Una Fiesta Con Invitado Especial

Columnistas

Ramón Velásquez Gil

Ciertamente,..ese sábado estaba yo invitado a una fiesta, que se llevaría a efecto en un bonito parcelamiento agrícola que tiene por nombre La Mata Primera, ubicado en los Valles del Tuy, y que antiguamente fue una hacienda de Juan Vicente Gomez, un dictador que gobernó a Venezuela por treinta años. Este parcelamiento esta compuesto por muchas finquitas, en donde se criaba ganado vacuno y se sembraba todo tipo de cultivos alimenticios.

Corría el año mil novecientos sesenta y  nueve o mil novecientos setenta, no recuerdo muy bien. Bueno, llegamos a la fiesta que estaba amenizada por la miniteca de nuestro amigo Carlos Centeno (Q.E.P.D), la cual fiesta era en la finiquita propiedad de los padres de una amiga y el motivo de dicha fiesta, creo que era su cumpleaños.

La música estaba excelente. Saqué a una muchacha a bailar la canción “Caramelo y Chocolate” del Sexteto Juventud, un éxito en ese entonces.

Después sonó la canción Epitafio de King Crinsom y más adelante la canción Vehicle de la banda the Ides the March. Y fue cuando sonó la canción Born to be Wild de Steppenwolf, la cual todo el mundo salió a bailar, cuando de repente, una muchacha que estaba bailando pega un grito y un brinco señalando hacia el piso.

Todo el mundo volteó hacia la muchacha, mientras bailábamos ese estridente y rápido Rock and Roll. Fue en ese momento que pudimos ver que se trataba de una Culebra, de un metro de largo más o menos, que nunca supimos con qué intención se coló por la puerta de la sala y se internó serpenteando entre ese maremagnun de pies y piernas dando saltos y pasos al ritmo del endemoniado Rock and roll.

El ofidio se veía bastante arrecho, por no decir “estresado” pues en esa época aún no existía ese término y lanzaba mordidas para todas partes.

Las muchachas, en los brincos y carreras, perdían las sandalias Maria Pía y Dr. Scholl que estaban de moda en ese entonces y que salían volando a todos lados.

Por cierto, una de las sandalias Dr Scholl que eran de madera, golpeó a alguien en la cabeza y le hizo un chichón.

Ante tal escándalo, salió el papá de la muchacha, quien al ver la culebra, informó que se trataba de una “Tigrita Rabo e Candela”, una especie venenosa que, a Dios gracias, no mordió a nadie.

El sr. Papá de la muchacha se hizo cargo de la situación, liquidó a la serpiente y se la llevó para botarla bien lejos; después regresó, entró a la cocina y salió con unos granos de “ajo” machacado y untó el marco de las puertas con dicha pasta, lo cual según él, alejaba los bichos.

Bueno, la fiesta continuó después de este desbarajuste, solo que el olor a ajo machacado se sentía fuerte y uno, todo sudado con el baile, este olor a ajo se le impregnaba a la ropa y, bueno, ya imaginarán. Y no fue sino después de varios tragos de pasita, canelita y chemineao, que se nos olvidó el olor a ajo.

Lo bueno de este incidente, ya recuperadas las sandalias de las muchachas y ya pasado el susto, es que algunos se pusieron a practicar los brincos y zapateos dados por la presencia de la culebra y así nació el pasito de Rock denominado ”El Pasito de la culebra”, que estuvo vigente por mucho tiempo.

Tiempos aquellos..de una generación Unica y especial de la que ya quedamos pocos.

Saludos