La administración de Joe Biden lanzó una bomba de información a finales de enero.
Aunque no fue inesperada, la pausa en los planes de expansión de las terminales
de gas natural licuado (GNL, que se transporta por barco) sembró miedo entre los
principales compradores de este combustible, en particular los 27 miembros de la
Unión Europea (UE). Más que nunca –dada la actual guerra entre Ucrania y Rusia–
estas naciones dependen de la producción estadounidense de combustibles fósiles.
Un par de semanas después de tomar esta decisión, las autoridades del gigante
norteamericano intentan ofrecer tranquilidad. “Con las instalaciones actuales
tenemos una capacidad más que adecuada”, subraya Mike Considine, subsecretario
del Departamento de Energía de Estados Unidos, en una conversación con EL PAÍS
que tuvo lugar durante su reciente visita a España. “Antes de tomar la decisión
hicimos cálculos para estar seguros de que no habría ningún tipo de interrupción”,
explica el alto funcionario.
Considine tiene más de 15 años de experiencia en el campo de la inversión
extranjera en energía. Ha trabajado con administraciones republicanas y
demócratas. «Se hizo un gran esfuerzo para analizar la capacidad actual y [mirar] lo
que se necesita, particularmente en Europa en el corto plazo».
Sentada en una sala de la embajada de Estados Unidos en Madrid, Considine resta
importancia al impacto de esta decisión, al tiempo que intenta calmar los temores.
“Solo afecta a los nuevos permisos, a un número muy pequeño [de terminales]… La
capacidad actual [de licuefacción] excede las necesidades [de exportación] de GNL,
especialmente a Europa”.
Los análisis y cálculos realizados por el Departamento de Energía, señala, van más
allá de las consideraciones medioambientales. La administración Biden ha explicado
su decisión citando el fuerte impacto ambiental de estos proyectos, pero la
subsecretaria adjunta Considine también menciona la economía básica como una
de las razones de esta medida. El pronóstico, afirma, ha cambiado. Después de una
década de expansión “sin precedentes” –en palabras de la Agencia Internacional de
Energía (AIE)– el crecimiento de la demanda “se desacelerará en los próximos
años, a medida que el consumo caiga en los mercados pertenecientes a [las
economías avanzadas]”. Por lo tanto, invertir miles de millones en infraestructuras
costosas (sin certeza de retorno) sería nada menos que imprudente desde el punto
de vista fiscal.
El GNL estadounidense ha sido, junto con el GNL de Qatar y el noruego, el principal
recurso europeo para hacer frente a la escasez de gas ruso como resultado de la
guerra. La mayor parte del combustible que exporta la primera potencia mundial, sin
embargo, se obtiene mediante fracturación hidráulica (fracking), una técnica
destacada por grupos ecologistas por su fuerte impacto negativo sobre la
naturaleza.
Más inversión extranjera en energía
Tras la pandemia y la posterior inflación, el gobierno estadounidense ha redoblado
su apuesta por la energía con la Ley de Reducción de la Inflación (IRA). Sin
embargo, a pesar de su nombre, esta propuesta persigue un doble objetivo que
poco tiene que ver con atacar directamente el aumento de los precios de los bienes
de consumo. En cambio, se centra en reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero y fortalecer el crecimiento económico.
“En los 15 años que llevo haciendo este trabajo regulatorio, las inversiones
extranjeras en el sector energético [estadounidense] no han dejado de aumentar. La
gran mayoría de estos [inversores] proceden de Europa”, subraya Considine. «Y el
IRA les ofrece una nueva oportunidad de crecer aún más: muchas empresas
europeas están analizando las posibilidades que les ofrece este marco, [para que
puedan reforzar] sus posibilidades de expansión en Estados Unidos. Es un
catalizador».
También niega que este programa de incentivos, en gran medida fiscal, esté
provocando una competencia desleal con Europa. “Encontrará su propio equilibrio,
garantizando que las empresas tengan los incentivos adecuados para seguir
invirtiendo”, vaticina.
Seguridad nacional
El papel diario de Considine es «asegurar que las inversiones extranjeras estén en
línea con las prioridades de seguridad nacional de Estados Unidos». Es director de
la Oficina de Inversión Extranjera y Seguridad Nacional, organismo encargado de
aprobar toda la inversión extranjera directa y las relaciones desde el punto de vista
de la seguridad y la integridad. En medio de la invasión rusa de Ucrania –y con
China compitiendo por el título de potencia mundial– el volumen de trabajo ha
crecido exponencialmente. “Analizamos las transacciones y nos aseguramos de
mantener un equilibrio. En la mayoría de los casos, [los proyectos energéticos] se
aprueban… a veces con condiciones”, resume.
El concepto mismo de seguridad nacional, afirma, se ha vuelto mucho más dinámico
que nunca. En gran medida, esto se debe a la aceleración tecnológica: “La
inteligencia artificial, la computación cuántica, la biotecnología, la microelectrónica…
Todas [estas tecnologías] tienen un doble uso. Pueden tener aplicaciones en el
sector comercial, pero también pueden tener graves implicaciones a nivel militar”,
señala. «En nuestros teléfonos móviles y ordenadores tenemos, por ejemplo,
tecnología de semiconductores que es muy similar a la que se utiliza en los
sistemas de radar avanzados y otros sistemas militares».
El ascenso exponencial de China en las últimas décadas está aumentando la carga
de trabajo en su oficina. «[China] es uno de los mayores inversores en Estados
Unidos y tiene sus propios problemas en términos de movilidad de capital y
[canalización efectiva] de sus inversiones». Al contrario de lo que se podría pensar,
subraya, “la mayoría” de los casos de inversión analizados por el organismo de
filtrado de inversiones se aprueban sin reservas.