Configurar el celular mejorar la salud mental

Salud

El celular ha devorado nuestras vidas. Una afirmación tan aterradora como cierta y que podemos comprobar a golpe de calle. Fíjense en las personas con las que se cruzan, especialmente si lo hacen solas. Pónganse a contar cuántos de ellos van con su dispositivo en la mano, atentos a la pantalla.

Sin duda, cuando acaben el recuento, les saldrá un porcentaje muy alto de entre el total. ¿Qué hacen en sus celulares durante esos paseos?, ¿qué parte de esos desbloqueos de pantalla son necesarios?, ¿cuántos de ellos habrán saltado de una app a otra más como un tic, como un reflejo, que como un acto comunicativo necesario? 

Esta realidad tan desalentadora se traslada también a la privacidad de los hogares. Dos, tres o cuatro personas sentadas en un mismo sofá en silencio; cada uno atento al mundo que transmiten sus pantallas. Seguro que reconocen la escena.

La noche es el momento que muchas personas eligen para el ‘ocio’ en sus celulares, como demuestran las métricas de audiencia de todas las redes sociales. Uno podría pensar que este ‘embobamiento’ colectivo lleva sucediendo desde que llegó la televisión llegó.

Sin embargo, ero existe una diferencia sustancial. Lo que pasa es que la televisión parecía que se autorregulaba: los capítulos se acababan y tenías que esperar a la semana siguiente, había unas horas de dibujos al día. Ahora todo es infinito.

La situación sería menos grave de no ser porque absolutamente todas las recomendaciones sobre cuidados de salud mental recuerdan la importancia de no entrar en contacto con las pantallas, como mínimo, una hora antes de dormir por su afectación directa a la calidad de nuestro sueño, uno de los pilares de nuestro bienestar.

Los destellos que provocan nuestros dispositivos alteran nuestros niveles de melatonina, hormona fundamental en las fases profundas del sueño.

Imagine el escenario: Tras llegar de trabajar sobre las 19 horas, sale a pasear al perro. Luego, vuelve al sofá hasta ña hora de la cena. Es en ese espacio del horario transcurrirá en el uso excesivo y también bastante absurdo entre cuatro redes sociales (TikTok, Instagram, LinkedIn y, sobre todo, Twitter).

Todo esto se traduce en una estructura clara; no entra para ver notificaciones ni responder mensajes. Entra para «ver qué hay. 

¿Cuánto tiempo sería el adecuado para dedicar a darle un repaso a este mundo virtual?

El problema viene después. Cuando esa ronda de actualidad se convierte en un ciclo sin fin. Deja el celular apoyado en el sofá, pero casi sin saber cómo volvía a tenerlo en la mano; de nuevo saltando de una aplicación a otra. No es que esté aburrido, es que ni siquiera es capaz de aburrirse; como si hubiese olvidado cómo hacerlo.

Después de cenar, la cosa es peor. Ver una serie antes de la hora de dormir. Tal vez se de cuenta que su capacidad de concentración era bajísima y que, ante el más mínimo bajón del ritmo de la trama, la mano va al celular para volver a volver a girar la rueda: abrir TikTok, chequear Instagram, un vistazo rápido a Twitter.

Obviamente, el objetivo de no consultar el celular una hora antes de irse a la cama no se estaba cumpliendo. Ni de lejos. 

¿Lo que nos pasa con las pantallas es una adicción?

La adicción a las pantallas no está reconocida oficialmente como tal. No obstante, la OMS dio un paso crucial cuando en febrero del año 2022 incluyó a los videojuegos dentro de la categoría de «uso de sustancias o comportamientos adictivos» en la última versión del CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades). 

Si bien se suele asociar una adicción a una sustancia, las «adicciones conductuales» están siendo cada vez más objeto de debate.

Se están observando trastornos adictivos sin una sustancia de por medio, conductuales. A día de hoy, el juego ya está reconocido como una adicción. Con las pantallas, se observa que, seguramente en los próximos años, será reconocida como tal, explican algunos especialistas.

Existen algunas conductas potencialmente adictivas, como el juego, el sexo, las redes sociales, las compras o la comida. Al igual que sucede con las adicciones a sustancias psicoactivas, activan el circuito cerebral de recompensa y pueden convertirse en conductas repetitivas, compulsivas, que generen pérdida de control, dependencia y craving».

Sin duda, y a falta de ver los efectos de la irrupción de la tecnología en nuestras vidas en el largo plazo, existen señales que, cuando menos, nos deben poner en alerta. Ver qué estados de ánimo se mueven en nosotros cuando no tenemos el celular encima» es un indicador de alerta.

¿Cómo lograr reducir drásticamente el uso de celularl?

Tanto los celulares con sistemas operativos Android como iOs cuentan con la opción de limitar el uso de aplicaciones. En los teléfonos Android, deberemos entrar en los ajustes e ir al apartado de salud digital para configurarlo; en el caso de iOs, podremos programarlo en los ajustes e ir al apartado de tiempo de uso

Cualquier terminal iPhone —el dispositivo en el que probamos este sistema—, ofrece varias opciones para limitar nuestro acceso a sus funciones. Seleccionamos la opción de ‘social’, que era el grupo de aplicaciones que más estábamos utilizando según las analíticas que ofrece el teléfono.

En concreto, entre el 27 de febrero y el 6 de marzo, el tiempo total invertido en este tipo de apps ascendía a 15 horas y 19 minutos, lo cual suponía un incremento de un 11 % con respecto a la semana anterior. Twitter (casi siete horas a la semana), Whatsapp (casi cuatro horas) y TikTok (con una media de unas dos horas y media a la semana) eran las aplicaciones con más consumo de tiempo.

La media semanal del uso del dispositivo fue de 3 horas y 48 minutos. Con estas cifras, iniciamos la experiencia.

Cabe resaltar que estas limitaciones aplicadas al teléfono no impiden su utilización en caso de ser necesario. Si lo deseamos, podemos seguir utilizando cualquier aplicación.

Eso sí, se nos mostrará un aviso de que estamos fuera de hora cada vez que queramos hacerlo. El iPhone en concreto nos dará tres opciones: saltarnos el límite por un minuto, saltar el límite durante quince minutos o ignorar por completo el límite.

No obstante, pese a que esta prohibición no sea autoimpuesta, es cierto que el aviso que se nos lanza sirve como elemento disuasorio. Además, entorpece el uso de algunos procesos. Un ejemplo es el navegador de Internet, que nos pedirá constantemente permiso para acceder a una página cada vez que cambiemos de dominio.

Los resultados positivos fueron prácticamente inmediatos. El sistema operativo iOs envía a los usuarios una notificación con el informe semanal del tiempo de uso. Tan solo una semana después de iniciar las restricciones, obtenemos resultados.