El Viaje de las Anguillas Insípidas

Columnistas

Ramón Velásquez Gil

Ciertamente, esta anécdota será un poco larga pero muy divertida.

Una tarde, recibo una llamada de un colega, a quien había conocido algunas semanas atrás en un tribunal.

Este colega se me puso a la orden, congeniamos y surgió una gran amistad.  Él era uno de los mejores abogados criminalistas de la zona y a quien yo, recién graduado, admiraba como profesional.  Un poco loco si, en su manera de llevar la vida pues era una de esas personas que estudió con sacrificios, sin ayuda de nadie y quizás por ello, su actitud ante la vida.

Esto fue en la época en que los abogados, por motivos de su profesión, estaban autorizados a portar arma de fuego. Así pues, a mi amigo colega nunca le faltaban armas fe fuego en el maletín, en el carro, en la oficina, etc.

Volviendo a la llamada telefónica de mi expresado amigo y colega, de quien me reservaré su nombre en respeto a su memoria pues ya falleció hace unos meses.  Esta se trataba de una invitación a un viaje de pesca al Parque Nacional Aguaro-Guariquito, al sector denominado Guariquito Blanco, una belleza natural con canales navegables de agua cristalinas, ubicada en plenas sabanas del Estado Guárico-Apure, con mucha abundancia de pesca de pavón, cachamas, bagres rayaos, etc.

Yo, un amante de la pesca de río y experto en el lanzamiento de “atarraya”, no lo pensé dos veces para aceptar la invitación. También iría en el viaje, otro amigo colega más o menos de las mismas características del primero y que por igual razones omitiré su nombre; otro compañero de apellido Padrón, muy buen compañero y también experto pescador y un señor que iba en calidad de Guatanero, contratado para el viaje.

Bueno,..la salida sería el día jueves por la tarde, cosa que no me gusto mucho pues no me gusta llegar al monte de noche, a hacer campamento en la oscuridad; pero bueno, yo iba como invitado.

Arrancamos ese jueves, como a las cinco de la tarde, habiendo ya enganchado la lancha que llevábamos..más todo lo necesario para cuatro días de campamento: comida, agua, hielo, gasolina para la lancha, menaje para comer, ollas, refrescos, etc.

En el camino, dado que yo iba como pasajero en la camioneta, iba pensando en dos detalles que pude observar: uno, que no vi comprar cervezas ni whisky ni ningún tipo de bebida espirituosa.

Otro detalle, es que subieron a la lancha, una lata con sumo cuidado, de manera que no se volteara ni recibiera golpes.

Dicha lata mantequera, fue amarrada con un cuidado extraordinario que me puso a pensar cuál sería su contenido. No quise hacer preguntas al respecto, pues aparte de que yo era invitado, no tenía mucho tiempo de amistad con ellos, y por tanto, no quería hacer preguntas impertinentes.

En todo caso, me propuse que, a la primera parada en la población de San Casimiro, yo sí iba a comprar mis cervecitas y un whiskisito para llevarlos “encapillao”.

Cuando uno va de viaje a los llanos guariqueños  o apúreños, es parada obligada en San Casimiro a comprar algo.

Efectivamente, le comenté a mi amigo que yo iba a comprar unas cervecitas para llevar y una botellita de  Dimplex tres filos, whisky de moda en ese entonces, a lo que me respondió medio en serio: Esta bien, pero te lo tomas tu, pues este es un viaje zanahoria para nosotros.

También comenté que iba a comprar un kilo de camarones para carnada de pesca. Se vieron la cara y se sonrieron echándome vaina. de que me los iba a tener que comer con arroz, por que eso no sirve como carnada de río.

Esta bien, los preparo con arroz, les  respondí.

Ya todo comprado, continuamos el viaje, tomando la ruta de El Calvario-Palenque, para llegar y acampar en la margen oriental del Río Guariquito Blanco, específicamente para llegar al lugar que fue campamento del famoso cazador venezolano Ramella Vegas, quien llegaba a ese lugar cuando viajaba a esa parte del llano venezolano.

Llegamos al lugar más o menos a las dos de la madrugada del día viernes y comenzamos a armar el campamento en la oscuridad, solo alumbrándonos con linternas de frente.

En la penumbra de mi linterna, vi un sitio limpiecito, sin monte y con solo tierra que se veía como removida, además de dos buenos árboles con distancia precisa para colgar la hamaca con mosquitero.

Colgué mi hamaca y mosquitero, muy contento por haber conseguido un lugar tan chevere, no obstante, colgué bajito para que el mosquitero pegara del suelo y no se metieran los zancudos.

Todo el mundo se acomodó donde pudo; yo me quede dormido y al rato, siento un run run raro..y como chasquidos de animales; más bien como un alboroto en voz baja.

Prendo la linterna y alumbro: Dios, ¿qué es esto? me digo sobresaltado.

Miles de bachacos culones subían por el mosquitero, del que ya se habían comido la mitad y empezaban a entrar en la hamaca, ya picándome algunos.

Pegué un grito del susto y de un solo brinco salí disparado de la hamaca, llevándome por delante las ollas y platos que estaban en el suelo, asustando a todos los demás quienes se levantaron también sobresaltados y alumbrado para todos lados, pensando que nos estaban atacando a tiros,..por el ruido de las ollas y sartenes.

Cuando alumbramos bien, resulta que yo había colgado mi hamaca sobre una colonia de bachacos culones compuesta como por cien cuevas y por eso, estaba todo limpiecito y la tierra removida.

Las risas y jodedera después del susto, no se hicieron esperar y seguimos con el cuento hasta el amanecer.

Ya en la mañana, acomodamos todo el campamento incluyendo mi cambio de habitación, preparamos un buen desayuno y comida para llevar; yo prepare una cava con “mis cervezas” y decidí llevarme mis camarones en la cava, por si acaso.

Empezó otra vez el lío con la lata mantequera:

Padrón, llegó bien la lata, ¿no se golpeó? preguntó él pana colega.

No, ya revisé y esta todo bien, no se volteo ni golpeo, respondió padrón.

Entonces tiramos la lancha al río, con sumo cuidado de que no se golpeará la lata. Ya todo preparado,..Cañas de pesca y anzuelos,..arrancamos río arriba.

Cómo información, les contaré que, cuando se anda en una sola lancha siempre hay que navegar río arriba, por si la lancha se accidenta. En este caso, la corriente del río siempre te regresará al campamento. 

Bueno, cuando íbamos navegando, me di cuenta de que los compañeros buscaban una playa del rio y veían mucho la lata mantequera. Yo juraba que..lo que llevaban ahi..eran explosivos, dada la incógnita y el cuidado que tenían con dicha lata. Al llegar a un recodo del rio, había una bonita y limpia playa,..lugar este que inmediatamente escogieron para orillarnos.

Aquí está bien- dijo mi amigo a padrón y a los demás;.Vamos a bajar y abrir la lata, continuó.

Por fin se va a acabar el misterio, pensé yo. Bajaron la lata, la abrieron y la voltearon de lado. Sorpresa! la lata estaba llena de agua y, junto con el agua salieron decenas de  culebritas serpenteando, “vivas”.  Según ellos, eran “anguillitas” para carnada; cada una de ellas era un bagre rayao o un pavón seguro.

 Ya superada la incógnita de mi parte, por el contenido de la lata mantequera, se acomodaron las anguillitas en un balde con agua, continuamos navegando hasta un lugar que nos pareció bueno para pescar y comenzó la pesca.

Me ofrecieron una anguila para mi anzuelo pero la rechacé, pues preferí probar con mis camarones.

– Ya tu vas a ver Ramon- me dijo mi amigo, cuando lanzó el primer anzuelo. Pero pasó el rato y nada en los anzuelos de ellos.

Yo en el mío, sentía que estaban mordisqueando la carnada. De repente, un jalón en mi caña, lo dejé ir un poco y lo recobré rápido de un tirón.

Era un bagre rayao como de cuatro kilos que le puso emoción a la pesca.

Mis compañeros,..quienes todavía ni un jalón siquiera, se veían las caras y comentaban: “Suerte de principiante”, decía uno; Ese rayao estaba “rascao”, decía otro. 

Seguimos en el intento y las anguilas, nada que cumplían su cometido. En eso, sentí otro mordisqueo y, otro jalón más fuerte. Le di sedal y de un tirón lo jale duro y apareció otro rayao.  Este como de cinco kilos.

Ya habían pasado dos horas desde que comenzó la pesca y solo mis dos rayaos. Los demás se miraban unos a otros y también me veían a mi, hasta que uno se decidió: coño Ramon: – préstame un camaroncito a ver, me dijo.

– Claro vale, aquí están, agarren los que quieran. – le conteste, poniendo la bolsa de camarones sobre la cava.

Hechos los pendejos, uno a uno fueron agarrando cada quien su camarón.

La pesca finalizó dos bagres pescados cada quien y yo con tres…con uno más que pesqué.

Todos pescados con carnada de camarón. Cuando ya íbamos a regresar al campamento, mi amigo con la arrechedera que tenía con las anguillas, las tiro al rio. Sorpresa, se formó un alboroto de peces en el río, comiendo anguillas; parecía que las estaban esperando.

Yo no aguantaba las risas, ante las caras de mis compañeros. Llegamos al campamento y nos pusimos a arreglar los pescados; uno lo íbamos a preparar frito en ruedas, con ensalada y yuca sancochada, cubierta con salsa de ajo.

Después de hacer mi parte del trabajo, que fue fregar las ollas pues no se cocinar, colgué mi hamaca cerca del fogón, puse una musiquita, un joropito de El Carrao de Palmarito y “pelé” por mi botella de Dimplex,  tres filos.

El chivo padrón se me acercó callaíto y me pidió una cerveza.

– Agarra las que quieras –  le dije, señalándole la cava. Mientras, mis dos panas colegas se encargaban de cocinar y hacer la ensalada.

De vez en cuando miraban hacia mi hamaca y susurraban, hasta que uno de ellos no aguantó mas y se me acerco: Ramón, dame un poquito de whisky me dijo..acercándome una taza.

Claro vale, sírvete; es mas, llévate la botella para allá, le conteste alcanzándole la botella. Entonces era yo quien de vez en cuando se acercaba a ellos para que me sirvieran un poquito.  Lista la comida que quedó espectacular,..comimos opíparamente.

Yo, después de comer, recosté un poco a descansar. Me estaba quedando ya un poco dormido..cuando: el “ratatatata” o sonido de una ametralladora me hizo pegar un salto de la hamaca.

Abro los ojos un poco adormilado todavía y, veo a mis amigos colegas, jugando al tiro al blanco con latas que lanzaban al rio.

Mi susto fue mayúsculo, no obstante que yo también tenía mi propia pistola..con la que practicaba a veces; pero estando dormido, coño asusta.

El whisky había hecho su efecto y en ese momento me di cuenta,..del por qué no querían llevar caña.

 Les sugerí que guardaran las armas . pues a veces anda la GN por el río, me hicieron caso  y se acostaron a dormir.

 Al día siguiente salimos de nuevo a pescar, ya solo con los camarones que me quedaban y con señuelos hechos con aletas de los pescados del día anterior.

 Los camarones volvieron a ser las estrellas del día los señuelos también hicieron su parte.

Logramos una buena pesca ese día, sacando incluso algunos buenos pavones con los señuelos hechos por nosotros.

 Esa misma noche recogimos todo menos las hamacas y cosas para cocinar.

Al día siguiente, preparamos un buen desayuno con un revoltillo de veinte huevos, suero picante, queso llanero y veinte arepas; terminamos de recoger todo y arrancamos de regreso.

Fue un buen viaje, pese al fracaso de las anguillas.

Por último, los invito a que, cuando se pueda, visiten las bellezas naturales del parque nacional Aguaro-Guariquito, ubicado en las agrestes sabanas del Estado Guárico y parte de Apure.

Saludos