La terapia de electroshock no es como lo pintan en el cine

Salud

La enfermedad mental es una fuente de inspiración para el cine y la literatura. Mostrar el lado más escabroso de la psiquiatría ha sido la consigna durante muchos años, ya que es uno de los ingredientes principales para una «buena historia», y si se remata con unas sesiones de electroshok, el interés está asegurado.

¿Quién no recuerda las terribles convulsiones del indómito Randle McMurphy (Jack Nicholson) durante las sesiones de electroshock en la película Alguien voló sobre el nido del cuco?

Más reciente aún, en el libro La madre de Frankenstein, de Almudena Grandes, la terapia de electrochoque aparece como un instrumento empleado por el doctor Juan José López Ibor para tratar la homosexualidad. 

La imagen negativa de esta terapia ha calado tan hondo en la opinión pública que la mayoría de las personas ajenas al mundo de la psiquiatría cree que ha quedado definitivamente enterrada en el pasado. Sin embargo, nada más alejado de la realidad.

En las depresiones psicóticas, la terapia electroconvulsiva (TEC) tiene una eficacia próxima al 90%; ningún tratamiento farmacológico llega a esa eficacia.

A pesar de la eficacia que apunta el también profesor de psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid, el electroshock no se emplea por igual en todas las comunidades autónomas. 

Cataluña, Madrid y País Vasco son las que más lo administran, mientras que “en Asturias y Extremadura su uso es residual, y no es por falta de profesionales que sepan aplicarlo, sino por corrientes de opinión ideológicas”.

Esa reticencia queda plasmada en un artículo firmado por profesionales en salud mental de Asturias, que defienden su derecho a “ejercer su objeción de conciencia por razones éticas y científicas”, y abogan por “reivindicar alternativas de tratamientopotencialmente menos lesivas”. 

Historia y desconocimiento

La mala imagen que se tiene de la TEC a un desconocimiento sobre la misma. La terapia electroconvulsiva comenzó a emplearse en España en 1940, cuando aún no estaban disponibles psicofármacos eficaces.

Es posible que en el pasado se mal utilizara de modo punitivo, pero la TEC de ahora no tiene nada que ver con la de hace 50 años, como tampoco tienen nada que ver las técnicas quirúrgicas del pasado con las actuales.

El psiquiatra tiene argumentos para desmontar a quienes tienen una visión cruel de la TEC: “Nadie ve nada negativo cuando se aplica una descarga en una desfibrilación cardiaca, que se hace sin anestesia ni relajación muscular.

En cambio, durante la TEC no hay botes del enfermo porque se realiza bajo anestesia y fármacos relajantes musculares”. En su opinión, la clave está en que “la desfibrilación se ve como una técnica necesaria para salvar vidas, pero no se considera que el electrochoque lo haga”.

Se trata de una percepción errónea, ya que “la TEC también salva vidas, pues las personas con depresión grave o psicótica pueden morir por suicidio, inanición o autoabandono”.

Dolores, una paciente que sufre depresión desde hace décadas, confirma el argumento del psiquiatra. “Comencé con la TEC en 2016 y me siento otra persona. No he vuelto a tener una depresión, sigo mi tratamiento y estoy genial”, afirma a El Confidencial. 

Esta maestra ha pasado la mayor parte de su vida condicionada por su depresión, y ahora, ya retirada, se dedica a lo que tantas personas jubiladas: sus clases de memoria, sus actividades deportivas, la lectura y, quizá lo que más le llena, apoyar psicológicamente a un familiar que atraviesa por un mal momento y compartir con otros pacientes su experiencia con la TEC.

Cuando los psiquiatras me explicaron en qué consistía y si quería que me la aplicasen, dije que sí. No quería seguir siendo un vegetal. 

Indicaciones precisas

La experiencia de Dolores ejemplifica lo que ofrece la terapia electroconvulsiva… bien aplicada. “Las principales indicaciones son los trastornos afectivos -en depresión mayor es donde se han hecho más estudios-, para la fase depresiva del trastorno bipolar y en esquizofrenia”, si bien su eficacia es variable.

La efectividad de la TEC en depresión es del 70 al 85%, frente al 60-70% de los antidepresivos y hace efecto en menos tiempo; pero si hablamos de depresiones psicóticas, las más graves, la eficacia se acerca al 90%, una mejoría que es evidente entre la 6-8 sesión de TEC.

Un uso. menos habitual. es la catatonia, un trastorno que “mejora después a las 2 o 4 sesiones de terapia.

Entonces, si la eficacia es tan alta, ¿por qué no se utiliza como primera opción? “Si el paciente lo pide, se podría usar, pero en nuestro entorno y nuestro sistema sanitario, lo más frecuente es que el paciente sea atendido en primer lugar por el médico de atención primaria; si no responde, pasa al psiquiatra, y si necesita ingreso hospitalario, es cuando le proponemos la TEC como una alternativa terapéutica”. 

Cómo se administra

La terapia electroconvulsiva se aplica en el quirófano, con el paciente sometido a anestesia general y un relajante muscular (que impide los botesque se muestran en las películas). Además, «todo el proceso requiere la firma del consentimiento informado del enfermo». 

El procedimiento dura unos minutos, los que van desde que el paciente se duerme, recibe el estímulo eléctrico a través de dos electrodos colocados en la cabeza (un estímulo muy breve, de uno o dos segundos, o de 5 a 6, dependiendo de la indicación), convulsiona (la convulsión, para que sea eficaz, ha de durar entre 20 y 60 segundos) y se reanima. “En menos de 5 minutos el paciente está despejado”.

Dolores cuenta que la única molestia que tiene durante las horas posteriores a la terapia es “un dolor de cabeza que cede con un calmante normal”. 

El número de sesiones necesarias depende de qué enfermedad se trata -la esquizofrenia es la que más, entre 12 y 16-, y la frecuencia suele ser más seguida durante la primera fase del tratamiento.

Se aplican en días alternos, de forma que, en la mayoría de los casos, en dos o tres semanas se ha completado la terapia. Después del control del proceso, sigue una fase de mantenimiento, con una sesión cada tres o seis semanas, generalmente. 

¿Cómo funciona?

Según explica Roberto Rodríguez-Jiménez, lo que hace la TEC es polarizar y despolarizar todas las neuronas a la vez -eso es lo que provoca la crisis convulsiva- y ese proceso provoca cambios en la conectividad cerebral que se visualizan mediante resonancia magnética.

No hay una explicación sencilla de por qué funciona, pero produce cambios en las áreas cerebrales relacionadas con las patologías y esos cambios que luego se traducen en la mejoría clínica. Toda intervención, para producir un cambio clínico, provoca un cambio cerebral.

Entre los posibles efectos adversos, el psiquiatra apunta a una amnesia retrógrada, una eventualidad que, no obstante, también provoca la propia enfermedad.

Así, puede ocurrir que el paciente no recuerde hechos que rodean al momento de la TEC, pero eso también sucede durante la enfermedad. En cualquier caso, son episodios limitados al tiempo en el que se están dando las sesiones. 

La lucha de los psiquiatras del Hospital 12 de Octubre es acabar con la leyenda negra de la terapia electroconvulsiva, que arrastra un estigma»todavía mayor que el de la enfermedad mental.

La TEC, bien empleada y explicada al paciente y a sus familias, ofrece un gran beneficio para todos (también para la economía del sistema sanitario)». 

Dolores no se plantea durante cuánto tiempo tendrá que recibir TEC, lo único que le importa es cómo ha cambiado su vida en los últimos 6 años. Asegura que nunca ha pensado en la terapia de electrochoque como en una amenaza, ni antes de recibirla. Solo quería ser persona.