Partido Doctrinario

Columnistas

Freddy Marcano

Antes se hablaba y mucho del partido doctrinario.  Quizá porque era pocos los que cuidaban de serlo, fueren socialdemócratas, marxistas, socialcristiano o liberales. A la gente les atraían estos partidos y respetaban a aquellos que proclamaban un conjunto de valores, portaban una ideología, tenían una tradición estratégica y, particularmente, eran doctrinarios, expresión que resumía todo. 

Además, esa característica generaba respeto y credibilidad, pues insertaba al partido con sus pares de otros lugares del mundo. Aunque en este ámbito, el internacional, sólo el Partido Comunista y COPEI descollaron al afiliarse a sendas organizaciones de alcance mundial o continental, las décadas de muy atrás,  que tenían como ejes a Moscú y a Roma.

Más adelante AD se asoció a la Internacional Socialista, porque Rómulo Betancourt fue celoso con el perfil nacionalista, sin admitirse, clara y abiertamente, como socialdemócrata y esto por un motivo sencillo: por mucho que quisiera asociarlo al APRA de Haya de La Torre, como hizo Carlos Rangel, o cualquiera otra escuela universal, la doctrina adeca o betancurista fue completamente inédita en buena parte de sus facetas.

Por cierto, las asociaciones internacionales de corte liberal vinieron más tarde, pero nunca fueron tan fuertes como las marxistas y las socialdemócratas, y por instantes las socialcristianas que decayeron, como puede apreciarse, cuando ya no es Italia y Alemania el referente fundamental de esos partidos (hoy, los demócrata-cristianos de Alemania le tienden la mano a partidos que no reclaman esa adhesión), y en América Latina languidecen, como ocurre con Chile.

Es propio de un partido doctrinario mantener la coherencia y profundidad de sus planteamientos. No es como podría alguien sugerir: partidos pragmáticos, porque tampoco son incompatibles a una dosis muy necesaria de realismo.

No hay mejor ejemplo que los partidos que suscribieron el Pacto de Punto Fijo, pues, AD, COPEI y URD no renunciaron nunca a sus creencias, pero fueron lo suficientemente flexibles para desarrollar el centro político y coexistir entre ellos, como pedagógicamente enseñaron al país, incluyendo la derrota ideológica, política y militar de la izquierda insurgente que literalmente fue perdonada y reincorporada a la vida democrática del país.

Otra connotación tienen los partidos pragmáticos: no tienen que mantener ninguna coherencia, no les causa ninguna mella las contradicciones, son cabalmente oportunistas y sumamente utilitarios.

Razón por la cual pasamos del multipartidismo fragmentario y desorganizado de los años sesenta a un bipartidismo algo más que electoral en 1973, fenómeno propio de toda democracia madura. Valga acotar, lo que se planteó a finales del siglo XX fue la crisis y el reemplazo de ese bipartidismo que se hizo bajo engaño por el chavismo hasta derivar en un monopartidismo, confundiendo así el PSUV con el Estado.

Por supuesto, que todo partido doctrinario pasa por tentaciones, apuros y circunstancias: unas momentáneas, volviendo a sus cauces doctrinarios; otras, decisivas o determinantes, hasta dividirse por razones crematísticas, como acontece ahora.

Actualmente, hay una moda liberal, pues, como al empezar el siglo XXI, los partidos nuevos, que ya no lo son como tanto presumen, eran de corte socialdemócrata y hasta socialcristiano. Son una mezcla, como UNT, PJ, VP, sobreviviendo AD.

Con los años, y en la actualidad, muchos se juran liberales y no sabemos en cuál tribu en definitiva, porque ni siquiera sus militantes saben que Mario Vargas Llosa les dedicó un libro, y uno que otro no atina en un Carlos Rangel y su gran clásico. Sin embargo, les ocurre lo que a todo partido supuestamente doctrinario: se contradicen política e ideológicamente. 

No menciono a las personas ni al partido de los cuatro que se reclaman hoy como liberales para estos tres casos observados en las cuentas sociales respecto a quienes son dirigentes a nivel municipal, regional y nacional.

En el primer caso, la persona pide que la municipalidad extienda la venta de víveres de primera necesidad, en lugar de exigir un régimen de libre mercado, libertad de comercio o algo parecido, combatiendo el monopolio del Estado (acaso, ¿la Alcaldía no es equivalente a Estado?).

En segundo lugar, la otra  persona aparece retratado y muy orondo con un diputado a la Asamblea Nacional de 2020, aunque su partido tiene diputados de la de 2015, a quien respalda (¿sólo un ataque de figuración?).

Y, último caso, con las excepciones muy reducidas que confirman la regla,  por liberales que se digan, los LGTBQ+ son sectores escondidos, muy de closets. Entonces, ¿cuán doctrinarios son?

Esta es una realidad que debemos enfrentar en un mundo globalizado donde cada día avanza más la tecnología, con distintos niveles de relaciones sociales.

Pero, si bien es cierto que al venezolano hoy día no le importa a que doctrina pertenece, sino simplemente está en un proceso de supervivencia donde su principal objetivo es un mejor vivir, no podemos dejar de lado, que la doctrina siempre ha sido un factor fundamental en el desarrollo de cualquier sociedad y cualquier país, aunque el régimen venezolano siempre intente desacreditar, banalizar o destruir todo aquello que no se parezca a ellos.

Seguimos insistiendo, resistiendo y persistiendo en una visión democrática. Para ello tenemos que utilizar el conocimiento político, puesto que nos ayuda a entender los caminos de los que hicieron la historia en democracia, descubrir las incongruencias de los políticos oportunistas y escoger un mejor futuro para el país.

@freddyamarcano