El venezolano Luis Arraez apenas tenía tres meses en las Grandes Ligas en el 2019 cuando Terry Francona, el veterano hombre de béisbol y manager de Cleveland, ordenó un boleto intencional para el joven en una situación importante y declaró después del juego que podía imaginarse a Arráez ganando algún día el título de bateo.
El miércoles, el jugador de los Twins consiguió la meta de toda su vida. El joven de 25 años es el nuevo campeón de bateo de la Liga Americana, solo en la cima con un promedio de .316 tras la victoria de Minnesota por 10-1 sobre Chicago en el Guaranteed Rate Field. Arráez superó a Aaron Judge (.311), quien no jugó el miércoles tras implantar el récord de 62 jonrones de la Liga Americana la noche anterior. Es la primera corona de average para un jugador de los Twins desde el 2009, y probablemente la primera de varias para Arráez.
“Esa una sensación increíble”, dijo Arráez. “Es una de mis metas. Estoy viviendo mi sueño ahora mismo. Esto es maravilloso para mí, porque he trabajado bien duro por esto. Quiero darles las grandes a mi coach de bateo, Frank Valdez, y a Nelson Cruz. Cuando llegué a República Dominicana, mi coach me dijo, ‘Hey, vamos a trabajar duro y luego vas a ganar el título de bateo’. Lo logré. Quiero dedicarle esto a él, a lo fanáticos de los Twins, a mi familia, y a cada persona que me apoyó. Esto es para ustedes”.
Arráez cedió la cima por última vez el 28 de septiembre, pero se fue de 13-5 desde ahí y hasta el miércoles (perdiendo tres juegos por dolores en la corva izquierda) para pasar a Judge y abrir una cómoda ventaja. Se une a un exclusivo grupo de jugadores de los Twins en ganar el título de bateo de la L.A.: el cubano Tony Oliva (1964, 1965, 1971), el panameño Rod Carew (1969, 1972, 1973, 1974, 1975, 1977, 1978), Kirby Puckett (1989) y Joe Mauer (2006, 2008, 2009). Son tres leyendas en el Salón de la Fama y un potencial futuro miembro de Cooperstown.
Coronó su asaltó al título tomando dos boletos y pegando un doble en su último turno de la temporada el miércoles. Cuando se paró en segunda y volteó a la cueva, vio a todos sus compañeros aupándolo desde la baranda del dugout. Cuando lo retiraron por un corredor emergente, pasó por una fila de abrazos y abrazos.
“Esos muchachos son mi apoyo”, dijo Arráez. “Cuando bateé la pelota y vi que no la agarraron, y vi a mis muchachos en el dugout celebrando por mí, eso fue increíble”.
No hace falta ver muchos juegos de Arráez para entender que esto se veía venir.
Aunque Arráez trabajó para añadir algo de poder a su juego esta temporada, sigue siendo ese bateador de otra época en estos días de jalar todos los pitcheos y ángulo de salida, como si fuese un viajero del tiempo perdido en esa segunda década del siglo XXI. Cuando va a batear, revisa todo el infield buscando un callejón abierto. Su especialidad es dejar caer sencillos en línea frente a los jardineros. Rara vez hace swing y falla, y todavía tiene más boletos que ponches en su carrera.
Hay una razón por la cual es el bateador zurdo favorito de Ichiro Suzuki en el béisbol moderno, o por qué lo llaman “La Regadera”, una forma de ilustrar su capacidad de repartir incogibles por todos lados.
“Yo pienso que lo que se puede aprender de esto es que esa es una forma de batear que siempre puede funcionar, más allá de cómo te estén lanzando, o de esas tendencias del juego que vemos en todos lados, más allá de cualquier cosa”, dijo el manager de los Twins, Rocco Baldelli. “La habilidad de Luis Arráez para batear y su plan de ataque en el plato dan resultados”.