Perogrulladas de la democracia

Columnistas

“Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso  como dejar permanecer el poder largo tiempo en un mismo ciudadano”. 

Simón Bolívar

Johan López

La voz perogrullada hace referencia a ese tipo de verdades que son tan evidentes que sería necio explicitarla. Decir, por ejemplo, que el sol sale en las mañanas, da cuenta de una verdad evidente, por lo que no hace falta indicar que “el astro rey” sale a esa hora del día. La nieve es blanca y el agua moja, dos ejemplos más de esas verdades de perogrullo, como también se conoce a la perogrullada. Que en un país democrático haya elecciones libres, auditables y constitucionales y que, además, los resultados de los procesos electorales no susciten ningún tipo de dudas, es lo que se espera de una democracia formal en la que sus instituciones funcionen de acuerdo a sus principios y, principalmente, no respondan a ninguna parcialidad político-partidaria. 

Los resultados electorales en países como Bolivia, Ecuador, Perú, Chile, Uruguay, Argentina, entre otros, no fueron objetados por nadie. Allí funcionó la institucionalidad democrática. En Colombia acaba de ganar la presidencia Gustavo Petro. Más allá de ponderar el resultado, quiero resaltar que Petro llega al poder gracias al sistema democrático (ya había ganado la alcaldía de Bogotá algunos años atrás). No se trata de un dato menor. Lo propio pasó en Chile y Perú: dos opciones partidarias no convencionales (fuera del marco partidocrático tradicional) que obtuvieron el apoyo de las mayorías, logrando alcanzar la presidencia. Ese mismo sistema democrático hizo que Lula, Chávez, Kirchner, Lugo, Correa, Evo y otros llegaran al poder gubernamental en sus respectivos países. 

Aunque para Alain Badiou la democracia es un “emblema” y, según el galo, al “emblema” no se lo cuestiona. No puedo coincidir por completo con Badiou. La democracia no es un sistema perfecto, ninguno lo es. Pero aún en sus imperfecciones es mejor un sistema democrático que una “buena dictadura” (como si tal cosa existiera). De tal manera que el triunfo de Petro no se da “en el aire”, sino en un marco democrático (perfectible) indicador de institucionalidad (luego podemos discutir cuán efectiva es esa institucionalidad). 

Ahora bien, lo que vimos en Colombia este domingo pasado (ya se había visto unos meses atrás en Perú y luego Chile) no se verá en la Cuba de Díaz-Canel, la Nicaragua de Ortega-Murillo o la Venezuela de Maduro. En Cuba hay un solo partido; de plano eso no es una democracia. Por su parte, en Venezuela, el gobierno ilegal e ilegítimo de Nicolás Maduro continuó con la política de Chávez y puso a jugar a toda la institucionalidad democrática a su favor, al punto de la subordinación y la obsecuencia. El caso de Nicaragua es similar al venezolano. Teniendo en cuenta estas consideraciones, hay que decir que Petro no fu encarcelado ni inhabilitado para ejercer la política partidaria; ejerció sus derechos políticos a plenitud. Eso no pasa en los tres países antes mencionados, en los que protestar se ha convertido en un acto sedición. 

Ahora mismo, Díaz-Canel y sus órganos de “justicia” han sentenciado a 381 personas por las protestas iniciadas el 11 de julio de 2021.  Entre los sentenciados, hay jóvenes de 16, 17 y 18 años. De esos 381 sentenciados, 297 han recibido penas que van de 5 a 25 años. En Nicaragua, la dupla Ortega-Murillo no sólo proscribieron la protesta, sino que encarcelaron a 7 candidatos presidenciales, entre los que destacan Cristiana Chamorro (la primera en ser privada de libertad) y al líder popular Medardo Mairena, este último representante de los campesinos nicaragüenses.

Por su parte, Maduro no muestra mejor cara que los despóticos Díaz-Canel y el dúo Ortega-Murillo. Sobre su Gobierno pesa una averiguación por parte de la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Es decir, este trío de sátrapas no sólo detenta el poder gubernamental, han hecho que las instituciones democráticas operen y actúen de acuerdo a sus designios. ¿Qué margen queda para hacer política partidista en estos tres países? Casi ninguno. Es posible que a veces, sólo a veces (como en Venezuela), se den ciertos y muy calculados espacios democráticos; pero nada que altere el poder real del chavismo. La diáspora venezolana suma más de 6 millones de connacionales regados por América Latina, EEUU y Europa; de hecho, luego de Siria y Ucrania, ambos países en guerra, la venezolana es la migración más grande del mundo actualmente; con el agravante de que el país sudamericano no está sumido en guerra.  

Ahora bien, es cierto, ganó Petro en Colombia, nadie puede objetar la decisión soberana de los colombianos. Pero no se debe soslayar algo fundamental: también ganó la institucionalidad democrática colombiana. La democracia formal (con sus imperfecciones, vaivenes y contradicciones) se impuso. A propósito de la victoria de Petro, hay una pregunta que me asalta: ¿Desde qué lugar de enunciación Díaz-Canel, Ortega y Maduro van a felicitar a Gustavo Petro? La pregunta viene al caso por lo que hemos mencionado en párrafos anteriores: en esos tres países no hay elecciones libres, auditables, plurales… democráticas.  En suma, estaría bueno que en los análisis de ciertos sectores progresistas del mundo se diga, sin miramientos ni cálculos ideológicos, que Petro, Boric, Chávez, Lula, Lugo, Kirchner, Ortega, Castillo, Correa, entre otros, llegaron a la presidencia de sus países gracias al tan criticado e imperfecto sistema democrático. 

La democracia es un sistema político-gubernamental como lo es la monarquía, el califato, la teocracia, la dictadura, entre otros. Como se sabe, ninguno de los anteriores sistemas de gobierno es perfectos. La democracia está lejos de serlo, claro está. Pero es el sistema que permite a las opciones disímiles (incluso “contrarias” a la propia dinámica democrática) tener oportunidad de medirse en elecciones institucionales (valga la perogrullada). De igual forma, bajo este sistema de gobierno existe la autonomía de los poderes públicos y se propicia la libertad de pensamiento. Estamos más que claros que a partir de este sistema de gobierno se han cometido desafueros y algunas tropelías. Aun así, en términos comparativos, la democracia supera a los demás sistemas de gobierno, aunque no siempre cumpla con las expectativas, principalmente, de los sectores más vulnerados de la sociedad. 

Finalmente, hay que señalar que la celebración por el triunfo de Gustavo Petro es más que legítima. Pero recuerden que esa celebración se efectúa en un marco específico de relaciones político-gubernamentales: el democrático. De allí que el pláceme de gobiernos como el de Cuba, Nicaragua, Rusia, Venezuela, Bielorrusia y otros gobiernos similares no deja de ser un gesto bufo y profundamente hipócrita.

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