Ocurrió Una Noche En La Carretera

Columnistas
Ramón Velásquez Gil.

Ciertamente los abogados tiene mala reputación laboral, según la crítica callejera de la gente.  Quizás haya un poco de verdad en cuanto a que el abogado se vale de cualquier artimaña legal para ganar su caso.

Es su trabajo y por ende, el cliente que busca sus servicios, quiere resolver su problema no importándole lo que haga el abogado para resolver la situación.

Así es “casi” toda la gente que busca los servicios de un abogado. En ese momento, ese “casi” todo el mundo quiere que tu como abogado, seas el más “triquiñueloso” que exista.

Sin embargo, hay límites que la ética profesional impone, aún en el gremio de abogados. Por ello, tienes que ser un abogado estudioso además de diestro en el arte del uso de las normas legales.

Ese es el buen abogado; el que siempre actúa con apego a las leyes y solo utiliza medios “cuasi legales”, cuando las circunstancias del caso lo ameritan, y no temblándole el pulso para hacerlo.

El hijo de un amigo mío al que conocía muy bien; una noche, viniendo en su carro de su trabajo, colisionó de frente con otro vehículo que, salió de una calle lateral y se incorporó a la carretera principal en sentido contrario al que traía el muchacho hijo de mi amigo. El carro que se incorporó a la vía, salió en un ángulo muy abierto y le quitó la derecha al carro del muchacho, quien frenó su vehiculo pero el otro carro no y se produjo la colisión o choque frontal.

Cómo resultado de la colisión, murió una mujer que venía como pasajera en el auto que se incorporó a la vía.

Bueno, el papá del muchacho me llamó esa noche, bastante compugnido por el hecho pues su hijo había quedado detenido.

Así pues, me tocó trasladarme esa noche a la zona de Barllovento, sector donde ocurrió el accidente.

Llegué a la zona cómo a las dos de la madrugada. Pero ya el comando de tránsito estaba cerrado; así que me tocó irme a un hotel cercano y quedarme allí hasta el día siguiente.

Bien temprano en la mañana, me levanté y me alisté para comenzar la brega legal. Al entrar al comando de tránsito, utilicé la siguiente táctica: Pregunté por el jefe del comando y me dijeron que estaba en la cocina.

– Ah ok – dije y entré hasta la cocina sin pedir permiso y sin darle explicaciones a nadie.

En el pasillo, me encontré al muchacho hijo de mi amigo que estaba detenido, quien al verme abrió mucho los ojos e hizo ademán de hablarme pero le pase por un lado como si no lo conocía. Se me quedó viendo triste, hasta que me le perdí de vista.

Llegué a la cocina y efectivamente, allí estaba el Sargento, haciendo café.

Yo, quien ya sabía su nombre, al verlo lo saludé:

– Buenos días Juan, cómo amaneciste? Tuviste trabajo anoche – le dije.

Este, un oficial ya fogueado y sin saber quién era yo, me siguió el juego.

– Caramba si. Hubo un accidente con un fallecido.  Un poquito de trabajo – me respondió.

– Coño, huele bien ese café a esta hora- le dije sin pedirle.

En seguida sirvió café en otra taza y me la ofreció.

Juancito, (lo tutee, dándole confianza) vengo como abogado del muchacho que tienes ahí. “¿Como ves el caso?” le pregunté.

En seguida se le prendieron las antenas. Fue fácil de ver.

-Caramba Dr. está difícil la cosa- me respondió.  – “Su muchacho dejó diecisiete metros de frenado. Lo que indica que venia a exceso de velocidad”.

Decidí no llevarle la contraria: – “Bueno Juancito, vamos a borrar ese frenazo hasta cinco metros, ¿se puede?” – le pregunté.

Me miro. Se rascó la cabeza y me dijo:

-Si, pero tengo que ir al sitio y “borra con arena”..

– Esta bien, dale Juancito. No podemos perder tiempo. Le dije.

– Bueno, yo voy ahora como a las nueve. Yo solo y en la grúa. Ahí me llevo la arena- respondió.

– ¡Venga como a las dos! –  continuó – para ir a donde está el carro de su cliente. Quiero enseñarle algo.

– Esta bien Juancito, a las dos de la tarde estoy aquí, – le respondí.

Me despedí y seguidamente, salí de la cocina y emrumbe de nuevo por el pasillo. Allí me esperaba como un Toll, el hijo de mi amigo, quien todavía se preguntaba por qué no lo saludé.

Al llegar hasta él, rápidamente le murmuré en voz baja, que hiciera como si no me conocía; “después te explico”, le murmuré.

El caso era que nunca se debe demostrar algún nexo con el cliente pues si no, entonces se afincan para poner las cosas difíciles.

Salí y me fui al hotel a almorzar; tenía buen tiempo pues eran como las once y media de la mañana. Pedí mi almuerzo y una comida para llevar.  Hasta ahora, iba bien el plan.

Llegué de nuevo al comando como a las dos menos cuarto, con la comida del muchacho quien tenía por nombre Erick. Al rato llegó el sargento, quien me invitó a otro café.

A esa hora, un café era gasolina de avión para el cuerpo.

Nos bebimos el café en silencio, el cual no rompí pues no se debe demostrar ansiedad o nerviosismo.

Por fin me decidí y le pregunté cómo le había ido.

– Estuvo un poco pelua la cosa- me dijo – Estaba en el sitio un fiscal del ministerio público que, a según, es familiar de la “Decuyus”. ”Taba” preguntando mucho, me hice el loco y lo dejé solo. Después de que se fue volví e “hice la vaina”- me comentó, haciéndose el héroe.

– Bueno Dr. vamos a donde esta el carro- continuó sin soltar mas prenda.

Salimos y nos fuimos en el carro mío hasta el estacionamiento del tránsito, lugar donde estaban los carros del accidente. Llegamos al mismo, el cual no presentaba gran daño, cómo si lo presentaba el otro carro. Estaba pensando que era lo que me quería enseñar el sargento, cuando esté abrió la maleta del carro:

– Susto- en la maleta del carro del muchacho, había una cava llena de latas de cerveza bien friitas todavía y algunas ya vacías.

– Que vaina es esta Juancito ¿Tú pusiste eso ahí?- pregunté al sargento.

– Noo. Dr. eso estaba allí. Más bien he mantenido alejada a la gente para que no las vean-  respondió Juan.

– Bueno, vamos a sacar eso de aquí rápido sargento. Vamos a pasarlas a mi carro – le expresé, mientras caminaba a traer el vehiculo mío.

Rápidamente hicimos el transbordo mientras nos tomábamos una de las polarcitas, pues ya eran las tres de la tarde, aproximadamente y hacía calor.

Antes de irnos, me dijo Juancito que nos tomáramos otra cerveza. Y asi lo hicimos; había que desaparecerlas.

Bueno, lleveé a Juancito a la comandancia y en el camino le compré más comida al muchacho, pues debería dormir allí de nuevo, ya que la presentación al tribunal sería al día siguiente. El sargento terminaría el expediente esa noche y yo me regresaría a mi casa, a cambiarme y descansar.

El día siguiente, ya domingo, legué de nuevo al comando y ya estaba listo el expediente. Me despedí del sargento, ya una vez “finiquitado todo”, ya saben, y me fui al tribunal a esperar el traslado del muchacho.

Pasé todo el dia, fue trasladado al tribunal a las cinco de la tarde y la audiencia fue a las diez de la noche.

Averigüé con el alguacil del tribunal que, el fiscal del ministerio publico, supuesto familiar de la mujer fallecida, habia movido la cosa para que nos dejaran de últimos. Fue lo único que pudo hacer.

Todo salió bien, yo previamente había entrenado a Erick sobre lo que iba a decir y la puntilla final fue, cuando el juez le preguntó sobre si había ayudado a los heridos, a lo que él respondió: “Si los ayude y cuando llegaron los bomberos, yo les dije que atendieran primero a los del otro carro, que estaban más heridos que yo”.

Esa declaración fue muy importante y coadyuvó para que el juez le otorgara la libertad bajo presentación por tres meses.

Un final feliz donde no tuve que poner en práctica el Plan B.

Otro día, les comento sobre que se trataba el Plan B.

Este trabajo, fue un fin de semana duro pero..normal, de un abogado.

Saludos