Con una pequeña ayuda de mis amigos

Columnistas

Ramon Velasquez Gil

Ciertamente y como dice el dicho, ¡hombre no deja mujer!.

Son las damas las que casi siempre toman esa difícil decisión de dejar a su pareja.

Y cuando la toman, en la mayoría de los casos es irreversible tal decisión; en el momento, claro.  Después de un tiempo, si el hombre se propone hacerlo, puede ser que con paciencia, inteligencia y como dice la canción de Joe Cocker ¡con una pequeña ayuda de sus amigos!, Quizá logre la reconquista.  No es imposible.

Pero me voy a referir aquí a dos casos de divorcios totalmente ¡Atípicos! para los cuales fueron solicitados mis servicios hace unos años atrás.

 Hermenegildo, un hombre de unos cincuenta y pico años de edad, tenía más de treinta años de casado con su esposa Laura, con quien convivía desde el momento del matrimonio.

Un día llego la esposa, Laura, a mi oficina y me expuso que quería que los divorciara de ¡mutuo y común acuerdo! según el Artículo 185- A del Código Civil.

La razón para tal decisión, era que su esposo Hermenegildo había agarrado la manía de que él quería vivir como cuando tenía veinte años y si eso era lo que él quería pues que se fuera, que ella le daba el divorcio, siempre y cuando siguiera con el mantenimiento de la casa y de su hija de unos quince años de edad que tenían en común.

También expuso ella que si en algún momento él quería regresar, las puertas de la casa estaban abiertas para recibirlo y si él quería, se volverían a casar.

Bueno, cité a Hermenegildo a la oficina, le expuse la situación y si, me dijo que él quería vivir como cuando era joven y estuvo de acuerdo entonces en firmar el divorcio e irse a vivir solo.

Bien, se firmo el divorcio y el señor agarro sus macundales y se fue muy contento. Su esposa Laura lo despidió en la puerta.

No obstante, lo que no calculó Hermenegildo, es que los tiempos ya no eran los mismos y que él, fisicamente, tampoco era él mismo.

No consiguió novia, sus amigos y amigas estaban casados unos y otros ya fallecidos, no todo era tan chévere como a sus veinte años.

Lo cierto fue, que pasados tres meses aproximadamente, Hermenegildo regresó a su casa, calladito, entró y se acostó a dormir hasta que su ex esposa lo despertó para que comiera.

A la semana siguiente, les arreglé todos los papeles y se volvieron a casar.

Aún siguen juntos,creo.

La señora Dolores llegó un día a mi oficinay me comentó que quería divorciarse rápidamente, lo más pronto posible por mutuo y común acuerdo, de conformidad con el Artículo 185-A del Código Civil venezolano.

Me contó que el caso era que su esposo José, quien era topógrafo de profesión, se había ido a trabajar bien lejos, en unas montañas donde se construía una represa. Que su pobre marido pasaba hasta dos meses sin poder salir de la montaña, pues era un lugar bastante inhóspito. En la zona había varias familias campesinas con sus viviendas y finquitas.

Bueno, el caso era que su esposo José, se había enredado con una muchacha de diecisiete años, hija de un campesino de la zona y la había «empreñado”. Según sus palabras.

Y ahora, el papá de la muchacha le había dado un plazo de dos semanas para que José se casara con ella o lo denunciaría por seducción y corrupción de menores.

Me dijo que ella entendía la situación de él pues pasaba bastante tiempo metido en ese monte, «sin muje».  Que quería divorciarse rápidamente para que José pudiera casarse con la muchacha y así, evitar ir preso.  Que ella seguiría viviendo con él y más adelante volvería a hacer que se divorciara de la joven y se volverían a casar.

Efectivamente, José vino esa semana ¡to´ asustao´! y a los dos días fuimos al tribunal y los divorcié.

Cuando los trabajos de la represa concluyeron, José regresó a su casa, no sin antes haber introducido la separación Legal ante un tribunal junto con la muchacha.

Al año, se pidió la conversión de la separación legal en divorcio y un mes después, los estaba yo casando de nuevo, por solicitud de su ex esposa Dolores.

Y siguen casados todavía, según informes.

Ciertamente, tanto en el amor como en la guerra no hay nada escrito y todo es valido.

Así ha sido por los siglos de los siglos.

Saludos.

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