Cuatro crímenes, cuatro divorcios

Columnistas

Ramon Velasquez Gil

En mis años de ejercicio del derecho, realicé muchos divorcios y escogí al azar cuatro de ellos a fin comentarlos en celebración del Día Internacional del Abogado.

Un día cualquiera, llegó una señora a mi consultorio y me expresó que quería divorciarse.

Yo naturalmente le pedí que me informara del motivo de tal decisión, y me contó:

Su esposo tenía un taller de carpintería en el patio de su casa. Este señor también tenía un muchacho de ayudante en dicha carpintería. Ese día, ella necesitó ir al mercado a comprar algunas cosas y salió, anunciándole a su esposo que iba al mercado. En el camino, se recordó de algo que se le había quedado y se regresó. 
Cuando llegó a la casa, no vio a nadie en la carpintería,.. entró a la sala de la casa y vio la puerta de su habituación entreabierta, al asomarse, alcanzó a ver dos pares de pies descalzos, acostados en la cama.  Ella no quiso ver más, se regresó inmediatamente y se fue directo a mi oficina.
Por mi parte, cuando me solicitaban para un divorcio, siempre me gustaba primero citar a la otra parte, a los fines de intermediar. A ver si lograba salvar ese matrimonio. Pues a veces se podía. Pero esto me pareció irrevercible.

No obstante, cité al esposo y este, ya en mi oficina, no negó lo dicho por ella y me expresó que ellos pertenecían a una religión en la cual era costumbre acostarse dos hombres en una cama. «?».

Bueno, e sto no tiene remedio (pensé) y le di curso al divorcio.

Otro

Llegó la muchacha a mi oficina y me expuso lo siguiente:  Su esposo ( a la inversa de cualquier hombre) era un «exagerado» fanático de la limpieza. El tipo, según ella, la acosaba por la limpieza. Llegaba por las tardes del trabajo y le pasaba el pulgar a las mesas y a las sillas a ver si tenían polvo. En la cocina era igual y la obligaba a bañarse antes de dormir, así ya ella se hubiese bañado, etc., etc. Ella le pidió contratar a alguien para la limpieza y se negó: “muy caro”, dijo.
Bueno, me pareció que esto se podía arreglar y lo cité, pero cuando entró a mi despacho, el hombre saco un pañuelo y limpio cuidadosamente la silla donde se iba sentar y lo pasó, «ademas”, por mi escritorio. Todo antes de sentarse.

Ni siquiera le pregunte nada. Le expliqué los términos del divorcio y más bien lo convencí de firmar el divorcio (185-A).

Tercero

Como cosa rara, (hombre no se divorcia, o muy poco) fue el esposo a la oficina y me expuso que se quería divorciar.  Que su esposa era muy perezosa y no atendía los niños. Tenían dos niños.
El tipo me pareció prepotente en su hablar pero estuvo de acuerdo en cancelarme la mitad de mis honorarios para comenzar y comencé.
Cité a la esposa. Pasaron varios días y no apareció. A todas estas, el esposo me canceló el 50% y no supe más de él.
Transcurrida una semana, apareció la señora. Una mujer muy blanca y delgada, bonita y frágil. La imaginé frente a aquel tipo prepotente.  Me contó que no había venido porque su esposo se desapareció. Se llevo el carro y la dejó sin comida para ella y los niños. Y sin dinero. Que estaban pasando hambre.
Como a mi me había contratado su esposo, guardé distancia. Pero le dije que iba a investigar. Casualmente al día siguiente, iba yo en mi camioneta hacia mi residencia. Como a las dos de la tarde. Hacia un sol inclemente, y veo a la señora venir por la acera con los dos niños. De dos y cuatro años. Dos niños rubios, varón y hembra. Dos criaturas bajo aquel inclemente sol.

No soporté aquello. Me regresé, le pregunté a dónde iba y me ofrecí a llevarla. En el camino me comentó que iba donde una amiga que le iba a prestar un dinero para comprar comida a los niños pues no tenía nada que darles. 
Aquello me impactó. Inmediatamente decidí ponerme de su lado.  Le dije que no pidiera ese dinero prestado todavía.  Que su esposo me había dejado un dinero. Fui a un cajero, saqué dinero suficiente para que se mantuvieran una semana y se lo entregue.

Nada más ver aquellos niños, con las caritas rojas por el sol, cualquiera lo hubiera hecho.
A todas esta. Llamé a un hermano del esposo a un número que ella me dio y le expliqué la situación. Este, que me pareció un buen hombre, accedió a encargarse de suministrarle comida mientras tanto, y a la vez, me informó, que su hermano se había ido a Portugal tras una mujer de la que estaba enamorado y abandonó a su familia.

La señora, que era profesora de francés, logró conseguir trabajo y yo los divorcié por demanda, sin cobrar un centavo más.

Ultimo

Llegó la señora al escritorio y me expuso que se quería divorciar. Que había descubierto que su esposo tenía otra mujer. Que el día 31 de diciembre, a las doce, a la hora de darse el abrazo de feliz año, estaban en una reunión donde su familia. Y buscando a su esposo para darle el abrazo, no lo encontraba, hasta que alguien le dijo que estaba en un cuarto hablando por teléfono. Ella se acercó sigilosamente y lo escuchó hablar con una mujer, a la que le decía «mi amor» y le juraba que mañana iría a visitarla. 

Según me contó,  el mundo se le fue al suelo. Y se fue a su casa.

Cité al esposo y a ella. Fueron los dos (eran jóvenes y bien educados) y al exponerle la situación al esposo, negó que fuese una novia o amante.  Dijo que era una amiga enferma, etc. etc. 

Le dije a la esposa que saliera un momento y me que solo con él. Le formé tremendo regaño, a quien se le ocurre dejar a la esposa sola a la hora del feliz año?.

Lo intenté. El esposo le rogó, lloro, pero fue imposible. 

A la semana, se firmó el divorcio por mutuo acuerdo.

A Dios gracias no tenían hijos, quienes son los que más sufren de estos errores humanos.

Saludos. 

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