Ramón Velásquez Gil
Ciertamente, hace algunas semanas mi hijo carlos recibió una llamada de su esposa, quienes están separados, la cual le pedía por favor que si podía buscar a los niños pues había sido operada de emergencia.
Eran más o menos las nueve de la noche de un día miércoles y había que tomar una decisión rapido, ya que Gabriela reside con los niños en la ciudad de Fort Myers, a tres horas de distancia de la ciudad de Miami.
Carlos en seguida tomó la decisión arrancar para allá acompañado de su mamá y yo me quedé en Miami para cualquier emergencia.
Para viajar hacia el norte de Florida, existen dos vías importantes, solo que una es más transitada que la otra y, por el apuro, Carlos decidió tomar la menos transitada.
Por la premura del caso, el no tomó en cuenta que el carro tenía solo medio tanque de gasolina en ese momento y si habría bombas de gasolina más o menos cercanas en el camino.
Entonces tomaron la vía hacia el norte y en principio, no le paró mucho a que, después de rodar casi una hora no habían encontrado ninguna estación de servicio.
Cuando ya solo quedaban dos rayitas en él marcador de combustible y empezó a titilar el anuncio de poner gasolina en el tablero, fue cuando este se empezó a poner nervioso.
Quedando ya una sola rayita en el marcador y en la oscuridad de la noche, Carlos y su mamá tomaron la decisión de llamar al 911 por ayuda.
Contestó una mujer oficial a la que Carlos le explicó la situación y el motivo del viaje repentino.
La oficial del otro lado de la línea se preocupó y le dijo:
– Esta bien, ya lo tengo en pantalla; déjeme buscar una estación de servicio cercana en el mapa, por favor no corte la llamada
Ok, quedó a la espera, respondió Carlos.
Pasaron algunos minutos y habló de nuevo la oficial:
– Sr. Carlos, de verdad no veo ninguna estación cerca en el mapa; cuanto le queda de gasolina ahora? preguntó
– Queda una sola rayita oficial, me marca que solo para cinco millas – respondió este.
– Estamos tratando de conseguirle una gasolinera y no hay ninguna en la via, pero ya le enviamos una patrulla que le lleva gasolina señor, en un rato lo alcanza, no cierre la llamada – dijo la oficial.
– Entendido oficial, la mantendré informada, ya me siento más seguro con su ayuda, respondió Carlos.
A todas estas, ya el carro no daba más; en un momento empezó el motor a tocer y se apagó, dando apenas chance a Carlos de arrimarse al hombrillo.
– Listo oficial, se me acaba de apagar el carro – dijo Carlos un poco nervioso a la oficial.
Entendido señor Carlos, lo tengo monitoreado en pantalla; ya la patrulla que le lleva gasolina está cerca de usted, no se preocupe, continuó la oficial.
Entonces todo quedó en silencio y en plena oscuridad; ahora todo estaba en manos de ellos, los oficiales del 911.
Pasaron unos minutos y de repente, apareció a lo lejos y en la misma dirección, los focos de un carro y las luces roja y azul de una patrulla policial.
No obstante que el carro estaba apagado, Carlos había tomado la decisión de prender las luces intermitentes; asi que debían verlos de lejos en la oscuridad.
Se pudo ver que la patrulla policial puso la luz alta y fue aminorando la marcha hasta estacionarse detrás del carro de Carlos.
Este espero a que el oficial bajara de la patrulla y se acercara.
– Buenas noches señor, ¿algún problema? – pregunto el oficial al llegar a la ventanilla del carro.
Si señor, mi carro quedó sin gasolina.
-¿Es usted Carlos? – volvió a preguntar el oficial.
– Si señor – respondió.
– Ok, baje del carro, le traigo gasolina señor; abra la tapa del combustible por favor – continuó.
Carlos bajó del carro y dijo al oficial:
– Ella es mi mamá oficial – señalando a su mamá.
– Muy bien, mucho gusto señora – respondió haciendo un ademán con la cabeza.
Carlos abrió la tapa del combustible mientras el oficial buscaba en la patrulla, un envase con cuatro galones de gasolina; algo así como 18 litros. Este llegó con el envase y procedieron a ripostar la gasolina.
Hecho esto, el oficial de policía se despidió deseándoles buena suerte y sugiriéndoles que se mantuvieran en contacto a cada tanto, hasta que encontraran una estación de servicio.
Carlos le agradeció infinitamente su ayuda e igualmente a la oficial que lo atendió por teléfono.
Sin ellos, no se sabe que hubiere pasado con ellos y con los niños.
No obstante, a Dios gracias existe el 911.