El astuto Y pretendido alzheimer

Columnistas
Ramón Velásquez Gil

Ciertamente, desde hace un tiempo, de vez en cuando escribo anécdotas sobre mi mismo, lo cual a algunas personas que sufren de miedo escenico esto les parece algo osado de mi parte.

Ahora bien, el asunto es que llegué a una edad en que dejé de vivir historias y entonces ahora me estoy tomando el tiempo para escribirlas.

Por ello, soy de la opinión de que el fulano alzheimer no es una cuestión de edad. Por lo menos en mi caso. Un noventa por ciento de lo que escribo sale directamente de mi memoria, sin ayuda ni muletas de algún libro, videos o información foránea de mi cerebro.

Recuerdo con lujo de detalles, hechos y anécdotas que ocurrieron hace muchos años.  A eso le sumo, todo el cúmulo de información que uno recibe a través del estudio, trabajo y experiencias adquiridas a lo largo de la vida.

Puedo recordar y poner en práctica información recibida en el bachillerato (física, química, matematicas, etc.) cómo si hubiere sido ayer.

También a esta edad que tengo (setenta años), puedo crear escenas nuevas en cuentos, artículos y novelas sin ningún problema, ni mucho esfuerzo.

Siempre fui así desde pequeño, recuerdo ser un muchacho antipático y preguntón, solo que ni en mi juventud ni un poco antes de ahora, había tenido tiempo de dejar de vivir historias para escribirlas y contarlas. Y no es que haya dejado de vivir historias actuales pues todavía estoy vivo.

Es solo que, esta estapa de mi de vida de inmigrante en un país extranjero, incluso con idioma diferente al nuestro, todavía está en proceso sin saber a donde uno llegará en esta aventura y si uno regresara a su amada patria, vivo o en un cajón de madera.

Me pasa a veces, cuando voy por la calle o en el trafico, que momentáneamente creo que estoy en mi querida venezuela por que uno se acostumbra a las calles y al ambiente local.

Solo cuando escucho a la gente hablar en inglés, me doy cuenta que no estoy en Caracas y vuelvo a la realidad. Pero nada se me olvida, salvo algunos episodios que ocurren a cualquier edad.

Por ejemplo, en días pasados, al llegar a mi casa estacioné el carro, me bajé del mismo y al darle al botón del seguro electrónico, sonó la estruendosa corneta de alarma y pegue un gran salto del susto.

Solo me quedó reírme de mí mismo y mirar a todos lados, a verificar si alguien me había visto.

En conclusión, solo saco a relucir el alzheimer, para defenderme cuando hago una mala jugada en el domino o cuando Enit me encarga un mandado y se me olvida. Entonces, en ambos casos digo:

Coño vale, el alzheimer…jejeje.

Saludos