, ¿cómo estás? Creo que estás en la misma situación que yo, que no conozco a nadie y no consigo con quien hablar.

Me dirigió una linda mirada y me contestó: – Siii, yo tampoco conozco a nadie. Solo vine a acompañar a mi hermana quien también se graduó. –  continuó.

– Ok, y yo igual. Vine a traer a mi primo quien también se graduó y me pidió el favor.

Bueno, allí comenzamos una conversación muy agradable. Ella era de mi misma edad y ya también se había graduado unos años atrás. 

Se llamaba Maria con un raro apellido pues era de origen árabe. Tenía unos ojos muy bonitos y un rostro perfecto. Hablamos de todo un poco y me dijo que estudiaba medicina en la UCV. Sin duda alguna nos caímos bien y la fiesta se convirtió en algo muy agradable para nosotros.

En algún momento sonó la canción “Caramelo e chocolate” del Sexteto Juventud y salimos a bailar. Su hermana a veces se acercaba y por otro lado, Enrique me veía desde lejos con una sonrisa de oreja a oreja. Feliz porque yo había encontrado compañía.

María era una muchacha muy inteligente; tenía mucha cultura y podías hablar cualquier tema con ella. Rápidamente nos dimos cuenta de que congeniábamos. Salimos a bailar otra canción y de verdad la estábamos pasando muy bien. De repente, la fiesta pareciera que era para nosotros solos. Ella no tomaba, por lo cual yo también me olvidé de tragos.

Todo estaba ocurriendo a máxima velocidad entre nosotros; yo, me sentía muy a gusto con ella y pude sentir lo mismo de ella hacia mi.

De repente, noto que se pone seria y algo nerviosa, viendo hacia la puerta de la sala. Le sigo la mirada y entonces veo a un hombre parado en dicha puerta; un tipo de barba poblada y con cara de terrorista árabe que la miraba fijamente.

Ella, entre dientes, pudo decirme que era su papa que las había venido a buscar e inmediatamente se alejó de mi y fue a buscar a su hermana.

Maria encontró a su hermana y salió con ella rápidamente seguida de su papá. A penas pudo voltear hacia mi que me encontraba sin saber qué hacer, pues el tipo infundía temor y creo que me hizo un pequeño ademán de despedida.

Fue..la última vez que la vi. Quedé como en estado de catarsis espiritual, algo así como desamparado, triste y compungido. No podía reaccionar.

Todo el mundo se dio cuenta de que Maria y su hermana se habían ido y eso cambió el ánimo de la fiesta. Yo nunca imaginé que todo terminaría así tan de repente y por ello, no tuve tiempo de pedirle el número de teléfono de su casa.

Enrique se dio cuenta de mi desconsolanza y se me acercó tratando de darme ánimo pero, eso era misión imposible. Solo atiné a decirle que me buscara un trago para irnos y le rogué que consiguiera el número de teléfono de Maria, con alguna de las compañeras de su hermana.

Este salió a cumplir la misión y yo decidí salir a la calle a tomar un poco de aire y calmar el “friqueo”.

Al poco rato, salió Enrique con mi trago y el número de teléfono de Maria; pero con un desalentador mensaje que me enviaron las muchachas: Ellas tenían prohibido contestar el teléfono en su casa.

Cuando repicaba el teléfono, contestaba la mamá o el papá; y solo si era una compañera de estudio …o alguien de su confianza que llamaba, les pasaban el teléfono.

Escuché el mensaje de las muchachas pero no le paré mucho; no creí que fuese cierto. Hasta que intente llamarla.

Por el camino de regreso, no dejé de pensar en Maria. Sin embargo,..me aliviaba el hecho de que ya tenía el numero de teléfono.

Dejé a Enrique en su casa y me fui a dormir. Al día siguiente, no encontraba la hora apropiada para llarmarla, pensando en que ya estuviera desocupada.

Al fin, más o menos a las once de la mañana, decidí llamarla. Yo, esperaba escuchar la voz dulce de Maria diciendo: “Alo”. Pero no fue así, tronó fue una voz masculina que preguntó: 

– ¿Quién es? 
Yo, lo más educado que pude, solo atiné a decir: – Por favor, con Maria.

El trallazo del teléfono al ser colgado con dureza no se hizo esperar y duré varios días con un zumbido en en el oído.

Era totalmente cierto, el mensaje que me habían hecho llegar las muchachas. Fue entonces que, para evitarle problemas a Maria, tomé la dolorosa decisión de no intentar llamarla mas y todo quedó así. Yo estaba bastante joven aún y rápidamente apareció otra Maria.

No obstante, no mucho tiempo después, recibí a través de la amiga de una amiga, un sublime mensaje de ella, que no escribiré aquí y que me sobrellevó a pasar varias noches sin poder dormir. Pero ya había otra Maria en mi vida que me había ayudado a superarlo.

Eran otros tiempos.

Todo lo aquí narrado se ajusta cien por ciento a la realidad de los hechos .

Saludos