Los Abuelos Rebeldes

Columnistas
Ramón Velásquez Gil

Ciertamente, los “pures” de hoy, los que tenemos sesenta y tanto o setenta y tanto, significa que nacimos en las décadas de los años cuarenta o de los cincuenta.

Nacimos junto con el joropo venezolano pues antes de la década del cincuenta nadie conocía ese género musical. Crecimos escuchando y bailando ademas, el nacimiento del rock and roll; Elvis Presley, Chubby Chequer, Jhon Coltraine, nos adentraron en ese mundo que cambió todo. Luego fue que vinieron los Beatles, Rolling Stones, etc. quienes ya eran otra cosa.

La droga se puso de moda y ya para entonces, éramos adolescentes y por tanto, confieso que muy pocos de nosotros no probó la marihuana, la cocaína y  algunos más osados, el LSD o el fenobarbital.

Siempre echo el cuento de cuando Santana se presentó en Caracas, en mil novecientos setenta y uno, creo. Cuando apagaron las luces del estadio y comenzó el concierto, se levantó una nube de humo de marihuana que “ennotó” a toda la gente de los edificios vecinos; y  yo estaba allí.

Soy, junto con otro pana, uno de los dos sobrevivientes de los cinco que fuimos juntos a ese concierto.

Fuimos la primera generación rebelde, aquellos que por primera vez no aceptábamos hora de llegada, aunque la mayoría de las veces regresáramos temprano.

Pero fuimos rebeldes, más no delincuentes pues casi todos seguimos estudiando, trabajando o en actividades deportivas, paralelas a los bonches, minitecas, conciertos y pare de contar.

En nuestra juventud no existía el término “malandro” pues no los había; y si acaso, existía el término “patotero”, que se refería a cualquier pandilla, ya fuere de muchachos de barrio o de la “gente bien”, que también las había.

Hubo un famoso caso de secuestro y muerte en aquel entonces, cometido por patoteros de la clase alta.

Por todo ello es que, aunque muy pocos lo noten, ahora somos abuelos o bisabuelos pero no como los de antes; los abuelos y bisabuelos (me falta poco para ser bisabuelo) de ahora seguimos siendo, en cierto modo, rebeldes pues no nos tiembla el pulso (aunque si un poco las piernas) para salir a bailar un Rock, una salsa, tambor o joropo, sin ningún tipo de complejo.

Y es que, algunas décadas atrás y no se sabe el por que, una persona de cincuenta años, mujer u hombre, eran ya unos ancianos, no obstante que comían más sano que nosotros.

Hoy día, solo después de ochenta años es que de verdad comienza la ancianidad y no en todos pues tengo familiares y amigos que se conservan muy bien, aún después de los ochenta.

Y también se pueden ver damas, quizás ya entradas en sus sesenta, que se ven muy bien y siguen bailando Rock and Roll.

Con toda seguridad, no habrá otra generación como la nuestra.

Moriremos a los noventa o cien años, aún jóvenes, no obstante las canas y las arrugas.

Saludos