Qué le ocurre al cuerpo cuando se deja de fumar

Salud

El tabaco aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y cáncer, entre otros problemas de salud, pero si dejas de fumar los riesgos se reducen drásticamente. Descubre cómo cambia tu cuerpo al abandonar este hábito.

El tabaco aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y cáncer, entre otros problemas de salud, pero si dejas de fumar los riesgos se reducen drásticamente. Descubre cómo cambia tu cuerpo al abandonar este hábito.

lLOrganización Mundial de la Salud (OMS) también ha advertido que “entre los fumadores, el riesgo de enfermedad grave y muerte por COVID-19 se incrementa hasta en un 50%” y por ello la OMS ha lanzado la campaña ‘Comprométete a dejarlo’ en la que ha puesto a disposición de los más de 1.000 millones de consumidores de tabaco herramientas digitales gratuitas para dejar de fumar.

Asimismo los fumadores pasivos, que han estado expuestos al humo de segunda mano, o incluso al de tercera mano (el que impregna los muebles, textiles y otros objetos), tienen más probabilidades de padecer este tipo de enfermedades, y solo al cabo de entre cinco y 10 años de estar en un entorno libre de humos pueden igualar su riesgo a contraerlas con el de los individuos que nunca han estado expuestos a estos tóxicos.

Las evidencias científicas demuestran que fumar reduce la esperanza de vida alrededor de 10 años, sin embargo, cualquier momento es bueno para abandonar este hábito tan nocivo, ya que al hacerlo el organismo se recupera y el riesgo de desarrollar la mayoría de las enfermedades asociadas al tabaco se reduce progresivamente, y puede llegar a equipararse al de las personas que nunca han fumado.

Cómo reacciona el organismo al dejar de fumar

Dejar de fumar tiene efectos positivos inmediatos. El Dr. Alcolea explica que desde el primer día los pacientes vuelven a apreciar el sabor y el olor de los alimentos –el humo del tabaco atrofia las papilas gustativas–, recuperan la sensación de tener la boca limpia, y en unas semanas aumenta su capacidad para realizar ejercicio físico.

Sin embargo sin duda lo más importante es que disminuyen significativamente las probabilidades de padecer numerosas enfermedades. Estas son las principales reacciones del cuerpo de un fumador habitual cuando abandona el hábito:

Mayor función pulmonar

Al cabo de tres o cuatro semanas disminuyen la tos y la cantidad de secreciones, y el ex fumador empieza a respirar mejor y a sentir que tiene más energía. Los cilios de los pulmones se recuperan y se reduce el riesgo de infecciones respiratorias.

La capacidad pulmonar puede recuperarse entre un 10 y un 15% en el primer año, según explica la Dra. Barrios, que añade que unos tres meses después de abandonar el consumo de tabaco empieza a mejorar la tolerancia al ejercicio físico.

Aplaca el riesgo de cáncer

El consumo de tabaco incrementa el riesgo de varios tipos de cáncer, como el de pulmón, nariz, faringe, laringe, páncreas o vejiga, pero cinco años después de abandonar el hábito el riesgo de cáncer de boca, garganta, faringe y vejiga se reduce a la mitad, mientras que las probabilidades de desarrollar un cáncer de cervix son las mismas que si nunca se hubiera fumado.

En el caso del cáncer de pulmón, se advierte que los carcinógenos que se desprenden del humo del tabaco ejercen su acción tóxica durante muchísimo tiempo, por lo que el riesgo de padecer esta neoplasia no se llega a igualar nunca al de un no fumador, pero sí se acerca bastante cuando transcurren 10 años o más.

Menos riesgo de COVID-19 grave

La OMS señala que no se dispone aún de estudios científicos revisados en los que se haya analizado el impacto que tiene el consumo de tabaco sobre el riesgo de contraer la infección por SARS-CoV-2.

Sin embargo, considera que los fumadores ­–ya sea de cigarrillos, pipas, pipas de agua (shisha, cachimba), etcétera– tienen más riesgo de infectarse porque el simple hecho de fumar ya conlleva tocar estos productos con los dedos y después llevárselos a los labios, y con frecuencia se comparten boquillas y mangueras, lo que también facilitaría la transmisión del virus.

Además, el consumo de cualquier tipo de tabaco deteriora la capacidad y la función pulmonar, lo que aumenta las probabilidades de desarrollar patologías respiratorias graves.

El COVID-19 es una infección que ataca sobre todo a los pulmones, por lo que el organismo de los fumadores tendrá mayores dificultades para combatir al SARS-CoV-2. Según la OMS, hasta ahora los datos sugieren que los fumadores tienen más riesgo de padecer síntomas graves de COVID y de fallecer por su causa.

En el caso de los cigarrillos electrónicos este organismo señala que tampoco hay evidencias de que su uso aumente el riesgo de contraer la infección por coronavirus o de que esta sea más grave.

Sin embargo, un estudio encontró que vapear aumentaba hasta siete veces el riesgo de COVID en los jóvenes, y sí hay pruebas que demuestran que el empleo de los sistemas electrónicos de administración de nicotina (SEAN) y los sistemas electrónicos sin nicotina (SESN), aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades del corazón y de los pulmones.

Por todo esto, es obvio que dejar de fumar y evitar exponerse al humo de segunda mano, reducen el riesgo de contraer la infección por coronavirus o de desarrollar síntomas graves de COVID-19.

De hecho, al exhalar el humo del tabaco aumenta la expulsión de gotas que contienen el virus en el caso de que el fumador esté infectado, y por ello se prohibió fumar en las terrazas.

Menos monóxido de carbono y tóxicos

En las primeras 24-48 horas las cantidades de monóxido de carbono son casi nulas, y a los tres días la nicotina se ha eliminado. Además al cabo de unas 12 semanas se podría decir que en el organismo no quedan restos de ninguna de las sustancias tóxicas que contiene el tabaco.

En la sangre de un fumador los niveles de monóxido de carbono son entre tres y 15 veces más elevados que en los de alguien que no fuma, y pueden causar dolor de cabeza, pulso acelerado, mareos o náuseas.

Mejora en la circulación sanguínea

Gracias a la eliminación de las sustancias tóxicas presentes en el tabaco la mejora de la circulación sanguínea es prácticamente inmediata, pero tras un par de semanas la mejoría es más evidente, y tiene efectos positivos sobre la presión arterial, el pulso y los niveles de oxígeno en sangre, lo que beneficia al corazón y al cerebro, entre otros órganos.

Piel mejora su tono

La piel de los fumadores, dice la Dra. Barrios, suele tener más arrugas y volverse más seca y cetrina, pero alrededor de seis meses después de dejar de fumar ya notan la piel más suave –que además pierde el tono amarillento y el aspecto envejecido–.

Menos riesgo de ataque cardíaco

Fumar es uno de los principales factores de riesgo para sufrir un ataque al corazón u otras enfermedades cardiovasculares, pero tras un año sin fumar disminuye el riesgo de infarto de miocardio o ictus, y en 10 años se equipara al de la población no fumadora. Incluso en un individuo que ha fumado durante 20 o 25 años , tras dos o tres años sin fumar su riesgo de cardiopatía isquémica es similar al de alguien que nunca haya fumado.

Dependencia física y psicológica

Lo peor de la dependencia física se experimenta durante los primeros siete o 10 días, que es cuando el paciente sufre más ansiedad, y a partir de ahí va disminuyendo, aunque para que consideremos que esta dependencia está más o menos controlada tienen que pasar como mínimo tres meses.

Respecto a la dependencia psicológica o mono, este experto señala que aunque cada paciente es diferente «casi siempre empieza a verse superada entre seis meses y un año.

No obstante, el neumólogo advierte del peligro que supone lo que se conoce como fantasía de control, que hace que muchos ex fumadores relajen sus defensas frente al tabaco pensando que son capaces de controlar sus deseos de fumar, y aumenten así sus probabilidades de recaída.

Ganancia de peso

La otra consecuencia indeseada que tiene dejar de fumar es el previsible aumento de peso, que no es un mito, sino que casi todos los pacientes engordan en torno a dos o tres kilos, que a largo plazo (en tres o cuatro años) vuelven a perder.

Se le atribuye a que la ansiedad que genera el hecho de prescindir del tabaco lleva al paciente a comer de forma compulsiva, y a elegir casi siempre alimentos muy calóricos, como chocolate y otros dulces o frutos secos.

Además, al mejorar los sentidos de gusto y olfato, descubre nuevos sabores que aumentan su deseo de comer. Para evitarlo, el neumólogo propone que practiquen ejercicio, que no solo ayuda a controlar el peso, sino que también reduce la ansiedad.

Tratamientos efectivos para dejar de fumar

Se recomienda el tratamiento cognitivo-conductual o psicoterapia, asociado al tratamiento farmacológico con vareniclina o bupropion para abandonar el hábito tabáquico y prevenir recaídas. El bupoprion, además, no solo es uno de los mejores fármacos para lograr este objetivo sino que puede ayudar a evitar la ganancia de peso.

Respecto al uso del cigarrillo electrónico, se desaconseja sustituir el tabaco tradicional por el vapeo, porque también tiene contraindicaciones, y no hay suficientes estudios que permitan conocer sus posibles efectos nocivos a largo plazo.

Únicamente lo justifica en el marco de un programa de ayuda con el objetivo de dejar de fumar, y siempre bajo la supervisión de un médico, para aquellos pacientes a los que dejar el tabaco les genera mucha ansiedad y pueda resultarles más fácil un desescalado progresivo.