Aquí, en Nueva York, tenemos la suerte de contar con abundantes alimentos de todo el mundo, pero muchas de nuestras familias se enfrentan a la inseguridad alimentaria, y para algunos de nuestros niños, el desayuno y el almuerzo que toman en la escuela son sus únicas comidas del día.
Por eso es aún más importante que sirvamos a nuestros alumnos comidas sanas y nutritivas que tengan buen aspecto, buen sabor y sean culturalmente apropiadas.
Como ciudad, hemos dado pasos importantes en este sentido: seguimos estrictas directrices nutricionales; estamos ofreciendo más opciones basadas en plantas, especialmente los Viernes Plant Powered y los Lunes sin Carne; hemos ampliado las Cocinas Halal para que 87 escuelas públicas estén ahora certificadas para servir comidas Halal; este año, hemos comprometido 50 millones de dólares para crear un ambiente acogedor en más de 80 comedores escolares; 5 millones de dólares para formar a nuestros trabajadores de alimentación escolar; y ahora estamos añadiendo un componente vital de educación alimentaria a la mezcla.
Al vivir en Nueva York, muchos de nuestros jóvenes sólo ven los alimentos como un producto acabado en la estantería de un supermercado, en una bodega o en un paquete. Queremos ayudarles a entender cómo funciona el sistema alimentario, desde cómo se cultivan los alimentos hasta cómo llegan a nuestras tiendas y a nuestros platos.
Queremos que sean capaces de elegir alimentos sanos y de analizar cómo afecta el sistema alimentario al clima, a nuestra economía, a nuestras diversas comunidades y a nuestra salud. Una educación alimentaria integral también puede ayudar a los alumnos a apreciar las tradiciones culinarias de las distintas culturas de nuestra ciudad.
Para lograrlo, debemos integrar la educación alimentaria en la jornada escolar. Los alumnos pueden aprender a preparar alimentos en el comedor escolar, visitar una tienda de comestibles durante una clase de matemáticas o ciencias, hacer una excursión a un mercado de agricultores, y mucho más.
Más de 1.000 escuelas públicas de Nueva York tienen huertos donde los alumnos pueden aprender a plantar y cultivar sus propios alimentos.
En algunos de nuestros barrios de bajos ingresos, las familias no tienen acceso a supermercados u otras fuentes de alimentos nutritivos.
Y como los alimentos procesados (como la comida basura) son a menudo más baratos y más fácilmente accesibles que los alimentos no procesados, el 40% de nuestros estudiantes, en particular nuestros estudiantes negros y latinos, tienen sobrepeso o son obesos. Esto les expone a un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas como la diabetes y el asma.
Comiendo mejor en la escuela y haciendo más ejercicio pueden mejorar su salud y la del planeta. Lo sé de primera mano: Pude conservar mi vista y revertir mi diabetes de tipo 2 adoptando una dieta basada en plantas.
La inseguridad y la desigualdad alimentarias son un problema constante en nuestra ciudad que afecta a la salud física y mental de los neoyorquinos.
Sirviendo alimentos más sanos en nuestras escuelas y mediante una educación alimentaria integral, podemos transformar la salud y el bienestar de nuestros jóvenes, la salud de sus comunidades, nuestra ciudad y nuestro planeta.